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Las Aulas

antoniadelarua13 de Diciembre de 2013

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Este es el relato de los tres cuadernos de Alfredo. El primero lo comenzó a los quince años, cuando él y sus compañeros estudiaban la Liga de las Naciones y las Naciones Unidas en la clase de historia. Al profesor le interesaba estimular el pensamiento de los alumnos y Alfredo, que era reflexivo por naturaleza, anotaba en el cuaderno toda la información sobre ambas organizaciones, agregando sus propias ideas sobre lo que había pasado, por qué había pasado y cuál era su significado.

Pero sucede algo extraño con el cuaderno de Alfredo. Lo que allí se registra no cuenta como parte de lo aprendido. A sólo dos semanas del examen final, Alfredo se asegura de que todo lo que ha escrito en el cuaderno también esté en su cabeza, ya que la evaluación será a libro cerrado (incluyendo la redacción). Lo escrito en el cuaderno, aunque signifique un esfuerzo por organizar la información y una buena dosis de pensamiento, simplemente no cuenta. El esfuerzo cognitivo le reportará, indudablemente, algunos beneficios secundarios, como recordar el contenido de la materia. Pero el cuaderno en sí mismo no tiene ningún valor para el examen.

Alfredo lleva un segundo cuaderno sobre la serie épica de Mazmorras y Dragones, un juego en el que también participan sus amigos. La índole de este cuaderno es muy diferente de la del primero. Por ejemplo, el diagrama de las mazmorras, las notas acerca de los principales peligros, etcétera, forman parte de lo que Alfredo ha aprendido. Cuando no recuerda algo, lo busca en el cuaderno. Pero éste no es el único recurso; también lo son los amigos, con los cuales intercambia información y opiniones. A diferencia de lo que sucede en el aula, en Mazmorras y Dragones los jóvenes cooperan, compiten entre sí y cada uno confía en el pensamiento y en los conocimientos de los demás.

El tercer cuaderno de Alfredo comienza quince años más tarde, cuando ya es un joven ingeniero integrante de un equipo técnico encargado de diseñar un nuevo puente sobre el río Hudson. El equipo no sólo está compuesto por personas interesadas en lo que hacen, sino por un conjunto de apoyos físicos que sustentan la cognición. El cuaderno de Alfredo, que rebosa de ideas y especificaciones, se complementa con un sistema de diseño por computación, libros especializados en el tema que incluyen un buen número de reglamentos, publicaciones periódicas sobre los últimos avances de la ingeniería, memorandos que intercambian los miembros del equipo, una maqueta del puente, calculadoras manuales, etcétera.

Comparada con el juego de Mazmorras y Dragones, o con la profesión de ingeniero, el aula tradicional comienza a parecer un lugar extraño. En muchos sentidos, la escuela se dirige decididamente a lo que podríamos denominar "el sistema de la persona sola". La persona sola es la que adquiere conocimientos y habilidades, resuelve problemas matemáticos, escribe composiciones y en lugar de recurrir a fuentes de fácil acceso, guarda todo el conocimiento y la habilidad en la cabeza.

Es dable alegar que al menos se estimula a los niños a que elaboren sus ideas por medio del lápiz y el papel, de modo que hasta cierto punto las escuelas reconocen la importancia de los apoyos físicos en la cognición. Bueno, a veces no la reconocen. Si se lo piensa con detenimiento, el lápiz y el papel tolerados en los exámenes cumplen otros propósitos. En realidad, lo que se está estimulando no es el hecho de volcar el pensamiento en el papel sino el de mostrar el pensamiento en el papel. El lápiz y el papel no son vehículos potentes que dan apoyo a la cognición sino simples adminículos que comunican al maestro lo que el alumno tiene en la cabeza.

También cabe alegar que hay exámenes a libro abierto. Sí. Los exámenes a libro abierto señalan la dirección correcta, pues reconocen que en el mundo fuera de las aulas las personas obtienen información de toda clase de fuentes. Pero no por ello dejan de ser una honrosa excepción a la tendencia mayoritaria.

Lo que se opone a la persona sola es, metafóricamente hablando, "la persona más el entorno". La modalidad de operar solo -sin colaboración, sin recursos físicos externos y sin información proveniente de afuera- no es la habitual. Normalmente, sea en sus hogares, en los lugares de trabajo o de recreación, la gente funciona según distintas versiones de la "persona más el entorno", haciendo uso intensivo de la información y de los recursos físicos, y también de la acción y la dependencia recíprocas con los otros.

Esto no sucede por casualidad. Los seres humanos funcionan como personas más el entorno porque eso les permite desarrollar mejor sus aptitudes e intereses.

La inteligencia repartida

Además de las escuelas, la teoría y la experimentación psicológicas son, lamentablemente, otro bastión de la perspectiva basada en la persona sola. La pregunta clásica de la psicología es: "¿Qué sucede en la mente?" o, desde la perspectiva de la psicología conductista de B. F. Skinner (que no cree en la mente): "¿Cómo reacciona el organismo del individuo a los estímulos?". Al igual que en las

aulas, estos experimentos se realizan con un mínimo de apoyo físico y social para el sujeto. Los investigadores se preguntan qué puede hacer un sujeto con un equipamiento mínimo y, ciertamente, sin la ayuda de otra persona. Desde luego, no todos piensan lo mismo, pero estas excepciones no bastan para impugnar la realidad de la tendencia.

Algunos sectores, sin embargo, han cuestionado esta perspectiva del organismo humano centrada en la persona sola, proponiendo nuevos criterios. Roy Pea, de la Northwestern University, ha escrito recientemente sobre lo que llama "la inteligencia repartida". Otros -entre los que me incluyo- también nos hemos ocupado del tema. Sostenemos que la cognición humana óptima casi siempre se produce de una manera física, social y simbólicamente repartida. Las personas piensan y recuerdan con la ayuda de toda clase de instrumentos físicos e incluso construyen otros nuevos a fin de obtener más ayuda. Las personas piensan y recuerdan socialmente, por medio del intercambio con los otros, compartiendo información, puntos de vista y postulando ideas. ¡El trabajo del mundo se ha hecho en grupo! Por último, las personas sustentan sus pensamientos en virtud de sistemas simbólicos socialmente compartidos: el habla, la escritura, la jerga técnica propia de cada especialización, los diagramas, las notaciones científicas, etcétera.

"Cognición repartida" nos parece un término más moderado que "inteligencia repartida" para denominar esta dispersión del funcionamiento intelectual a través de instrumentos físicos, sociales y simbólicos. Pero Roy Pea usa el término "inteligencia" de un modo más estimulante. Tomada en sentido lato, la inteligencia se refiere simplemente al funcionamiento cognitivo eficiente. Y aquí es la inteligencia la que está en juego. Los seres humanos funcionan de manera más inteligente según la modalidad de la persona más el entorno y no según la de la persona sola.

Sin duda, los defensores del concepto clásico de inteligencia van a poner el grito en el cielo: "Esa no es la verdadera inteligencia. La verdadera inteligencia se encuentra en la cabeza de la gente. Lo que usted dice se halla en la calculadora o en el cuaderno, pero no en el individuo". El argumento podría refutarse de la siguiente manera: "Pero la persona -con- la calculadora -y- el cuaderno constituye el verdadero sistema en funcionamiento. El sistema de la persona más el entorno es el que logra que se hagan las cosas en el mundo. Y su inteligencia es más apropiada que la de la persona sola."

Otro aporte significativo a la idea de la inteligencia o cognición repartida proviene de Gavriel Salomon, investigador de la Universidad de Arizona, quien observó y analizó durante años el papel desempeñado por las tecnologías en el aprendizaje, y escribió sobre el tema junto con Tamar Globerson y conmigo. En primer lugar, dichos autores establecen una diferencia entre los efectos con la

tecnología y los efectos de la tecnología, incluyendo no sólo el ordenador y la televisión, sino otras más comunes como el lápiz y el papel. Los efectos de la tecnología consisten en lo que queda una vez que la dejamos atrás. Por ejemplo, es posible que ahora hable con más fluidez porque he escrito algunos párrafos. Los efectos con la tecnología consisten en la habilidad que se adquiere cuando disponemos de la tecnología; por ejemplo, volcar los pensamientos en el papel, escribir con un procesador de palabras, comunicarnos por medio de sistemas de telecomunicación, etcétera. Ambos efectos son parte del fenómeno de la persona más el entorno y es conveniente buscarlos.

Podemos resumir la perspectiva de la persona más el entorno en dos principios:

1. El entorno -los recursos físicos, sociales y simbólicos que se hallan fuera de la persona- participa en la cognición no sólo como fuente de suministros y receptor de productos, sino como vehículo del pensamiento. El entorno, en un sentido real, es verdaderamente una parte del pensamiento.

2. El remanente del pensamiento -lo que se aprendió- se encuentra en la mente del alumno y también en la disposición del entorno. No obstante, se trata de un aprendizaje genuino. El entorno, en un sentido real, sostiene parte del aprendizaje.

Estos preceptos comportan una postura muy diferente de la que predomina en las aulas convencionales respecto del cuaderno de Alfredo. El cuaderno es el escenario del pensamiento y el receptáculo del aprendizaje. Alfredo no sólo piensa y registra sus pensamientos allí sino que piensa con

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