Resumen Del Desorden Digital
rucaro29 de Mayo de 2014
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RESEÑA CRÍTICA DE “EL DESORDEN DIGITAL”
El desorden digital es un libro realizado por el señor Anaclet Pons, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia. En el cual se abordan una serie de temas muy útiles para aquellas personas que deseen introducirse en el mundo de las humanidades, tal es así que el propio autor califica su obra como una “guía para historiadores y humanistas” . La verdad es que la definición dada por el autor es muy válida, ya que, como también indica el título, el tema tratado es el proceso de cambio en el cual nos encontramos, desde distintos puntos de vista, pero siempre centrándonos en la tecnología, como está ha afectado y como han afrontado estos nuevos métodos, los historiadores.
Para empezar a desarrollar las ideas tratadas en el libro, debemos de partir de una base, hay que entender todo el libro de forma crítica al igual que con todo lo que nos rodea, y sin duda con lo que más difícil nos resulta ser críticos es con lo mas cuotidiano, ya que nos resulta tan habitual que nos cuesta ponerlo en duda o cuestionarlo. Y justo eso es lo que hace Anaclet Pons en su obra, preguntarse porque y como trabajamos “¿Siempre hemos trabajado así?” Se pregunta Anaclet y como él, otros historiadores especialistas en la historia social.
Anaclet comienza describiéndonos como trabajaban los historiadores en un comienzo: “Nuestras primeras armas eran el papel y el bolígrafo o el lápiz. Equipados con esos pertrechos podíamos empezar consultando a nuestro mentor, para saber si el tema escogido habían sido tratados con anterioridad (…) El siguiente paso era leer, amasar conocimientos e interpretaciones sobre el asunto, acopiando un sinfín de datos” . Como vemos Anaclet se remonta a los inicios de los historiadores, los cuales debían buscar información viajando de biblioteca en biblioteca, eligiendo los archivos que les interesaban para sus investigaciones.
Además esa información era palpable, esa información que se encontraba en bibliotecas, iglesias y demás se conocía su validez y autenticidad. Para muchos Historiadores, esta es la única forma valida por la cual debe moverse un historiador que busque unos datos fiables, ya que podrá comprobar por sí mismo las fuentes primarias, este es el caso, de los que algunos historiadores les han etiquetado como Neoluditas, con los cales nos detendremos después.
Esta forma de trabajo se mantuvo, con algunas variaciones sin mucha relevancia, pero una de estas escasas relevancias puede ser que en los orígenes las fuentes eran escasas, y sin embargo posteriormente el material disponible para el historiador era mucho más numeroso, lo que le permitía profundizar más en algunos temas. Pero siempre dejando de lado lo que hoy conocemos como historia Social, que como hemos visto en clase, la escuela de los annales, sobre todo la segunda generación, busca darle una gran relevancia a este apartado de la historia, ya que nunca antes había tenido importancia y ellos la realzan a tema principal y aquello que un individuo de una clase social baja pudiera pensar o decir, es un tema a tratar, ahora ya no solo la aristocracia era digna de ser estudiada.
Cuando realmente se introdujeron cambios de peso fueron a lo largo de los años 80. El avance de las tecnologías llegó a todas las disciplinas, inventos como la máquina de escribir en unos inicios o el ordenador mucho después, han hecho que se produzca un giro radical en el trabajo de esta disciplina. En los 80 se consolidó la utilización de ordenadores personales y del correo electrónico, lo que “favoreció” a los historiadores a trabajar de forma mucho más rápida.
Así lo narra Anaclet: “Los estudiosos ya no necesitaban trasladarse a un centro de cálculo para llevar adelante sus investigaciones, podían hacerlo desde su despacho o su casa utilizando su propio ordenador, ayudándose bien pronto de los primeros procesadores de texto” . De esta forma queda clara la distinción entre los primeros historiadores y los de esta década. Aún siendo muy importante este nuevo avance, en la próxima década (90) aun ocurrirá un hecho más importante para el cambio y las preguntas que se plantea el libro de Anaclet.
En la década de los 90, se inaugura el internet, más concretamente en 1993 con el lanzamiento del primer navegador, Mosaic. Pronto tuvo una gran acogida por toda la sociedad, por lo tanto también entre los historiadores. Estas nuevas herramientas pronto fueron absorbidas y estudiadas creando una pequeña división entre los especialistas.
Algunos defendían que las nuevas tecnologías eran exclusivamente una herramienta que podía facilitar la tarea, en cambio, hubo otro sector que le atribuía más importancia a estas nuevas apariciones, ya que consideraban que las nuevas tecnologías debían de ser objeto de análisis. De esta forma algunos historiadores se hacen preguntas como: qué son, como funcionan, para que etc. Estas preguntas se encadenaron a otro debate como es el de si las nuevas tecnologías son o no un debate.
Hoy tenemos historiadores en ambas corrientes, hay historiadores que defienden la existencia de una disciplina propia, como puede ser el caso de Lou Burnard, y en otra posición estarían autores como Tito Orlandi, el cual considera que es un sin sentido hablar de disciplina tecnología no tendría sentido. Encontramos un artículo suyo en internet en el cual dice: “Si no es demasiado tarde, tenemos que tratar de persuadir a las organizaciones académicas que Humanities Computing como una disciplina” . La opinión de Anaclet queda resumida en su libro: “Entiendo que ambas posiciones se pueden considerar acertadas, pero es la idea de transversalidad la que mejor responde a las circunstancias del campo, sobre todo para los historiadores”
Internet logro una expansión sin precedentes, de tal manera que en sus escasos años de vida, ya contaba con algunos buscadores muy eficientes o incluso en abril de 1993, Johns Hopkins University creó MUSE, uno de los primeros portales con archivos académicos, de esta forma múltiples universidades estaban en contacto para transferirse documentos. En su rápida expansión también favoreció la crisis por la que pasaban las grandes editoriales las cuales debido a su encarecimiento buscaban nuevos mercados y las universidades deseaban encontrar artículos y libros de alta calidad a buen precio. En este aspecto Internet les ofreció, una salida, ya que podían transferirse documentos por medio de los correos electrónicos u otros portales a un coste muchísimo inferior, al que le supondría costearse los libros.
Este aceleradísimo avance, como se trato en clases, es de vértigo, en el sentido, de que el ser humano, necesita un tiempo de asimilación, y aquello desconocido siempre puede generar un cierto reparo. Por ello, enseguida se alzaron algunas voces que deseaban estudiar y asimilar las nuevas tecnologías que se acercaban a sus vidas, es el caso de Rodríguez de las Heras, Jorge Luis Borges.
Ambos son formados con la forma “antigua”, es decir, sin ordenadores o redes sociales, lo cual en ellos se ve el clásico ejemplo de transformación en la forma de trabajo ya que han conocido ambos métodos, y también ambos coinciden en el aspecto de entender el mundo digital como algo caótico, blando o amorfo, en el sentido que no se puede tocar, borramos los documentos con un simple “clic” o modificamos un error pulsando un botón, mientras que antes se debía estar muy atento a lo que se escribía, ya que un error supondría perder toda la página escrita.
Este cambio de trabajar o incluso de leer, ya que no leemos igual hoy que hace unos pocos años atrás donde la información escaseaba. Este tema es tratado por Borges en un artículo, de formato digital, en el cual estudia la diferencia entre la lectura en formato digital y la lectura en un libro, dejando claro que la nueva lectura tiene claros matices diferenciadores:
“La lectura es más sosegada y sin fracturas; baja la fatiga de la lectura en pantalla y aumenta la atención. La reducción de la cantidad de texto que el espacio de la pantalla sitúa ante los ojos del lector, así como los efectos visuales y encadenamientos del texto, imponen una lectura más lenta, ya que los ojos no tienen la tentación de deslizarse por la cascada de líneas de una página o de una pantalla con scrolling. El entorno sobre informado de hoy y la omnipresencia audiovisual empujan a practicar una lectura fracturada, precisamente porque el tiempo de acceso que impone la lectura completa de una página de papel o "web" se presenta como excesivo ”.
Sin embargo Jorge Luis Borges , en otra de sus publicaciones, “Biblioteca de Babel”, ve las nuevas tecnologías como “una biblioteca ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que repito, sería un orden: El Orden)”
Todos estos formatos digitales trajeron consigo unos problemas de derechos de autor, que por otra parte no habían sido nuevos, ya que durante el siglo XVIII en, España Carlos III ya había tenido que promulgar una ley que ordenaba que “no se conceda a nadie privilegio exclusivo para imprimir ningún libro, sino al mismo autor que lo haya compuesto (…) No se extingan por la muerte, sino que pasen a sus herederos” . De esta forma los autores vendían sus obras a libreros quienes gozaban de los frutos de dichas obras sin impunidad, y no fue hasta la constitución de 1812, cuando se decretó la libertad de prensa.
Sin embargo debido a que esta constitución, prácticamente no llegó a establecerse, la supremacía de los libreros no
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