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Juicio Y Muerte De Los Primeros Caudillos


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  1.215 Palabras (5 Páginas)  •  548 Visitas

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Juicio y muerte de los primeros caudillos

Luego de esta derrota el ejército insurgente se dispersó. Hidalgo y los demás jefes salieron rumbo a Aguascalientes, y durante el trayecto Hidalgo fue despojado de su cargo de primer magistrado, el cual fue otorgado a Allende. Después decidieron dirigirse a Estados Unidos con la finalidad de pedir ayuda económica. Elizondo que era el jefe del movimiento libertador en Coahuila, los traicionó y fueron arrestados en Acatita de Baján (Las Norias). Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueron enviados a Chihuahua para ser juzgados.

Ya en Chihuahua, Ángel Abella, comisionado como Juez por el comandante general de las provincias internas interrogó al Cura Hidalgo quien prometió decir verdad en lo que supiere y fuera preguntado. Si bien no se le dijo la causa de su prisión, se supone que es por haberse levantado para independizar de España la entonces llamada Nueva España.

Hidalgo confesó haber aprehendido europeos a las cinco de la mañana del 16 de septiembre de 1810, sin más novedad que la de unos cintarazos que se le dieron a don José Antonio Larrincia; haber levantado al ejército; haber fabricado moneda en Zacatecas; haber construido cañones y armas, fabricado municiones, y depuesto autoridades, europeas o criollas, que no seguían su partido. Persiguió a muchos de éstos y sólo había muerto el Intendente.

Se le imputaron delitos de alta traición, crímenes y asesinatos, sedición, conspiración, y le obligaron a firmar una retractación por "sus errores cometidos contra la persona del Rey y contra Dios". El proceso se alargó, con 43 declaraciones de mixto fuero. Se le colocó entre los amantes de las ideas de la ilustración y se le condenó a la degradación.

En un altar arreglado con un crucifijo sobre él en medio de dos cirios encendidos. En una plataforma se colocaron cuatro sillones, viendo al público y dando la espalda al altar, en los cuales se sentaron el Ministro de la degradación y tres prelados asistentes. La orden dada por Francisco Javier Olivares, Obispo de Durango la ejecutó el doctoral del mismo obispo, Francisco Fernández Valentín. Con sádica paciencia se realizó la ceremonia.

Con un cuchillo rasparon las manos y las yemas de los dedos a Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mondarte Villaseñor al tiempo que se exclama:

Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir, que recibiste con la unción de las manos y los dedos.

Acto seguido le fue quitando uno a uno los ornamentos sacerdotales, hasta que al despojarlo de la sotana y el alzacuello, dijo:

Por la autoridad de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la nuestra, te quitamos el hábito clerical y te desnudamos del adorno de la Religión, y te despojamos, te desnudamos de todo orden, beneficio y privilegio clerical; y por ser indigno de la profesión eclesiástica, te devolvemos con ignominia al estado y hábito seglar.

Al retirarle las prendas sacerdotales, se halló en su pecho un escapulario con la imagen de la Virgen de Guadalupe, de la que se despojó él mismo, pidiendo se mandara al convento de las Teresitas de Querétaro, quienes se lo habían obsequiado.

Se le cortó el pelo hasta no dejar seña alguna del lugar de la corona, pronunciando el ministro las siguientes palabras:

Te arrojamos de la suerte del señor, como hijo ingrato, y borramos de tu cabeza la corona, signo real del sacerdote, a causa de la maldad de tu conducta.

Consumada la degradación, se le hizo poner de rodillas ante el juez Abella, quien leyó la sentencia: Excomunión y pena de muerte para Miguel Hidalgo. Por profesar

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