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Templos Y Claustros

ibeth773 de Diciembre de 2012

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Actividad. 12. Templos y claustros.

LOS ROSTROS DE LA IGLESIA

La iglesia influía en las decisiones políticas e intervenía con la vida cotidiana, daba respaldo moral a decisiones del gobierno y justificaba el orden social. El orden social considerado como divino, separaba a los habitantes en clérigos y laicos. Los clérigos eran superiores por ser los representantes de Dios. Sin embargo, la iglesia no actuaba de manera uniforme y en total acuerdo, existían dentro de ella dos grandes sectores: el clero secular y el clero regular.

CLERO SECULAR CLERO REGULAR

Vivía en el siglo o saecuhum y no era en comunidades, dependía directamente de los obispos y estaba formado por el cabildo de la catedral y por los sacerdotes que tenían a su cargo la administración religiosa en algunos santuarios, parroquias y capillas. Varios miembros de este clero se organizaban en congregaciones, siendo las dos más importantes de la capital de san Pedro y la del oratorio de San Felipe.

Habitaba en conventos bajo una regla y estaba formado por diversas órdenes religiosas. Las órdenes de mujeres no eran consideradas parte del clero por su género, si estaban sometidas a reglas monacales y cada uno de sus monasterios poseía una gran autonomía.

El poder espiritual iba a acompañado de los poderes económico y político. Los infieles buscaban el acceso al paraíso después de la muerte y no dudaban en ofrecer generosas limosnas, herencias, aportar sus bienes a alatares, culto a imágenes, misas cantadas. funciones solemnes, fomento de cofradías y otras fuentes pías que constituían una fuente permanente de riqueza para el clero secular y regular.

LOS TEMPLOS Y EL CLERO SECULAR

Es increíble el lugar que ocupaba la iglesia en este contexto, sin duda era el de mayor actividad e incidencias en la vida social, ámbito de convivencias y de relaciones. Todo el dinero que se recababa se mandaba a España para subvencionar, en teoría, la guerra del rey católico hacía contra los turcos.

El sermón ocupaba un gusto especial en los fieles que asistían a las ceremonias y un tema central fue el de la necesidad de ofrecer sufragios por las ánimas del purgatorio: en ellos se mostraba a hombres y mujeres e incluso niños pagando por sus pecados entre las llamas (infierno).

Algunos predicadores destacados daban a la imprenta sus sermones para que la gente los comprara y los leyera.

Las damas de abolengo eran acompañadas por sus pajes que cargaban con bancos y cojines, pues no alcanzan los asientos en la iglesia, sin embargo, el número de asistentes entre semana disminuía. Los que iban a recibir confesión acudían arrodillados frente a un mueble que impedía el contacto entre el sacerdote y el penitente, como se menciono anteriormente, los fieles acudían a los templos a rendir culto a sus imágenes. También eran lugares de oración y la gente estaba casis siempre de rodillas, sien embargo no faltaba quienes iban a charlar, a enterarse de vidas ajenas o a buscar aventuras galantes. El arzobispo Aguilar y Seijas despreciaba este tipo de actos. El arzobispo Fray Payo, emitió un edicto prohibiendo que se comiera y bebiera dentro de las iglesias, pues, eso era “escándalo e indevoción intolerable”.

En ocasiones, el templo llegó a ser asilo para delincuentes que solicitaban ese privilegio.

También había pequeñas capillas y ermitas, pequeños edificios construidos en los alrededores de la ciudad donde se veneraba un solo santo y se decía una misa dominical. Ejemplos de capillas son: las de Santo Tomás de la Palma, la Candelaria de los Patos y San Jeronimito, todas en los barrios orientales de la ciudad.

A las capillas seguían en importancia los templos anexos a los conventos de monjas y de frailes, se construyeron diez entre 1670 y 1700. La característica principal de estas iglesias eran sus coros, espacios en donde se cantaban las oraciones comunitarias siete veces al día. En estas iglesias conventuales podían encontrarse lapidas de gente de diferentes niveles y que eran enterrados según su rango y donaciones. Era importante tener un lugar cerca el altar, para esperar el día del juicio final.

En los templos de monjas y religiosos, se administraban los sacramentos de la confesión y la eucaristía. Las iglesias parroquiales tenían por exclusividad el bautismo y el matrimonio.

Las primeras parroquias fueron fundadas por franciscanos y hasta a mediados del siglo XVIII se siguieron llamando de “indios”. De estas había seis:

• Tres administradas por franciscanos: San José de los Naturales, Santa María la Redonda y Santiago Tlatelolco.

• Tres por agustinos: San Pablo, San Sebastián y Santa Cruz

• Una séptima parroquia llamada la le lengua, es decir, para los indios fuereños. Se hacían cargo los dominicos en la capilla del Rosario en el templo de Santo Domingo.

• El clero secular tiene a su cargo la administración a las cuatro parroquias de “españoles”: el Sagrario, Santa Veracruz, Santa Catarina y San Miguel.

La separación étnica nunca fue respetada y cada quien acudía a la iglesia más cercana a su comunidad.

En este siglo proceden los primeros intentos de controlar la feligresía mediante padrones parroquiales. Llevar estos empadronamientos convenía tanto a las autoridades eclesiásticas como alas seculares, pues se tenía un buen registro fiel de tributarios, actividades y domicilios que podía servir tanto para fines de censo, como para la localización de delincuentes o infractores. Estamos ante un empadronamiento que no tenía equivalente en otras instituciones urbanas de aquella época.

El centro en el que se inició esta política de control de la feligresía, fue la Catedral, el templo más importante de la ciudad de la sede del arzobispado y cabeza de todas las iglesias de la Nueva España. Los acontecimientos más importantes se desarrollaban dentro de sus cinco naves, recién inauguradas en 1667 por el Virrey Mancera. La Catedral contaba también con una “capilla” o coro de niño, que después de 1668 dirigía el maestro y compositor Antonio Salazar. Para los sueldos del arzobispo, cabildo y empleados, así como para los gastos litúrgicos, la catedral administraba una renta anual de trescientos mil pesos provenientes de los diezmos.

Sólo en la Catedral se podían celebrar dos ritos sacramentales, la confirmación y la ordenación sacerdotal.

El cabildo eclesiástico era encabezado por el deán y el arce deán, secretarios que controlaban el movimiento de la sede; lo seguían el chantre, el maestrescuela, el tesorero y racioneros encargados de las misas, confesiones, bautizos y, en fin, dela administración religiosa, eran auxiliados por numerosos capellanes.

Todas las actividades que los miembros de cabildo desempeñaban en la Catedral estaban reguladas por un estricto protocolo fijado desde el tercer concilio Provincial Mexicano de 1585. Se establecía la necesidad de nombrar un maestro de ceremonias que dirigiera el ritual cotidiano.

Además de Cabildo, en la Catedral funcionaba también la sede de las parroquias más importantes de la ciudad, el Sagrario. En su capilla de San José, los cuatro curas catedralicios administraban bautizos, matrimonios y llevaban el registro correspondiente, además del de las funciones y del cumplimiento pascual. La parroquia del Sagrario administraba a fines del siglo XVII cerca de ochenta mil almas y controlaba el territorio de la recién creada demarcación de San Miguel , cuyo cura era considerado el quinto párroco de la Catedral.

Con todo, una parte importante del aparato burocrático de la sede no funcionaba en la Catedral, sino en el palacio episcopal. En este tribunal se dirimían muy variados asuntos: pleitos civiles con laicos en los que estaba inmiscuido un eclesiástico; enjuiciamiento de delitos cometidos por sacerdotes o monjas; causas matrimoniales diversas, las idolatrías y delitos contra la fe entre los naturales.

Aunque la Catedral fue la cabeza administrativa de la diócesis los santuarios eran los templos que recibían la mayor afluencia de fieles a lo largo de todo el año.

El de los Remedios, por su lejanía, era el menos visitado. El santuario del Tepeyac era algo distinto; tan cercano a la ciudad que se podía ir a pie, su templo se convirtió en el lugar de peregrinación más visitado y venerado por todos sus habitantes.

Un tercer templo, construido entre 1600 y 1622 que funcionó a lo largo del siglo XVII, fue demolido en 1695 para poner en su lugar la primera piedra del santuario.

Ir a “vejarse a la villa”, es decir, recorrer el atrio del santuario de rodillas o azotándose, era una de las mandas u ofrecimientos más comunes a la virgen morena.

El santuario fomentaba una emotividad que permitió a la gente descargas sus angustias, solucionando psíquicamente sus necesidades.

LOS CONVENTOS MASCULINOS

En la ciudad de México, desarrollaban su actividad doce órdenes religiosas masculinas de muy diferente procedencia y espiritualidad. Franciscanos, dominicos y agustinos, cuyo origen se remontaba al siglo XIII. La vida comunitaria era la base de su ideario. Carmelitas y mercedarios, llegados más tarde a la capital, no tenían cuartos para indios, aunque sus conventos se encontraban en esos barrios; jesuitas y filipenses, órdenes modernas nacidas en el Renacimiento y dedicadas a predicar y educar, no daban a la convivencia en comunidad ninguna importancia; juaninos, hipólitos y betlemitas se dedicaban básicamente al cuidado de os hospitales; los benedectinos,única orden masculina de tipo contemplativo que llegó a México, tenían contacto con el mundo solo a

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