Fortalez Digital: Resumen de contenidos

FORTALEZ DIGITAL

Traducción de Eduardo G. Murillo. ¿Puede existir un código imposible de descifrar? Así empiezan a creerlo en la sede de la NSA, la agencia más secreta de Estados Unidos, cuando se enfrentan a un reto que desafía incluso a las más sofisticadas computadoras. Susan Fletcher, experta criptógrafa, intenta romper la clave y evitar el derrumbamiento de los sistemas informáticos de seguridad nacional, mientras David, su novio, viaja a España para encontrar la respuesta en el cadáver del único hombre que podía tener la solución. Pero no está solo en su búsqueda: en las calles de Sevilla, un implacable asesino le sigue los pasos. Al mismo tiempo, en las instalaciones de máxima seguridad de la NSA, Susan se enfrenta a su propio drama. En sus oscuros pasillos, aislada del exterior, descubre que nada es lo que parece.

Aquel fin de semana tenía previsto ir con su prometido a las Smoky Mountains a celebrar sus seis meses de relación, pero un suceso estaba a punto de dar al traste con sus planes: el sábado, mientras todavía daba vueltas adormilada soñando con sus vacaciones, Susan Fletcher recibió la llamada de su jefe desde el Departamento de Criptografía de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos. No era la primera vez que la llamaban para ir a trabajar en fin de semana, pero en esta ocasión, la criptógrafa estaba lejos de sospechar lo que se avecinaba.

Le bastó una mirada al rostro de su superior para saber que algo iba mal, realmente mal: alguien había creado un programa llamado Fortaleza Digital, capaz de codificar mensajes y hacerlos indescifrables incluso para el superordenador de la Agencia, Transltr, que, en caso de que aquello fuera cierto, estaba a punto de quedar obsoleto. Terroristas y gobiernos enemigos iban a disponer de la herramienta perfecta para evitar que la primera potencia mundial pudiera interceptar sus mensajes con posibles ataques y objetivos, así que sólo quedaba una alternativa: descubrir al cerebro que había creado aquel código y enfrentarse a él antes de que los sistemas de defensa dejaran de ser efectivos. Pero el tiempo corría en su contra, y el autor del sabotaje no estaba precisamente dispuesto a facilitarles las cosas.

Unos años atrás fue expulsado de la Agencia Nacional de Seguridad pese a su brillante cerebro de criptógrafo, capaz de enfrentarse a los códigos más complejos y descifrarlos. Ahora, Ensei Tankado estaba a punto de cobrarse su venganza. Su programa Fortaleza Digital, capaz de encriptar mensajes que ningún ordenador pudiera descifrar, iba a ser vendido al mejor postor, y la Agencia disponía de muy poco tiempo para tratar de evitarlo.

ALGUNOS FRAGMENTOS:(Esto es para que te enganches y te animes a leerlo)

Estaban en las montañas, en su albergue favorito. David le sonreía.

-¿Qué dices, bonita? ¿Te quieres casar conmigo?

Recostada sobre la cama con dosel, ella levantó la vista, convencida de que era el hombre de su vida. Para siempre. Mientras escudriñaba sus profundos ojos verdes, una campana ensordecedora empezó a tañer en la distancia. Se lo llevaba. Extendió las manos, pero éstas sólo aferraron aire.

Fue el timbre del teléfono lo que arrancó por completo a Susan Fletcher de su sueño. Lanzó una exclamación ahogada, se sentó en la cama y buscó a tientas el aparato. -¿Hola?

-Susan, soy David. ¿Te he despertado?

Ella sonrió y rodó en la cama.

-Estaba soñando contigo. Ven a jugar.

Él rió.

-Aún está oscuro.

-Mmmm. -Ella emitió un ronroneo sensual-. En ese caso, ven a jugar de inmediato. Podemos dormir un poco antes de ir hacia el norte.

David exhaló un suspiro de frustración.

-Por eso llamo. Es por nuestra excursión. Tenemos que aplazarla.

-¡Cómo! -protestó Susan.

-Lo siento. He de hacer un viaje. Volveré mañana. Partiremos temprano. Aún nos quedarán dos días.

-Pero ya he reservado nuestra habitación de siempre en Stone Manor -protestó Susan.

-Lo sé, pero...

-Se suponía que esta noche iba a ser especial, para celebrar nuestros primeros seis meses. Te acuerdas de que estamos comprometidos, ¿verdad?

-Susan -suspiró David-. Ahora no puedo ir, me está esperando un coche

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