Manifiesto Comunista
huilen5 de Diciembre de 2013
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.MANIFIESTO COMUNISTA.
I Burgueses y proletarios:
La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.
La historia de todas las sociedades humanas habidas hasta hoy ha sido la historia de la lucha de clases. Hombre libre y esclavo, patricio y plebeyo, barón y siervo de la gleba, maestro y oficial del gremio, en una palabra, opresores y oprimidos se enfrentaron en perpetuo antagonismo, librando una lucha incesante, a veces encubierta y a veces franca, lucha que se saldó en cada caso con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o bien con el hundimiento conjunto de las clases enfrentadas.
La moderna sociedad burguesa, surgida de las ruinas de la sociedad feudal, no ha suprimido los antagonismos de clase. Lo único que ha hecho es establecer nuevas clases, nuevas condiciones de opresión y nuevas formas de lucha en substitución de las anteriores.
Nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza, sin embargo, por el hecho de haber simplificado estos antagonismos de clase. Paso a paso, el conjunto de la sociedad se va escindiendo en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases directamente enfrentadas: la burguesía y el proletariado. El descubrimiento de América y la circunnavegación de África abrieron nuevos caminos a la burguesía en ascenso. El mercado de las Indias Orientales y de la China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el aumento de los medios de cambio y de las mercancías en general dieron al comercio, a la navegación y a la
Industria un auge nunca visto y, con ello, un rápido desarrollo al elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
La hasta entonces imperante explotación feudal o gremial de la industria no podía ya satisfacer las necesidades que crecían con los nuevos mercados y hubo de ceder el puesto a la manufactura. Los maestros gremiales fueron desplazados por la clase media industrial. La división del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció dando paso a la división del trabajo dentro mismo de cada taller. Pero los mercados continuaron expandiéndose y las necesidades creciendo. La misma manufactura resultó ya insuficiente, El vapor y la maquinaria vinieron entonces a revolucionar la producción industrial y la manufactura tuvo que ceder el puesto a la gran industria moderna. El lugar de la clase media industrial lo ocuparon los millonarios de la industria, jefes de auténticos ejércitos fabriles, los burgueses modernos.
en la misma medida en que se ampliaban la industria y el comercio, la navegación y los ferrocarriles, se desarrollaba también la burguesía, aumentando sus capitales y desplazando a un segundo plano a todas las clases originarias de la Edad Media. La burguesía moderna es el producto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de transformaciones radicales de los modos de producción
e intercambio. Cada una de estas fases de desarrollo de la burguesía iba de la mano del correspondiente progreso político.
El poder estatal moderno equivale al Consejo de Administración de los intereses generales del conjunto de la burguesía.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel eminentemente revolucionario. Donde quiera que haya llegado al poder, la burguesía ha destruido todas las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Desgarró inexorablemente los abigarrados vínculos feudales que ataban al hombre a sus superiores naturales sin dejar entre los hombres otro vínculo que el del desnudo interés, el del implacable «pago en dinero
contante».
En una palabra, la burguesía ha substituido la explotación envuelta en ilusiones religiosas y políticas por la explotación franca, descarada, directa y adusta.
La burguesía despojó de su halo de santidad a todas las actividades contempladas hasta entonces con piadoso temor como venerables, convirtiendo en sus sirvientes a sueldo al médico, al jurista, al cura, al poeta y al hombre de ciencia.
La burguesía arrancó el velo patético-sentimental que encubría las relaciones familiares reduciéndolas a una mera relación de dinero. La burguesía puso al descubierto que los alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media, hallaban su adecuado complemento en la más indolente haraganería.
La burguesía no puede existir si no es revolucionando de continuo los instrumentos de producción, las relaciones de producción y, consiguientemente, la totalidad de relaciones sociales.
Todo cuanto era estamental y estable se esfuma; todo lo santo es profanado y los hombres se ven finalmente forzados a contemplar con prosaica frialdad su posición en la vida y sus relaciones interpersonales.
La necesidad de colocar sus productos en mercados cada vez más amplios empuja a la burguesía a los más apartados rincones del planeta. En todas partes tiene que afincarse; echar raíces y establecer relaciones.
La vieja autarquía local y nacional y el aislamiento económico dejan paso a un comercio universal y a una universal interdependencia de las naciones. Y cuanto acontece en el plano de la producción material, resulta también aplicable a la cultural. Los productos culturales de las diferentes naciones se convierten en bien común. La estrechez y cortedad de miras nacionales se van haciendo imposibles con el tiempo y, a partir de las diferentes literaturas nacionales y locales, se va configurando una literatura universal. Fuerza a todas las naciones a hacer suyo el sistema de producción burgués, salvo que prefieran su propia ruina. Las obliga a adoptar para sí mismas la llamada civilización, es decir, a convertirse en burguesas.
En una palabra, la burguesía se crea un mundo hecho a su imagen y semejanza.
La burguesía supera progresivamente la dispersión de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en pocas manos. La consecuencia necesaria de todo ello fue la centralización política. Regiones independientes, apenas aliadas entre sí, con intereses diversos y leyes, gobiernos y aduanas distintos, fueron
integrados en una única nación, en un único gobierno, bajo una única ley y con una única frontera aduanera.
* La sociedad posee un exceso de civilización, de víveres, de comercio. Las fuerzas productivas con que cuenta no parecen servir ya para propiciar el régimen social de propiedad burgués. Son ya, por el contrario, excesivamente poderosas respecto a ese régimen y frenadas por él. Apenas superan ese freno, siembran el desorden en el conjunto de la sociedad burguesa y ponen en peligro la existencia de la propiedad privada. El marco de relaciones burguesas se ha hecho demasiado estrecho para abarcar la riqueza que en él se genera. ¿Por qué medio supera las crisis la burguesía? Por una parte, mediante la destrucción forzosa de una masa de fuerzas productivas. Por otra, mediante la conquista de nuevos mercados y la explotación más a fondo de los existentes. Bien mirados, estos medios equivalen a la preparación de
crisis más amplias y violentas y a la reducción de los medios para prevenirlas. Las armas con que la burguesía abatió al feudalismo se vuelven ahora contra ella misma.
Pero la burguesía no sólo ha forjado las armas que le acarrearán la muerte, sino también a los hombres que han de manejarlas, los obreros modernos, los proletarios.
En la misma medida en que se desarrollaba la burguesía, es decir, el capital, se desarrollaba asimismo el proletariado, la clase de los obreros modernos, que tan sólo puede vivir a condición de hallar trabajo y tan sólo pueden hallar trabajo a condición de que éste acreciente el capital. Estos obreros, obligados a venderse uno a uno como piezas, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio y, como tal, expuestos a los altibajos de la competencia, a las oscilaciones del mercado.
La expansión de la maquinaria y la división del trabajo han hecho que la faena de los proletarios pierda toda autonomía y cualquier clase de estímulo. Se convierten en meros apéndices de la máquina y tan sólo se exige de ellos las manipulaciones más simples monótonas y fáciles de aprender. Los costos que el proletario origina se reducen a poco más del monto de los víveres necesarios para su subsistencia y la reproducción de su especie. El precio de una mercancía, por tanto, también el del trabajo mismo, es igual a los costos de su producción. En la misma medida en que aumenta el carácter odioso del trabajo, disminuye, consecuentemente, el salario.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Las masas obreras aglomeradas en la fábrica son organizadas a manera de un ejército. En cuanto que simples soldados rasos de la industria, los obreros se ven sometidos al mando de toda una jerarquía de suboficiales y oficiales. No tan sólo son los siervos de la clase burguesa, del estado burgués, sino
que diariamente y hora tras hora se ven sujetos a la servidumbre respecto a la máquina, al capataz y, sobre todo, respecto al correspondiente burgués. Este despotismo resulta tanto más mezquino, odioso y exacerbado cuanto mayor es la franqueza con que proclama que su único interés es el lucro.
* Las diferencias de edad y sexo carecen ya de cualquier reconocimiento en lo que respecta a la clase obrera. Se trata de meros instrumentos de trabajo que originan diversos costos según su edad y sexo. Las capas sociales medias hasta ahora existentes, pequeños industriales, comerciantes y rentistas, los artesanos y los campesinos, descienden
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