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Atmósferas - Peter Zumthor, Por Rodrigo Cárdenas Ortiz

rocaor4 de Marzo de 2015

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En el marco del Festival de Literatura y Música “Wege durch das Land” (caminos por el país) celebrado en Alemania en Junio del 2003, Peter Zumthor, ante la audiencia del palacio de Wendlinghausen, pronuncia un discurso en el cual intenta expresar y hacer comprender la metodología filosófica que ha definido su trayectoria como arquitecto.

El libro captura con la misma suntuosa sencillez de las palabras de Zumthor, su peculiar modo de apreciación de los entornos que lo rodean y el cómo esa influencia sensorial juega un papel preponderante en su manera de concebir la arquitectura. Con esto, Zumthor refiere a una cualidad holística de los espacios, la "atmósfera", un efecto conmocionante percibido por el usuario a través de esas cualidades espaciales… "una disposición de ánimo, una sensación en perfecta concordancia con el espacio construido, comunicada directamente a quienes lo contemplan, lo habitan, lo visitan e incluso, al entorno inmediato" (pág. 6)

Nos muestra a lo largo de su discurso el cómo esta categoría estética y sensorial desemboca en una sutil apreciación de las condiciones del entorno, y su consecuente extrapolación a su propia producción arquitectónica.

"Leer un lugar, dejarse envolver por el, trabajar el propósito, significado y objetivo del encargo, planear y proyectar la obra es, por tanto, un proceso intrincado y no simplemente lineal" (pág. 6)

Como punto de partida, Zumthor se cuestiona sobre la medida de la belleza. La descripción de una atmósfera, en pensamiento de él, busca calificar en medidas in-académicas la calidad del entorno, sus proporciones, su materialidad, la belleza interior, "el corazón de las cosas, la cualidad poética de las cosas". Para Zumthor la calidad arquitectónica radica en un concepto tan simple como inmenso… "que un edificio conmueva"(pág. 11). Observar, entender, procesar “¿qué te conmueve de ello, como puedes proyectar algo así? ¿Cómo pueden proyectarse cosas con tal presencia, cosas bellas y naturales que me conmuevan?” (pág. 11)

En esta teoría de la belleza, esa conmoción, ese corpus sensorial que suplementa a la función del espacio, que le aporta esa facultad casi mística y que constituye su particularidad, es la semilla de la calidad arquitectónica.

"Vemos a una persona y tenemos una primera impresión de ella...algo parecido me ocurre con la arquitectura, entro a un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera, y en décimas de segundo tengo una sensación de lo que es. La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad” (pág. 11)

Parece igual de importante el recalcar, al igual que Zumthor, ese paralelismo esencial que existe entre los reflejos producidos por un entorno arquitectónico sobre una persona, a aquellos producidos por otras manifestaciones artísticas. La alteración de los sentidos, una chispa de empatía percibida o una conmoción como resultado de percibir una atmósfera en el momento de penetrarla, difiere solo en el medio perceptivo, de las sensaciones producidas por una melodía o la observación de una composición plástica.

“En el primer movimiento de la sonta para viola de Brahms (Sonata no. 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos… ya está ahí, y no se bien por qué, algo parecido ocurre también con la arquitectura”. (pág. 13)

“La arquitectura significativa nos hace experimentarnos a nosotros mismos como seres corporales y espirituales, de hecho, esta es la gran función de todo arte.” (Juhani Pallasmaa – Los ojos de la piel)

Para discernir mejor esta postura, Zumthor ejemplifica con la detallada descripción de una atmósfera tan cotidiana que raya en lo intransigente, elevándola a materia artística simplemente por la mera apreciación e interpretación de los detalles que la conforman: “…aquí estoy sentado en una plaza al sol, un gran soportal, largo, alto, hermoso bajo el sol. La plaza como un panorama ante mis ojos. A mi espalda la pared del café. La justa densidad de gente…la cara de enfrente de la plaza en sombra, de un apacible color azulado…ruidos maravillosos, conversaciones cercanas, pasos en la piedra… ¿qué me ha conmovido de allí? Todo, las cosas, la gente, los ruidos, los colores, las presencias materiales, las texturas, las formas…” (pág. 15)

Y es entonces cuando se comprende realmente la relación entre la atmósfera y aquel que la vive. La verdadera riqueza sensitiva del entorno, natural o construido, reside en el estado emocional del observador, “beauty is in the eye of the beholder”, es decir que todo está siempre dentro del usuario mismo, la atmosfera es entonces, a consideración de Zumthor, simplemente el catalizador. “Al quitarme la plaza de enfrente, mis sentimientos desaparecen con ella”. (pág. 17)

Pero este análisis de la percepción, a pesar de su valor conceptual, permanece en un estado intangible; analizar la alteración sensorial del espacio construido es meramente un ejercicio fenoménico, que aún requiere transformarse en algo palpable. Peter Zumthor en compresión de esto, nos habla a continuación de “La magia de lo real”.

“La arquitectura tiene su lugar en el mundo concreto. Es donde existe. Donde expone su estado” (Peter Zumthor, entrevista en Vanity Fair)

El café de la residencia de estudiantes de Hans Baumgartner (1930) es para Zumthor una estampa idónea de esta, así llamada magia de lo real. Esta imagen ya no es un intento de compresión de la promesa sensitiva de una atmósfera, sino su expresión física, posterior a una premeditada intención de producirla.

Es ahí donde donde se comprende una premisa que, aunque permanece sin ser mencionada en el escrito, parece muy clara: La atmósfera es una intención reflexionada, una postura consumada y no un efecto de la casualidad. Zumthor entonces se pregunta el cómo se llega a eso, como puedes, más allá de percibir, engendrar la percepción. “¿Puedo proyectar algo con esa atmosfera, con esa densidad, ese tono?” (pág. 19)

“Diatónica radical, versificación rítmica potente y diferenciada, nitidez de la línea melódica de las armonías, brillo cortante de los colores sonoros y, finalmente, simplicidad y transparencia de la textura musical y robustez del armazón formal” (André Boucourechliev sobre “el auténtico carácter de la gramática musical de Igor Stravinski (pág. 19). Esta frase, que sin mayor relación se empeña en mencionar, cuelga en la oficina de Zumthor, porque como se ha mencionado, existe el paralelismo entre universos artísticos y arquitectónicos y porque es una expresión analítica de algo real, es algo que toca, algo perceptible, algo que para él habla de atmósferas.

Zumthor ha ya denotado su interés por el estudio y producción de espacios de calidad arquitectónica y sin más, procede a mencionar los ingredientes artesanales que sustentan su metodología, consistentes de nueve respuestas (como él las refiere) altamente sensibles e individuales.

La primera de ellas. El cuerpo de la arquitectura.

“La presencia material de las cosas propias de una obra de arquitectura, de la estructura” (pág. 23)

En este breviario, Zumthor habla sobre el principio material de la obra arquitectónica, el primer y más grande secreto de la arquitectura “reunir materiales y cosas del mundo para que juntos, creen este espacio” (pág. 23) y producir una masa corpórea, lo que la conforma físicamente, una anatomía de estructuras y materiales, comparable en su concepto a una anatomía antropoide de huesos, órganos y piel.

Desde un particular punto de vista, interpreto lo que Zumthor encuentra en esta proposición, como el valor espiritual de un quehacer edificatorio, cuando está enmarcado por una esencia humana, cuando se entiende el fenómeno arquitectónico como una metáfora del fenómeno humano.

La consonancia de los materiales

“Los materiales concuerdan armoniosamente entre si y producen brillo, y en esa composición de materiales surge algo único. Los materiales no tienen límites, coged una piedra, podéis serrarla, afilarla, horadarla, hendirla y pulirla…veréis que siempre es otra”. (pág. 25)

Aquí su segundo gran secreto comprendido es el infinito enaltecimiento de las posibilidades de cada material; como se ha dicho anteriormente, los materiales forman parte de la anatomía arquitectónica y así a su vez, estos poseen un cuerpo y una esencia cambiantes a merced de su relación con otros materiales.

Para Zumthor existe toda una dialéctica respecto a la correspondencia entre materiales, muy claro lo deja en una breve anécdota en la que relata su dificultad para vincular la suavidad de la madera de arce a la tosca textura del hormigón, optando por madera de ébano y dejándose llevar por la dureza intrínseca de esta, solo para darse cuenta al verlo todo realizado, que el arce con su innata suavidad, consonaba mucho más armoniosamente.

“…hay una cercanía crítica entre los materiales que depende del tipo de material y de su peso…llega un punto en el que se distancian demasiado unos de otros, no vibran conjuntamente” (pág. 27)

El sonido del espacio

“Todo espacio funciona como un gran instrumento, mezcla los sonidos, los amplifica, los transmite a todas partes”. (pág. 29)

En este tercer apartado, al hablar de la sonoridad, Zumthor evoca algo más reflexivo que la simple acústica, refiere a la forma en que los materiales y acabados que componen el espacio hacen que los sonidos se trasmitan de una forma u otra, y como ello se

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