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Historia, Memoria Y Territorios


Enviado por   •  19 de Junio de 2015  •  2.853 Palabras (12 Páginas)  •  278 Visitas

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Historia, Memoria y Territorios

Conferencia dictada por el doctor Alberto Ruano en el Archivo Distrital de Bogotá, el día sábado 4 de septiembre de 2010.

Introducción

El propósito de vincular los conceptos de historia y de memoria (individual o colectiva) a veces asociándolos, otras oponiendo el uno al otro, ha sido un leiv motif persistente a lo largo del tiempo.

Como el relato histórico, no puede dejar de ser un hecho presente, establecido en el hic et nunc. “el aquí y ahora” – si acordamos con Hegel y con Collingwood – resulta hasta inevitable que, de manera recurrente, aparezcan nuevos esfuerzos por considerar el lugar que ocupa la memoria – que también se produce, aunque de modo diferente, en el “aquí y ahora” – en la elaboración de la historia.

Esa indagación acerca de la memoria, cobró desde hace unas tres décadas un nuevo vigor, especialmente a partir de los inicios de la globalización, la inquietud por la transculturización que ella implica y, sobre todo, la necesidad de redefinir en qué reposa la “identidad” de los pueblos y las naciones, cuando esta identidad parece desdibujarse y hasta perderse en las dinámicas sociales, económicas y transculturales propuestas por el proceso globalizador.

En una muy breve definición la historia aparece como una reconstrucción documentada de los hechos del pasado. Una narración, un relato, que ofrece la particularidad de estar sujeto y de algún modo, limitado, a las pruebas documentales que subsistan en el presente. Por el contrario, el relato histórico presenta la inmensa libertad, para su autor, de no haber tenido que estar, él mismo, presente en esos hechos relatados. El historiador puede, siempre sujetándose a la documentación disponible y a su instrumental crítico y científico, reconstruir, por ejemplo, las guerras napoleónicas, el gobierno de Ramsés II, la revolución de los Comuneros en Santander, sin la necesidad, evidentemente, de haber tenido que vivir esos sucesos. Aunque en esos hechos hubiesen participado millones de personas, la reconstrucción histórica es una obra puntual y presente, de un individuo o un grupo de individuos.

En tanto que la memoria, no ofrece esta misma libertad, pues no podemos propiamente “recordar” – etimológicamente significa “volver a hacer pasar por nuestro corazón” – si no aquello que, de alguna manera, hemos vivido. Cierto es que la memoria, a diferencia de la historia, no necesita documentos (¿qué mejor documento que haber vivido o presenciado algo?). Ella misma, la memoria de cada uno de nosotros, es, de por sí, un testimonio y un documento, de los sucesos que nos ha tocado vivir. Por supuesto que la memoria puede fallar. Puede crear “mitos”, adulterar a veces los hechos, olvidar algunos aspectos de la realidad, agregar otros. El escritor irlandés, Oscar Wilde, sostenía que los escritores que escribían las memorias de su vida, lo hacían porque ya habían perdido por completo la memoria.

Pero igualmente parece injusto oponer, como lo hace Pierre Nora, en su libro “Los lugares de la memoria”, la historia a la memoria. Ambas se complementan y corrigen. Ambas pueden fallar, pues son falibles como toda producción humana y ambas pueden estar sujetas a manipulaciones políticas, sobre todo cuando se trata de los procesos de memoria individuales y no cotejados a las memorias sociales o colectivas.

Cuando los testimonios de la memoria son muchos, las vivencias se agrupan y se corroboran a sí mismas. La memoria social o colectiva es el mejor fiscal que puede tener la historia oficial, cuando ésta pasa por alto o distorsiona cosas que ocurrieron, y realidades que pueden ser enojosas para algún interés del mundo político.

Podría parecer hasta obvio tratar de demostrar que nuestra identidad personal y también social o colectiva, no se pueden formar sino a partir de nuestras vivencias individuales y comunes, entonces, de nuestra memoria. Sin fuésemos individuos o pueblos sin memoria, careceríamos de cualquier tipo de identidad, pues cada objeto o persona, cada paisaje, cada suceso evocador del pasado, carecería para nosotros de cualquier significado. Por eso la memoria necesita – y nuestra identidad también – encontrar puntos de apoyo y referentes, que nos identifiquen. La memoria se “territorializa” y forma así espacios de identificación, “lugares” – como les llama Nora – sin los cuales nuestras identidades se desestructuran, se desarraigan.

Es por ello que el tercer elemento de nuestro tema: los Territorios, la noción de “territorialidad” y su significado en la conformación de las identidades individuales y colectivas, es el que más me atrae y el pretendo profundizar en esta conferencia.

En el “hic et nunc” de Colombia, cuando se habla y también se desmiente, de políticas de “reparación”, de ayudas a los desplazados de sus territorios, de “agro-ingresos” que terminan agravando aún más la situación de decenas de miles de familias colombianas, verdaderas habitantes de los territorios de la nada, me parece comprender que el tema territorial resulta ser un tema medular y de extraordinaria importancia para el presente y futuro de la sociedad colombiana.

Pero también en términos históricos – desde los tiempos de la colonización española hasta la más inmediata actualidad – las dinámicas de ocupación territorial y sus características particulares, se encuentran en la base de fenómenos que nos afectan de manera continua, verbigracia: las guerras locales y regionales recurrentes (se han contabilizado unos 85 conflictos, que abarquen más de una región, desde la independencia hasta ahora), las masivas migraciones internas incuantificables y los desplazamientos forzados – según la denominación actual – y, por supuesto, el fenómeno de concentración territorial y el que perpetúa, como corolario rutinario, la mentada dinámica de ocupación y concentración territorial en poder de élites.

La identidad se resiente y debilita cuando el sentido de pertenencia y de territorialidad se pierden en el olvido. El des-plazamiento, conlleva a la des-memoria. Por ello, tal vez, un autor como Gabriel García Márquez, hizo adolecer a los habitantes de su inventiva Macondo, de una enfermedad de la que preferimos olvidarnos: una “epidemia de amnesia”.

Pero ¿qué son los territorios?

En principio deberíamos deshacernos rápidamente de la idea de que los territorios, en la historia y en la memoria, son “un pedazo de tierra”, aunque etimológicamente sólo eso representen. Los territorios y la territorialidad: son mucho más que un espacio físico de tierra.

Junto a la población,

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