La Monotonia Cotidiana

La asistencia de los niños a la escuela es una experiencia tan común en nuestra sociedad que los que nos quedamos mirando cómo se van, raras veces nos detenemos a pensar que será de ellos cuando lleguen a sus clases. Ciertamente, a los padres les interesa saber que tal va su hijo en la escuela y cuando vuelve a casa le preguntan qué ha pasado o, en términos más generales, que tal le ha ido. Pero tanto sus preguntas como las respuestas del niño se centran típicamente en los aspectos más importantes de la experiencia escolar. Con otras palabras, los padres se interesan más por la superficie de la vida escolar que por su contenido real. También los profesores se interesan por un aspecto muy limitado de la experiencia escolar de niño. Los profesores como los padres, raras veces se detienen a considerar la importancia de miles de episodios insignificantes, que unidos, constituya la rutina de la clase. El niño, asimismo, poco selectivo, aunque alguien se tomase la molestia de pregúntale por todos los detalles de su jornada escolar, probablemente sería incapaz de enumerarle todas las cosas que a hecho en un solo día. Su recuerdo espontaneo de sus detalles no es mucho mas rico que el necesario para responder a nuestras preguntas convencionales, este interés, por los acontecimientos más destacados de la vida escolar es comprensible desde el punto de vista de la atención humana. Si no ha ocurrido algo interesante, no merece la pena contar nuestras experiencias. Estos acontecimientos que casi siempre silenciamos pueden tener tanta importancia como los que suelen llamar la atención de nuestro interlocutor, y, ciertamente, representan una parte de nuestra vida mucho mayor que los acontecimientos de que hablamos. La rutina cotidiana, la monotonía y el molesto “lo de siempre” pueden colorearse de vez en cuando con acontecimientos que iluminan una vida que de otro modo seria obscura, pero esta monotonía de nuestras vidas cotidianas encierra una potencia demoledora propia.

La escuela también es un sitio donde los alumnos de sientan, escuchan, esperan, levantan la mano, se pasan papeles de mano a mano, están en filas y afilando lápices. Pero también en la escuela bostezamos, pintamos sobre la tapa de os pupitres, hacemos colectas y pasamos al último banco. En otras palabras, tenemos que reconocer que los niños pasan mucho tiempo en la escuela, que los locales en los que se desenvuelven son muy parecidos entre si y que se encuentran allí lo quieran o no. Un alumno que no pierde clases, pasa más de mil horas bajo la tutela de sus profesores, si el niño ya había asistido a un jardín de niños, abra acumulado siete mil horas de clases, cuando comiencen sus estudios de escuela media. Por otro lado fuera de dormir y quizá jugar, no hay otra actividad que ocupe tanto el tiempo del niño que el asistir a clases. A partir de los 6 años su cara es más familiar para el profesor que para sus padres, incluso quizá, que para

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