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Política Educativa En México


Enviado por   •  28 de Febrero de 2013  •  2.336 Palabras (10 Páginas)  •  606 Visitas

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Función de la política educativa:

Pablo Imen: La política educativa tiene como función regular las acciones del Estado en relación a las prácticas educativas que atraviesan la totalidad social y, dicha en términos sustantivos, del modo a través del cual el Estado resuelve la producción, distribución y apropiación de conocimientos y reconocimientos.

Francisco I. Madero

La fase política de la Revolución por Francisco I. Madero trajo consigo muchos avances en materia de educación para grandes núcleos sociales de la ciudad y del campo.

Con respecto a la educación se implementaron muchas instituciones y programas para enseñar a los indígenas a leer, escribir y cálculos básicos el ideal era disminuir la alta tasa de analfabetismo y no solo eso ayudar a mejorar las condiciones de vida mediante la explotación moderada de sus recursos naturales y la enseñanza basada en la experiencia y o cotidiano, sin distinción de género, combatir los factores de degeneración de raza: fanatismo, alcoholismo y uniones sexuales prematura. Se hizo un despliegue recursos humanos iniciando por los maestros misioneros, materiales, el ejecutivo tenía la obligación de de proporcionar alimento y vestido a los estudiantes, casas del pueblo convertidas posteriormente en escuelas rurales hasta las escuelas normales rurales, Misiones Culturales y las Escuelas Prácticas de Agricultura.

Victoriano Huerta

A mediados de marzo de 1914, Victoriano Huerta giró un acuerdo a los distintos secretarios de su gabinete en el cual se asentaba que todos sus empleados con formación militar quedaban obligados a acudir a sus labores diarias con uniforme de campaña portando las insignias de su grado. Asimismo les ordenaba disponer que todo el personal realizara instrucción militar tres horas en un día de la semana. El personal femenino quedaba obligado a usar un escudo o distintivo en el brazo izquierdo que identificara a la secretaría de Estado en la cual laboraba, además del símbolo de la Cruz Roja o Blanca a la cual se afiliara. En las escuelas cuya organización militar estuviera ya definida, el director, los empleados y los profesores estaban obligados a concurrir a clases con uniforme de campaña, en la inteligencia de que cada catedrático tendría el grado de capitán. La Secretaría de Guerra y Marina informó que a los secretarios de Estado se les otorgaría el grado de general de Brigada de la Milicia de Auxiliares del Ejército, y a los subsecretarios el de brigadieres, mientras estuvieran al frente de sus respectivas carteras. Para poner en marcha tal plan, Huerta designó al ingeniero Gonzalo Garita, inspector general de Instrucción Militar, cuya primera misión fue ponerse en contacto con los secretarios de Estado para que le proporcionaran una lista de los empleados que hubieran prestado sus servicios en el ejército y otra de los civiles. A continuación hizo público que su plan era designar un subinspector por cada secretaría de Estado para que lo ayudara en sus tareas. La instrucción militar se llevaría a cabo formando grupos de empleados, teniendo en cuenta la edad y la ocupación, quedando exceptuados los mayores de sesenta años. A los empleados con formación militar les tocaría impartir la instrucción militar.[

Nemesio García Naranjo refiere que, en su calidad de secretario de Instrucción Pública, la Secretaría de Guerra y Marina le otorgó el grado de general de Brigada y a sus subordinados, grados militares acordes a su jerarquía burocrática. Por ejemplo, sus subsecretarios resultaron ser generales brigadieres y los jefes de sección, coroneles. A su juicio, la medida resultaba desafortunada sobre todo en la Secretaría de Instrucción Pública, en donde había hombres de gran relevancia. García Naranjo se preguntaba, ¿cómo ordenarle a Ezequiel A. Chávez, que en su calidad de rector de la Universidad Nacional se debía colocar sobre sus hombros las charreteras del generalato? Por ser el director de la Facultad de Altos Estudios, a Alfonso Caso le correspondían los tres galones dorados de los coroneles, y a los maestros de la Escuela Nacional de Jurisprudencia y demás facultades, los laureles de capitanes. Allí se encontraban figuras eminentes como Miguel Macedo, Fernando Zárraga y José Terrés, entre otros. Al resistirse a verse vestido de militar con espada al cinto y gorra prusiana, García Naranjo se entrevistó con Huerta para manifestarle que en el ramo de Instrucción Pública la militarización obligatoria era imposible de cumplir. En respuesta, Huerta le contestó que precisamente los maestros eran los más obligados a servir de ejemplo. García Naranjo alcanzó a decir que la militarización en las escuelas y en la Universidad no era necesaria, ya que los maestros y los estudiantes habían demostrado su gran amor por México al protestar contra la invasión estadounidense al puerto de Veracruz.

De cualquier forma, la militarización avanzó y la Brigada Sanitaria de la Escuela Normal, formada a raíz de la invasión estadounidense al puerto de Veracruz, portó los uniformes militares.

En su libro sobre la Revolución Mexicana, Jean Meyer sostiene que en los 17 meses de gobierno, Huerta "pudo militarizar las escuelas, las facultades, la burocracia, sin el menor problema". Añade que, además de otorgarles grados militares a los empleados de la burocracia y a los profesores de las escuelas y universidades, les exigió portar el uniforme respectivo, con la firme intención de formar una república militarizada, una república castrense. Para el historiador Michael C. Meyer, hacia fines del verano de 1913, el sistema educativo mexicano sintió de lleno el impacto de la militarización, pues los reglamentos de las escuelas se modificaron contemplando el uso obligatorio de uniformes y la instrucción en las artes y ciencias militares. Las escuelas profesionales de la ciudad de México fueron las primeras en cumplir tales disposiciones, siguiendo después la mayoría de las escuelas primarias y secundarias. Para no quedar atrás, el general Joaquín Maass, gobernador militar de Puebla, ordenó la distribución de rifles de madera a los niños de las escuelas primarias. Casi al mismo tiempo, Huerta hizo saber que vería con agrado que los empleados gubernamentales solicitaran uniformes e instrucción militar. Como era de suponerse, el personal civil de la Secretaría de Guerra fue el primero en alinearse. Con precisión casi cronométrica, otras secretarías siguieron el ejemplo, e igual lo hicieron los telegrafistas, los maestros de educación primaria y una multitud de trabajadores de oficina y obreros. Aún así, la militarización de los estados nunca alcanzó los niveles del Distrito Federal. El problema con estos autores

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