Asesnato En El Orient Express
pepita6534318 de Marzo de 2015
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En una fria noche de invierno, el teniente Dubosc cumplía la misión de despedir en la estación de tren de Alepo, en Siria, al detective Hércules Poirot quien en la madrugada se embarcaría en el Taurus Express con destino a Estambul. El detective acababa de regresar de una misión y estaba dispuesto a permanecer unos días en la ciudad de Turquía, como turista, para luego retomar sus asuntos.
Dubosc y Poirot permanecieron charlando en el andén hasta que un encargado dio aviso de que el tren arrancaría en cinco minutos, Poirot calculó que siendo las cinco menos cinco llegaría a Constantinopla la tarde del día siguiente, a las 19:40. Hércules Poirot se despidió del teniente Dubosc, subió al tren y deseó tan solo que la nieve no se interpusiera en el camino del Taurus Express. Ya en su compartimiento, notó que había muy pocos pasajeros pero era de esperarse, ya que en esa época del año no había muchos turistas; el detective se acomodó en la litera hasta que quedó dormido.
El detective despertó a las 9:30 de la mañana, se dirigió inmediatamente al comedor en busca de café, al llegar, encontró a los otros dos únicos pasajeros; ambos ingleses, uno de ellos era el Coronel Arbuthnot del ejército inglés en la India y quien lo acompañaba en la mesa era Mary Debenham una institutriz recién llegada de Bagdad. A la hora del almuerzo, el coronel y la institutriz volvieron a sentarse
juntos ignorando la presencia del detective Poirot quien se deleitaba observándolos y analizándolos.
En horas de la noche llegaron a la estación de Konya, Mary Debenham y el Coronel Arbuthnot bajaron del tren para estirar las piernas, recorrieron el nevado andén y unos 10 minutos después, Hércules Poirot decidió hacer lo mismo hasta que vio unas figuras borrosas que murmuraban y alcanzó a oír “Ahora no. Ahora no. Cuando termine todo. Cuando lo dejemos atrás”, en seguida se dio cuenta que se trataba de Mary y Arbuthnot.
Al día siguiente, eran las 14:30 de la tarde y en el comedor había ocurrido un incidente por lo que el tren se detuvo, situación que retrasaría su llegada al Bósforo. La joven estaba intranquila ya que le urgía llegar a tiempo para tomar la conexión con el Simplon Orient. Poirot la miró con curiosidad puesto que la mujer se sostenía fuerte y nerviosamente de la barra de la ventanilla. El tren reanudó su curso y llegaron al Bósforo sólo con 5 minutos de retraso, allí los pasajeros se separaron. Una vez que desembarcaron, Poirot fue al hotel Tokatlian.
En el hotel, el detective pidió una habitación y preguntó si le había llegado alguna correspondencia. Había tres cartas y un telegrama inesperado que lo citaban a Inglaterra por una complicación de un caso, por lo tanto, debía reservar un compartimiento en el Simplon Orient. Como aún tenía tiempo para comer, se dirigió al restaurante donde se
encontró con un viejo amigo, el Monsieur Bouc, director de la Compagnie Internationale des Wagons Lits; ambos se sentaron en la mesa y Poirot una vez más miró a su alrededor para observar a los presentes en el restaurante, eran unas pocas personas pero sólo dos de esos pocos interesaban al detective, al parecer eran norteamericanos, el más joven tenía unos 30 años y el otro oscilaba entre los 60 y 70 años, que a pesar de su aspecto distinguido y respetable, parecía poseer cierta malevolencia en sus ojos; Monsieur Bouc pensó lo mismo pero no le dio tanta importancia.
En ese momento apareció el conserje del hotel diciendo que no había compartimientos disponibles en el Simplon Orient, lo que le pareció extraño a Poirot y a Monsieur Bouc ya que no era época de turistas, según el conserje, fue una simple coincidencia que todos los pasajeros decidieran viajar esa misma noche en el Simplon Orient Express.
Una vez en el andén, Monsieur Bouc llamó a uno de los encargados y le pidió que buscara algún compartimiento que esté desocupado, al no encontrar, Bouc preguntó si todos los pasajeros estaban a bordo o faltaba alguno, a lo que el conserje respondió que uno no había llegado aún, era Míster Harris. Monsieur Bouc ordenó que ubicaran a Poirot en el compartimiento del pasajero faltante. Para sorpresa del detective, su compañero de cuarto era el joven norteamericano del hotel Tokatlian, Mr. McQueen. Para romper el
clima tenso, se pusieron de acuerdo con respecto a las literas que ocuparían, y comenzaron a charlar amablemente.
Al día siguiente, a la hora del almuerzo Poirot y Bouc se acercaron a la mesa y una vez más se pusieron a analizar a los demás pasajeros, esta vez el comedor del tren se encontraba lleno. Había personas de todas las nacionalidades. En una de las mesas estaban 3 simples viajeros, uno de ellos italiano, otro inglés y el último era norteamericano; cerca de la ventana se encontraba una mujer con una gran fealdad pero que le daba distinción, era la princesa rusa Dragomiroff. En la mesa posterior, estaba Mary Debenham acompañada de otras dos mujeres, Mistress Hubbard y una mujer de rostro ovejuno que al parecer era sueca. En la mesa contigua estaba sentado solitariamente el Coronel Arbuthnot quien tenía su mirada fija en Mary. Después de él venía una pareja perteneciente a la Embajada húngara, la mujer era claramente más joven que el hombre y por último, había una doncella, tal vez alemana o escandinava, probablemente alemana.
Quedaban dos comensales, McQueen y su jefe Mr. Ratchett que seguía provocándole desconcierto a Hércules Poirot. Luego de un buen rato, Monsieur Bouc había terminado de almorzar y volvió a su compartimiento, de la misma manera los demás pasajeros se retiraron hasta que solo quedaban, en el comedor, el detective Poirot y Mr. Ratchett; éste último se acercó a la mesa de Poirot
para pedirle que se ocupe de su seguridad, ya que según él su vida corría peligro, incluso le ofreció dinero pero Poirot rechazó la oferta. Mr. Ratchett quiso saber porque no estaba dispuesto a ayudarlo a lo que Poirot respondió que no le agradaba, por lo que, acto seguido abandonó el comedor.
Esa noche, llegaron a Belgrado Poirot bajó al andén pero como hacía mucho frío volvió al tren en donde el conserje le dijo que lo trasladaron al compartimiento de Monsieur Bouc, pues su amigo se acomodó en el vagón Atenas (otro vagón que se acababa de enganchar). El segundo día de viaje, la relación entre los pasajeros era menos rígida, todos conversaban con confianza en cualquier rincón del tren.
Dos puertas antes de su compartimiento, Poirot encontró a Mistress Hubbard con quien entabló una conversación hasta que se abrió la puerta del compartimiento vecino y apareció un joven pálido, el criado de Mr. Rtchett, se observaron unos a otros y la puerta volvió a cerrarse; Mistress Hubbard murmuró que el hombre (Mr. Ratchett) no le agradaba y sentía mucho miedo, más aún, porque dormía en la habitación siguiente. Poirot se despidió de Mistress Hubbard y ambos fueron a sus cuartos para dormir.
A la medianoche, Poirot se levantó sobresaltado… un grito lo había despertado, luego recordó que la habitación de a lado lo ocupaba Ratchett. El encargado del vagón golpeó la puerta, seguidamente, sonó un timbre y se encendió la
luz del compartimiento de Mistress Hubbard; antes de que el joven fuera a atenderla, Ratchett respondió al llamado del encargado diciendo que no fue nada. Mientras tanto, la Mistress, seguía presionando el timbre como una histérica. Antes de volver a dormir, Poirot vio la hora y eran la una menos veintitrés minutos.
Poirot no consiguió dormir inmediatamente, se percató que el tren estaba paralizado presumiblemente en alguna estación; el detective sintió seca la garganta así que tocó el timbre y el encargado que acababa de salir del cuarto de Mistress Hubbard, se acercó al de Poirot, éste pidió una botella de agua pero antes preguntó que estaba sucediendo, el encargado respondió que la Mistress creía que había un hombre en su habitación; le costó demostrarle que era imposible porque era un lugar muy pequeño como para lograr esconderse, además el tren se encontraba varado por culpa de la nieve. Poirot agradeció al encargado por la botella de agua y se recostó en su litera. Cuando estaba por dormir algo lo despertó nuevamente, esta vez escuchó como si un cuerpo pesado hubiese caído; se asomó a la puerta pero no vio nada a excepción de una mujer que se alejaba envuelta en un quimono escarlata. Finalmente, Poirot consiguió dormir.
Eran las 9:45 de la mañana, Poirot se encaminó hacia el comedor en donde todos los pasajeros se encontraban alarmados por la situación, incluso Mary Debenham, aunque se la notaba
menos ansiosa e impaciente comparado con el comportamiento que demostró en el Taurus Express. La mañana iba avanzando, algunos permanecieron en el comedor, entre ellos, Poirot hasta que un encargado le pidió que lo acompañe. Llegaron hasta el vagón donde se encontraba Monsieur Bouc, el jefe del tren, el doctor Constantine y Michel, el encargado de los compartimiento, quien por cierto estaba muy pálido a tal punto que parecía que desmayaría en cualquier momento; Bouc se encargó de contarle a Poirot que Mr. Ratchett fue asesinado durante la madrugada, y que el último en hablar con él fue Michel. Poirot asintió con la cabeza ya que oyó todo lo que sucedió en la madrugada. Luego, Michel contó que en la mañana llamó varias veces a la puerta pero nadie respondió, entonces, abrió con su llave la puerta pero ésta estaba encadenada por dentro, tuvo que romper las cadenas.
Poirot pensó por un momento que pudo haber sido suicidio pero el doctor aclaró que el cuerpo fue apuñalado 12 o 15 veces en diferentes partes. En ese instante, Poirot recordó que Ratchett sentía que su vida corría peligro. Sin
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