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Era Del Vacio

oliversitho9 de Diciembre de 2014

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Comprension Lectora

Titulo La Era del Vacio

Autor Gilles Lipovetsky

Glosario Nihilista - Doctrina filosófica que, basándose en la inexistencia de algo permanente, sostiene la imposibilidad de cualquier conocimiento.

Modernidad - Conjunto de ideas, costumbres o usos que se consideran modernos o avanzados.

Violencia - Uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo

Barbarie - Actitud de la persona o grupo que actúan fuera de las normas de cultura, en especial de carácter ético, y son salvajes, crueles o faltos de compasión hacia la vida o la dignidad de los demás.

Preguntas y Respuestas

CAPÍTULO IV

MODERNISMO Y POSMODERNISMO Surgida en el curso del último decenio en la escena artística

e intelectual, aunque no escapa del todo a un efecto de moda, la

noción indiscutiblemente equívoca de posmodernismo presenta,

con todo, el especial interés en relación a las declaraciones siempre

rimbombantes de la enésima novedad decisiva, de invitar por

el contrario a un retorno prudente a nuestros orígenes, a una perspectiva

histórica de nuestro tiempo, a una interpretación en profundidad

de la era de la que salimos parcialmente pero que, en

muchos aspectos, prosigue su obra, mal que les pese a los paladines

ingenuos de la ruptura absoluta.

Nos hemos negado aquí a circunscribir

el posmodernismo a un marco regional, estético, epistemológico

o cultural: si aparece una posmodernidad, ésta debe designar

una ola profunda y general a la escala del todo social, puesto

que es cierto que vivimos unos tiempos en que las oposiciones rígidas se borran, en que se difuminan las preponderancias, en

que la inteligencia del momento exige poner de manifiesto las

correlaciones y homologías.

La cultura antinómica Desde hace más de un siglo el capitalismo está desgarrado

por una crisis cultural profunda, abierta, que podemos resumir con

una palabra, modernismo, esa nueva lógica artística a base de

rupturas y discontinuidades, que se basa en la negación de la

tradición, en el culto a la novedad y al cambio. El modernismo no

se contenta con la producción de variaciones estilísticas y temas

inéditos, quiere romper la continuidad que nos liga al pasado,

instituir obras absolutamente nuevas. Aunque lo más curioso es que el furor modernista descalifica, al mismo tiempo, las obras

más modernas: las obras de vanguardia, tan pronto como han

sido realizadas, pasan a la retaguardia y se hunden en lo ya visto,

el modernismo prohibe el estancamiento, obliga a la invención perpetua, a la huida hacia adelante, esa es la “contradicción” inmanente al modernismo.

Esa contradicción dinámica del modernismo creativo es substituida

por una fase no menos contradictoria, y además, fastidiosa y vacía de toda originalidad. El dispositivo modernista que se ha encarnado de forma ejemplar en las vanguardias está acabado, más concretamente y según Daniel Bell, lo está desde hace medio

siglo. Las vanguardias no cesan de dar vueltas en el vacío, incapaces de una innovación artística importante. La negación ha perdido su poder creativo, los artistas no hacen más que reproducer y plagiar los grandes descubrimientos del primer tercio de siglo.

Modernismo y valores democráticos El modernismo no es una ruptura primera e incomparable: en

su furor por destruir la tradición e innovar radicalmente, el modernismo

prosigue en el orden cultural, con un siglo de diferencia,

la obra propia de las sociedades modernas que buscan instituirse

bajo la forma democrática. El modernismo no es más que un

aspecto del amplio proceso secular que lleva al advenimiento de

las sociedades democráticas basadas en la soberanía del individuo

y del pueblo, sociedades liberadas de la sumisión a los dioses,

de las jerarquías hereditarias y del poder de la tradición. Desde ahora la sociedad se ve

obligada a inventarse a sí misma de arriba abajo, según la razón

humana, no según la herencia del pasado colectivo, ya nada es intangible, la sociedad se apropia el derecho de guiarse a sí misma sin exterioridad, sin modelo impuesto absoluto. El modernismo es de esencia democrática: aparta el arte de

la tradición y la imitación, simultáneamente engrana un proceso de legitimación de todos los sujetos.

Modernismo y cultura abierta A pesar de la ausencia de unidad y del sincretismo del arte moderno, puede observarse en él una fuerte tendencia que D. Bell denomina el “eclipse de la distancia” , proceso inédito que recubre la nueva estructura, la nueva finalidad y la nueva recepción de las obras. En las artes plásticas, el eclipse de la

distancia corresponde a la destrucción del espacio escenográfico

euclidiano, profundo y homogéneo, constituido por planos seleccionados,

por un contenido y un continente ante un espectador inmóvil mantenido a cierta distancia.

La cultura modernista, universalista

en su proyecto, está simultáneamente regida por un proceso

¿e personalización, dicho de otro modo, por una tendencia a reducir

o a abolir el estereotipo del yo, de lo real y de la lógica, por una tendencia a disolver el mundo de las antinomias, las de lo subjetivo y objetivo, de lo real y lo imaginario, del sueño y la vigilia, de lo bello y lo feo, de la razón y la locura y ello, para emancipar el espíritu, para escapar a las sujeciones y los tabúes,

liberar la imaginación, reapasionar la existencia y la creación. Lejos

de una retirada al interior del yo, se trata de una perspective revolucionaria dirigida contra las barreras y distinciones titánicas de la «vida de los perros», una voluntad de personalizar

sdicalmente al individuo, de crear un hombre nuevo, abrirlo a la verdadera vida. El proceso de personalización cuya obra conste en fundir las rigideces y afirmar la idiosincrasia del individuo te manifiesta aquí en su fase inaugural revolucionaria.

Consumo y hedonismo: hacia la sociedad posmoderna Se acabó la gran fase del modernismo, la que fue testigo de los escándalos de la vanguardia. Hoy la vanguardia ha perdido su virtud provocativa, ya no se produce tensión entre los artistas innovadores y el público porque ya nadie defiende el orden y la tradición.

Entonces entramos en la cultura postmoderna, esa categoría

que designa para D. Bell el momento en que la vanguardia ya no suscita indignación, en que las búsquedas innovadoras son legítimas, en que el placer y el estímulo de los sentidos se

convierten en los valores dominantes de la vida corriente. En este sentido, el posmodernismo aparece como la democratización del hedonismo, la consagración generalizada de lo Nuevo, el triunfo de la anti-moral y del antiinstitucionalismo, el fin del divorcio entre los valores de la esfera artística y los de lo cotidiano.

El hombre moderno está abierto a las novedades,

apto para cambiar sin resistencia de modo de vida, se ha vuelto

cinético. La lógica acelerada de los objetos y mensajes lleva a su punto culminante la autodeterminación de los hombres en su vida privada mientras que, simultáneamente, la sociedad pierde su entidad específica anterior, cada vez más objeto de una programación burocrática generalizada: a medida que lo cotidiano es elaborado minuciosamente por los conceptualizadores e ingenieros, el abanico de elecciones de los individuos aumenta, ese es el efecto paradójico de la edad del consumo.

Consumo de masa: a pesar de su indiscutible verdad, la formula no está exenta de ambigüedad. No cabe duda de que el acceso de todos al coche o a la televisión, el tejano y la coca-cola, las migraciones sincronizadas del fin de semana o del mes de agosto designan una uniformización de los comportamientos. Pero se olvida con demasiado frecuencia la cara complementaria e inversa del fenómeno: la acentuación de las singularidades, la personalización sin precedentes de los individuos.

Agotamiento de la vanguardia Manifestación artística del posmodernismo: la vanguardia ha

llegado al final, se ha estancado en la repetición y substituye la Invención por la pura y simple inflación. Los años sesenta son el saque del posmodernismo: a pesar de su agitación, no han realizado

ninguna revolución en el ámbito de la forma estética a excepción de algunas innovaciones en la novela. En otros ámbitos el arte imita las innovaciones del pasado, añadiéndose más violencia, crueldad y ruido.

Decir que la vanguardia es estéril desde 1930 es probablemente

un juicio exagerado, inaceptable, al que sería demasiado fácil oponer varios creadores y movimientos ricos en originalidad.

Así, y sea cual sea la exageración de lo dicho, desencadena, especialmente en nuestros días, un auténtico problema sociológico y estético.

Agotamiento de la vanguardia; ello no significa que el arte haya muerto, que los artistas hayan perdido la imaginación, ni que las obras más

interesantes se han desplazado, ya no buscan la invención de lenguajes en ruptura, son más bien subjetivas, artesanales u obsesivas y abandonan la búsqueda pura de lo nuevo.

Como los discursos revolucionarios duros o el terrorismo político, la vanguardia gira en el vacío, los experimentos prosiguen pero con

resultados pobres, idénticos o secundarios, las fronteras transgredidas son de manera infinitesimal,

...

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