La Extirpación de idolatrías en el Perú colonial como consecuencia del camuflaje religioso andino
Ariana Aranda YuiEnsayo10 de Octubre de 2019
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La Extirpación de idolatrías en el Perú colonial como consecuencia del camuflaje religioso andino
El ser humano desde tiempos antiguos ha buscado darle explicaciones a aquello que su mente no logra comprender, dando origen a la religión, está a su vez –a pesar del tiempo- se ha encontrado vinculada a diferentes aspectos de la vida cotidiana de los individuos, como el ordenamiento social o político; sin embargo, la religión que profesan los diferentes pueblos del mundo no es homogénea y jamás lo ha sido, cada una posee sus propias deidades y rituales, encontrándose diferencias entre culturas.
Las diferencias culturales entre Europa, de manera específica, España y el nuevo mundo, América, se evidenciaron fuertemente durante la conquista, ejemplo de ello fue que para los españoles era inaceptable venerar y adorar a la madre tierra y al dios Sol, pues para los primeros, el Dios creador era al único a quien se le podía adorar –nótese en este breve ejemplo la noción de lo sagrado y lo profano- mientras que para los españoles una biblia representaba la palabra de su Dios y dentro de ella cada lectura contenía una enseñanza de vida, para los habitantes incas esta no representaba nada.
Todo cambio durante el proceso de colonización, se inició un nuevo periodo en la historia de la naciente colonia de ultramar española, los conquistadores tenían como objetivo llevar las riquezas del Nuevo Mundo hacia España, pero también se tenía la misión de evangelizar los nuevos territorios conquistados, tarea que tenía como encargados principales a las órdenes religiosas venideras de la lejana Europa, inicialmente tanto las órdenes Franciscanas como Dominicas se encargaron de la tarea de evangelizar a los nativos, poco a poco fueron llegando otras órdenes religiosas como los Mercedarios, Agustinos, Jesuitas y Carmelitas.
La evangelización, trajo consigo múltiples bautizos entre los nativos; sin embargo, a pesar de haber recibido este sacramento la mayoría de ellos aún persistían en sus cultos tradicionales de manera secreta y esto se debió en su mayoría porque los misioneros desconocían las lenguas tradicionales de los indígenas; por ende, aquellos receptores del “mensaje de Cristo” no lo podían comprender.
A inicios del siglo XVII llegó información –en primera instancia- a Francisco de Ávila, un cura jesuita doctrinero, acerca de que los indios seguían practicando los cultos a sus huacas, tejidos finos y momias de sus antepasados, es con este acontecimiento que surge la Extirpación de idolatrías como institución en el Perú virreinal.
Diferentes intelectuales de las ciencias sociales se han visto interesados por este relevante suceso de la historia del Perú virreinal, por considerársele el momento preciso entre el cruce culturas y civilizaciones, investigadores como Iris Gareis han realizado investigaciones sobre el impacto que causó la institucionalización de la Extirpación de idolatrías en la identidad cultural de las sociedades andinas (Gareis, 2004) y las similitudes que poseía esta institución con otra de mayor rigor como lo fue la Santa Inquisición, ambas poseían algunas prácticas parecidas y se les suele relacionar, sobre todo en el Virreinato del Perú (Gareis, 1989), asimismo el historiador francés Pierre Duviols, quien se interesaría ampliamente por la etnohistoria, hizo una revisión histórica del proceso y visitas de idolatrías (Duviols, 2003), anexando en su libro del mismo nombre documentación de la época que contiene testimonios de las personas que fueron interrogadas durante el mencionado período en la comunidad de Cajatambo durante el siglo XVII. Cabe señalar que ambos investigadores no son los únicos estudiosos del tema, pero sí las más citadas en este trabajo, también encontramos al padre jesuita Manuel Marzal, quien ha dedicado parte de sus artículos académicos a hablar sobre la figura de Pablo José de Arriaga, considerándolo un iniciador de la antropología de la religión en el Perú, debido a la calidad de su trabajo etnográfico, que contiene la descripción de las visitas de extirpación de idolatría, pues él acompañó a Francisco de Ávila durante unos meses y a Hernando de Avendaño, quienes fueran extirpadores de idolatrías, además, su trabajo contiene una guía de preguntas que se usaba en los interrogatorios.
El presente texto académico busca dar muestra que la Extirpación de idolatrías fue consecuencia del choque cultural y que a pesar de esto los habitantes de las sociedades andinas siguieron realizando sus cultos, ya sea a escondidas o encubriéndolos con fiestas católicas por coincidir en el tiempo.
Es importante señalar que la bibliografía utilizada que incluye tanto libros, artículos académicos y páginas web relacionados al tema será citada en el texto y en la sección que corresponde a la bibliografía del ensayo.
La evangelización del Nuevo Mundo:
Antes de la llegada de los españoles al Tahuantinsuyo, la población poseía una religión politeísta y animista muy ligada al ordenamiento social, así lo afirma María del Carmen Martín Rubio, en su artículo La cosmovisión religiosa andina y el rito de la Capacocha (2009)
El orden jerárquico estuvo tan altamente potenciado que llegó a imponerse con gran fuerza en el terreno de la religión: los runas, sólo podían adorar al Inca y a las huacas, que eran elementos naturales ligados a la agricultura, como el sol, la luna, las estrellas, el arco iris, el trueno, el rayo, el agua, la tierra llamada Pachamama, los montes llamados apus: señores del agua, etc., mientras que la elite conoció a Viracocha, un dios superior carente de representación material. (p. 189)
Sin embargo; desde la llegada de los españoles al nuevo territorio y a lo largo del siglo XVI, las órdenes religiosas tuvieron la tarea principal de convertir a los habitantes andinos en cristianos, mediante la evangelización y el sacramento del bautismo, pues consideraban como paganas e idólatras sus creencias religiosas, es por ello que mediante una fuerte campaña de evangelización que se fue extendiendo a diferentes lugares se buscó erradicar estos cultos. Para ello, además, se realizaron los famosos Concilios Limenses, dándose en tres oportunidades el primero en 1551, el segundo de 1566 – 1567 y el tercero entre 1582-1583, los dos primeros tienen una especial e inicial relevancia debido a que se da la orden de bautizar a los indígenas; por tanto, estos debían dejar sus prácticas idólatras, asimismo en el segundo se continuó con la orden de destrucción de sus lugares sagrados como las huacas, colocar cruces y erigir templos sobre ellas, pero el tercero, es considerado como el más importante pues se incluyeron textos y catecismos en lengua quechua y aimara que debían permitir una mejor comprensión del mensaje evangelizador entre los indígenas.[1]
Pese a estos primeros esfuerzos por lograr la erradicación de los cultos tradicionales estos seguían manifestándose entre los pobladores, prueba de ello es mencionado por Iris Gareis (1989):
Alrededor de 1560, después de haber evangelizado durante algunos años a los indígenas de Huamachuco, los Agustinos descubrieron que sus esfuerzos por cristianizar la población indígena no habían tenido éxito: Aparentando ser buenos cristianos, sus parroquianos habían conservado los cultos locales (p. 56-57)
Este es uno de los muchos casos que se manifestaron durante la segunda mitad del siglo XVI, teniendo en cuenta que la evangelización había comenzado a inicios de este mismo siglo. Narra la historiografía que ello se debía en su mayoría por el descuido que se había mantenido por parte de los misioneros en dictar la catequesis correctamente a los nativos y al nulo desapego de estos últimos a la cosmovisión andina.
La Extirpación de idolatrías como institución colonial
Como se ha mencionado, a pesar del largo periodo de evangelización, los habitantes de las sociedades andinas seguían ejerciendo sus prácticas religiosas, que si bien eran rituales sociales, donde participaban bastantes personas, se hacían de manera discreta. Pese a ello en 1608, el cura doctrinero Francisco de Ávila, fue alertado de la persistencia de estos cultos, tal como lo menciona Duviols (2003): “(…) La fiesta de la Asunción de la Virgen, el día 15 de agosto, Ávila, quien había sido informado por un indio, acusó a sus feligreses en el sermón de festejar este mismo día al dios Pariacaca” (p, 55-56) y este inmediatamente puso en aviso a las autoridades, institucionalizándose en 1610 la Extirpación de idolatrías extendiéndose por 50 años (1610 – 1660) a algunos lugares del virreinato, en ese mismo año “se nombra a Francisco de Ávila como el primer juez extirpador de idolatrías por el arzobispo de Lima” (Gareis, 2004, p.264). iniciando su accionar en Huarochirí.
Esta naciente institución durante todo su periodo de existencia se halló “bajo el gobierno de los cuatro arzobispos de Lima: Lobo Guerrero (1610 – 1622), Gonzalo de Campo (1625 – 1626), Arias de Ugarte (1630 – 1638) y Villagómez (1641 – 1671)” (Duviols, 20003, p. 26). Con ello, se buscaba que la institución erradicara por completo este problema, el cual se había venido agravando debido a que los doctrineros no habían cumplido satisfactoriamente la predica hacia sus indígenas, sino que por el contrario los usaban como mano de obra, convirtiendo de esa manera los templos en obrajes o lugares para enriquecerse, dándole importancia menor a su propia labor pastoral. Asimismo, otro problema frecuente era que los religiosos no dominaban las lenguas de los indígenas, a pesar de contar con catecismos en lenguas originarias, tal como lo menciona Marzal (2005) citando a Arriaga (1968: 218 – 219): “(…) hay curas que no saben el quechua y hay demasiados pueblos en una sola doctrina” (p. 206)
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