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El Laberinto De La Soledad


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  1.931 Palabras (8 Páginas)  •  282 Visitas

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El laberinto de la soledad

Octavio Paz

.“El Laberinto de la Soledad”, es un estudio del mexicano. Realmente se me hace muy curioso el cómo inicia paz su obra ya que habla sobre el adolescente y su asombroso descubrimiento de sí mismo, que lo lleva por conclusión, a una consciente soledad en el mundo. ¿Qué somos y cómo realizaremos eso que somos?

La adolescencia, ese preciso momento en que tomamos conciencia de nuestro ser, es comparado por el autor con los pueblos “en trance de crecimiento”. Es entonces donde México, estaba hecho de distintas razas, además de las diferentes lenguas.

Fue en la ciudad de Los Ángeles donde Octavio Paz comenzó su análisis, comparando precisamente al gringo promedio, con más de un millón de mexicanos que ahí radicaban.

Mexicanos que no se mezclan y que se auto nombran Pachucos. Es decir, “Bandas de jóvenes generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del sur, que se singularizan por su vestimenta conducta y lenguaje”. Personas que no quieren volver a su origen mexicano, pero que tampoco quieren pertenecer al sistema americano. El Pachuco, según Octavio Paz, “Es uno de los extremos a los que puede llegar el mexicano”. Siempre marginal, al Pachuco le gusta irritar a la sociedad, entonces, y sólo entonces, el Pachuco encuentra su lugar en el mundo y por lo tanto, su razón de ser. Se siente libre de romper las reglas, de conocer lo prohibido, en pocas palabras, de desafiar al sistema. Entonces el Pachuco se sabe distinto y por ello, se sabe solo.

Paz niega el supuesto complejo de inferioridad que caracteriza al mexicano. “Sentirse solo no es sentirse inferior sino distinto”, de hecho, la soledad no es una ilusión, es la vida contemplada con los ojos abiertos. Sin embargo el mexicano “siempre está lejos, del mundo y de los demás, y por supuesto lejos también de sí mismo.” Capaz incluso de hacer uso del silencio, además de la palabra, como un instrumento de defensa.

Y a propósito de la palabra, el poeta reflexiona sobre el poder real que la palabra misma ejerce sobre el mexicano. Conceptos como “rajarse”, revelan el grado de machismo que todos llevamos dentro. Lenguaje secreto, ingenioso, de fuertes connotaciones sexuales que agrede, reta, y finalmente, termina por demostrar nuestro carácter cerrado frente al mundo.

El mexicano usa máscaras para proteger su intimidad, no le interesa la ajena y por lo tanto, el círculo de la soledad se vuelve a cerrar. Las derrotas se sufren con dignidad.

La vanidad masculina, heredada de los indígenas y los españoles, se regodea bajo la sumisión, económica, moral y social de la mujer. “En un mundo hecho a la imagen del hombre, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos”. Sin embargo, también se está consciente de que la mujer, la tierra, representa la continuidad de la especie, el orden, y la dulzura. Las máscaras del mexicano, sus mentiras, reflejan sus carencias, lo que fuimos y queremos ser. El ejemplo que usa el autor es en verdad desconcertante: De niño, escuchó un ruido y al preguntar quién era, una sirvienta recién llegada le contestó: “No es nadie señor; soy yo”. Alguien se vuelve nadie y sin embargo, está presente siempre.

Es por ello que la contradicción forma parte del mexicano. “Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo” y las Fiestas populares, resultan el desagüe idóneo para tal efecto. Durante las Fiestas populares, desde el grito de independencia hasta el día de la raza, el mexicano se siente completo, seguro. La razón es sencilla, en ese instante, en ese presente, “el pasado y el futuro al fin se reconcilian”. Donde el mexicano derrocha esperando que el derroche mismo atraiga a la abundancia y si no la atrae, por lo menos se aparenta.

Uno de los festejos que más llama la atención: es el día de muertos. Ya desde antes de la llegada de los españoles, los indígenas creían que la vida se continuaba con la muerte, y de hecho, la vida misma se alimentaba de la muerte.

Actualmente, Paz señala, “todo funciona como si la muerte no existiera”, se exalta la salud con drogas milagrosas en un siglo donde también hubo campos de concentración. Para el mexicano moderno, la muerte ha dejado de ser tránsito, ahora es su amor más permanente, su juguete favorito.

Paz abre el capítulo de la Malinche, con una dura crítica al capitalismo. Sistema económico o modo de producción donde la condición humana es rebajada hasta sus últimas consecuencias. Produce mercancía que el mismo consume. Luego, el autor sorprende con una frase demoledora. “El mexicano no quiere o no se atreve a ser el mismo” ya que demasiados fantasmas lo habitan: la conquista, la colonia, la independencia, las guerras contra Francia y Estados Unidos “nuestro buen vecino”, demasiados abandonos por parte de los dioses. Sin embargo, los mexicanos tenemos una manera de exorcizar a nuestros demonios. Un grito es suficientes: ¡Viva México hijos de la Chingada! Y ¿quién es la Chingada? es la mujer abierta, violada, es el resultado del conquistador, penetrando por la fuerza a la mujer indígena. Sin embargo, los hijos de la Chingada son los otros, los no mexicanos, los malinchistas.

La Malinche, encarna al mito, nadie en México le perdona su colaboración con el invasor y también, nadie en México negaría a la Virgen de Guadalupe su lugar como madre suprema de todos los mexicanos; seres provenientes de la soledad “fondo de dónde brota la angustia y que empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos en un mundo extraño y hostil”. Y Así, la Chingada y la Virgen de Guadalupe, ambas figuras pasivas, representan el amor odio del mexicano hacía sí mismo.

Y aquí es en donde tenemos que regresarnos a los sucesos pasados para entender la conducta del mexicano ya que al llegar los españoles al nuevo continente, encontraron una civilización perfectamente estructurada: Mesoamérica, en donde los dioses Tláloc, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mixcóatl, etc, contemplaron sin duda, la llegada del invasor.

Al

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