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RESUMEN DEL TEXTO Hegel dice que los hombres hacen su propia historia


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2015  •  Resúmenes  •  1.267 Palabras (6 Páginas)  •  382 Visitas

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RESUMEN DEL TEXTO

Hegel dice que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, sino bajo circunstancias en las que se encuentran y que les han sido legadas por el pasado. Por ejemplo, Lutero se disfrazó de apóstol Pablo, la revolución de 1789 – 1814 se vistió alternativamente con el ropaje de República Romana y del Imperio, y la revolución de 1848 parodió a la de 1789. Hechos como en los que participaron Desmoulins, Dantón, Robespierre, Napoleón, así como también los partidos y la masa de la antigua revolución francesa cumplieron en librar de las cadenas e instaurar la sociedad burguesa moderna. Por muy poco heroica que haya sido esta sociedad, había sido necesario para traerla el heroísmo, la abnegación, el terror, la guerra civil y las batallas de los pueblos.

Durante la revolución de la mitad del siglo XIX, la sociedad veía una caricatura del viejo Napoleón. Esta revolución de febrero cogió desprevenida a la vieja sociedad, y el pueblo proclamó este golpe como hazaña de la historia universal con la que se abría una nueva etapa. Pero estas revoluciones no fueron efímeras como las del siglo XVIII, sino que las revoluciones proletarias de esta nueva etapa son interrumpidas durante su propia marcha, pero comienzan nuevamente dejando de lados flojos y mezquinos primeros intentos. Los días 22, 24 y 24 de febrero de 1848 pues se convirtieron en uno de los más importantes sin ninguna duda, de aquel siglo XIX en la ciudad de París. Marx se ocupó de la coyuntura en la política de Francia de estos años, y que tuvo como principal representante a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte. Se encargó de aplicar la concepción materialista de la historia. Quiere demostrar cómo la lucha de clases creó las condiciones que le permitieron a Luis Napoleón, quien hasta ese momento había resultado ser un personaje intrascendente, convertirse en el héroe más importante de esa década. Por muchos motivos El dieciocho brumario de Luis Bonaparte puede ser releído hoy en día, a la luz de acontecimientos mundiales que han hecho estremecer y derrumbarse estructuras de poder, formatos de representación, movimientos políticos, etc., tanto del lado del capitalismo como del socialismo “real”. No es nuestro objetivo presentar enseguida un estudio sobre estas cuestiones, sino abordar un aspecto de esa obra que, en cierto modo hasta ahora, no ha sido reconocido suficientemente en las ciencias sociales. Muy lejos está esa obra de pasar como un escrito más del marxismo. Y precisamente en esta etapa crucial, es que El dieciocho brumario de Luis Bonaparte debe ser revalorado como una obra con una aportación específica a las ciencias sociales de nuestro tiempo. Aparte de la apreciación subjetiva que tenía acerca de Luis Bonaparte, Marx demuestra, en contraste con los puntos de vista de Víctor Hugo y de J. Proudhon sobre el mismo acontecimiento, “cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias” para que el sobrino de Napoleón procediera a efectuar ese golpe de Estado. También Engels, en el prólogo a la tercera edición del Dieciocho Brumario, reconoce que Marx fue “el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia”, “según la cual todas las luchas históricas (políticas, religiosas, filosóficas) no son, en realidad, más que la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales”, condicionados, “a su vez, por el grado de desarrollo de su situación económica”. Como muestra de esta concepción de la historia, el propio Marx, en el segundo párrafo de su obra, adelanta la tesis que en 1845 había esgrimido contra Feuerbach y Hegel, acerca de que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancia…“ Aquí, dice Engels en su prólogo, por qué Marx no sólo estudiaba con especial predilección la historia pasada de Francia, sino que seguía también en todos sus detalles la historia contemporánea”. Tal era la Constitución de 1848, que no fue derribada el 2 de diciembre de 1851 por una cabeza, sino que se vino a tierra al contacto de un simple sombrero; cierto es que este sombrero era el tricornio napoleónico. En resumen, ya había expuesto Marx en otro lugar la significación de las elecciones del 10 de diciembre. No he de volver aquí sobre esto. Baste observar que fue una reacción de los campesinos, que habían tenido que pagar el coste de la revolución de febrero, contra las demás clases de la nación, una reacción del campo contra la ciudad. Esta reacción encontró gran eco en el ejército, al que los republicanos del National no habían dado fama ni aumento de sueldo; entre la gran burguesía, que saludó en Bonaparte el puente hacia la monarquía; entre los proletarios y los pequeños burgueses, que le saludaron como un azote para Cavaignac. Más adelante he de tener ocasión de examinar más en detalle el papel de los campesinos en la revolución francesa. El cambio drástico ilustrado por el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851, por ejemplo, no constituye sino la culminación de un despliegue histórico específico de la sociedad burguesa francesa entre 1848 y 1851. Pero se trata ahí de un despliegue de fuerzas caracterizado, en un primer momento, por la alianza de las clases significativas de esa sociedad o, mejor dicho, de sus representaciones políticas (”la oposición dinástica, la burguesía republicana, la pequeña burguesía democrático-republicana, el proletariado social democrático”), en contra de la monarquía de Luis Felipe, de la “dominación exclusiva de la aristocracia financiera”, de una “parte reducida de la burguesía”, es decir, en contra de una forma de Estado y de un régimen político monárquico de carácter excluyente, que no expresa ni las aspiraciones del proletariado ni las de la “totalidad” de la burguesía. En un segundo momento, caracterizado por el desplazamiento de unas fuerzas por otras, del proletariado y de la pequeña burguesía por la burguesía dinástica y por la burguesía republicana. En un tercer momento, por la derrota política de la burguesía republicana y de la pequeña burguesía democrático-republicano. Finalmente, en un cuarto momento, por la escisión interna del Partido del Orden de (la burguesía dinástica) y por el ascenso golpista de Luis Bonaparte, con un triunfo no solo para Francia, sino para gran parte de Europa occidental al instaurar un nuevo orden.

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