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MONOTONIA COTIDIANA


Enviado por   •  27 de Octubre de 2012  •  2.208 Palabras (9 Páginas)  •  368 Visitas

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LA MONOTONIA COTIDIANA

La asistencia de los niños a la escuela es una experiencia tan común en nuestra sociedad que los

Que nos quedamos mirando cómo se van, raras veces nos detenemos a pensar que será de ellos cuando lleguen a sus clases. Por supuesto nuestra indiferencia desaparece algunas veces. Ciertamente, a los padres les interesa saber qué tal va su hijo en la escuela y cuando vuelve a casa le preguntan qué ha pasado, en términos generales, que tal ha ido. El niño sería incapaz de enumerarle todas las cosas que ha hecho a lo largo del día.

La rutina cotidiana, la monotonía y el molesto ”lo de siempre” pueden colorearse de vez en cuando con acontecimientos que iluminan una vida que de otro modo seria oscura, pero esta monotonía de nuestra vida cotidiana encierra una potencia demoledora propia.

La escuela es un lugar en que se aprueba o se suspende, en que suceden cosas negativas, se adquieren nuevas capacidades y se resuelven nuestras dudas. Los niños pasan mucho tiempo en la escuela, en muchos estados el año escolar legal comprende 180 días. La jornada completa en cada uno de esos días dura aproximadamente seis horas (con un intervalo para la comida), comenzando hacia las nueve de la mañana y terminando hacia las tres de la tarde. Un alumno pasa más de mil horas bajo la tutela de sus profesores, fuera de dormir, y quizá jugar no hay otra actividad que ocupe tanto el tiempo de niño como la actividad en la clase. A partir de los seis años su cara es más familiar para el profesor que para sus padres y, incluso que para su madre.

El hecho de que los alumnos pasen seis años de los estudios primarios en una clase con suelo de madera, o frente a un encerado negro o verde no es tan importante como el hecho de que el entorno en que se desenvuelve esos seis o siete años sea muy estable. Los profesores de la escuela elemental a veces pierde mucho tiempo discutiendo sobre la decoración más adecuada para la clase, intentando hacerla más acogedora. Puede cambiarse el orden de las sillas, pero siempre tendrá que haber un número determinado. Se podrá cambiar la mesa del profesor, pero siempre habrá una mesa, como no pueden faltar los mapas, la papelera, ni los afilalápices. Si introdujéramos a una persona con los ojos vendados en una clase, le bastaría su olfato para saber donde se encuentra.

La escuela no es solo un entorno físico relativamente estable, si no que, además ofrece un contexto social bastante constante. Los mismos niños se sientan en los mismos pupitres y el profesor esta casi siempre junto al mismo encerado. La práctica de asignar sitios fijos facilita al profesor, o al alumno, captar a los asistentes de un solo golpe de vista. Un último aspecto de la uniformidad que experimentan los alumnos en la escuela primaria nos los da el carácter ritualista y cíclico de las actividades que realizan en clase. El horario cotidiano, por ejemplo, se divide en periodos limitados de tiempo durante los cuales estudian temas determinados o se realizan determinadas actividades. A pesar de la diversidad de los contenidos de las asignaturas, las formas de actividad en clase no son numerosas. Basta las etiquetas: “trabajo individual”, “trabajo en grupo”, “explicación del profesor” y “periodo de preguntas y respuestas”(que implica trabajo “en el concentrado”), para clasificar la mayor parte de los acontecimientos que se suceden mientras dura la clase. En resumen las clases son lugares especiales. Lo que en ellas sucede y el modo en que sucede contribuye a diferenciar este entorno de los demás.

Todo el que se dedica a la enseñanza sabe que la clase implica mucho trabajo, aunque un observador ocasional puede pensar lo contrario. En una investigación llevada a cabo en clases de la escuela primaria hemos descubierto que el profesor establece al día nada menos que 1000 contactos interpersonales.

La enseñanza implica, generalmente, hablar y el profesor hace las veces del regulador del dialogo de la clase. Cuando un alumno quiere decir algo, en medio de una explicación o discusión, es el profesor quien tiene que descubrir su deseo e intervenir en la discusión, o responder a una pregunta, al mismo tiempo (cosa que sucede con frecuencia) es el profesor quien decide los que lo intervendrán, pues cuando un grupo de alumnos manifiesta su deseo de tomar parte del dialogo, probablemente muchos más puedan estar pensando lo mismo. El profesor desempeña, además otra función que ocupa parte de su tiempo. La función de sargento de intendencia.

El espacio de la clase y el material escolar son limitados y el profesor tiene que ordenar inteligentemente estos recursos. Los alumnos tienen que hacer turno para usar las tijeras, mirar el microscopio, beber agua, o afilar sus lápices. Pero la espera no termina, aunque hayan desaparecido las filas. Incluso cuando están sentados en sus propios pupitres los alumnos tienen la impresión de estar en fila. Por ejemplo, muchas veces los profesores suelen preguntar la lección a los alumnos de banco en banco. En estas condiciones la relación de los alumnos con el profesor tiene lugar dentro de un orden fijo, teniendo que esperar a que les llegue su turno, recitan su respuesta cuando les preguntan y siguen esperando en la segunda vuelta. Si los alumnos quieren afrontar las exigencias de la clase con ecuanimidad no tienen mas remedio que aprender a ser pacientes.

Todos los niños experimentan el dolor del fracaso y la alegría del éxito mucho antes de llegar a la edad escolar, pero sus logros, o la falta de ellos, no son oficiales hasta que entra a clase. Como todos sabemos, la escuela no es el único lugar en que el alumno toma conciencia de sus virtudes y flaquezas. Sus padres lo evalúan en casa y sus amigos lo evalúan en el juego. Pero el proceso de evaluación que tiene lugar en la clase es totalmente diferente del que actúa en los otros entornos, colocando al alumno ante una serie única de exigencias a las cuales tiene que adaptarse. Los exámenes, aunque sean la forma clásica de evaluación, nos son el elemento único del proceso. Por tanto la presencia de este procedimiento formal es insuficiente para explicar la atmosfera de evaluación que invade la clase desde los primeros grados de enseñanza. La fuente principal de evaluación en la clase es, obviamente el profesor. Ahora bien, el profesor no es el juez único y exclusivo. Con frecuencia los compañeros de la clase ejercen esta función. Otras veces la evaluación se produce sin necesidad de que el profesor la provoque,

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