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Crisis en el mundo

stefalachi25 de Febrero de 2014

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Crisis en el mundo

Antecedentes: Elevados precios de las materias primas

La década de los años 2000 fue testigo del incremento de los precios de las materias primas tras su abaratamiento en el período 1980-2000. Pero en 2008, el incremento de los precios de estas materias primas —particularmente, delprecio del petróleo y de la comida— aumentó tanto que comenzó a causar verdaderos daños económicos, amenazando con problemas sociales en los países que se encuentran en vías de desarrollo, la estanflación y el estancamiento de la globalización.3

En enero de 2008, el precio del petróleo superó los US$ 100/barril por primera vez en su historia,4 y alcanzó los US$ 147/barril en julio5 debido a fenómenos especulativos de alta volatilidad que condujeron a un fuerte descenso durante el mes de agosto.

Otro tanto sucedió con uno de los principales metales industriales, el cobre, que venía experimentando un vertiginoso aumento en su cotización desde 2003, principalmente por la cada vez mayor demanda de las nuevas potencias emergentes, como China e India, sumada a otros factores como inventarios decrecientes y conflictividad laboral en las minas cupríferas de Chile, el primer país exportador a nivel mundial del mineral.6 En enero de 2008, la cotización del cobre en la London Metal Exchange (Bolsa de Metales de Londres) superó por primera vez en su historia los US$ 8.000 la tonelada.7 A principios del mes de julio alcanzó US$ 8.940 la tonelada,8 récord absoluto desde que se tienen registros de su cotización en la LME, a partir de 1979. Este valor a niveles históricos fue un 272,5% mayor que el antiguo récord absoluto de US$ 3.280 la tonelada registrado el 24 de enero de 1989 —sin ajuste por inflación—.9

Luego de este máximo y en línea con la conducta del petróleo, la cotización del cobre registró una abrupta caída de más del 50% desde el récord de julio (a octubre de 2008)8 en un marco de volatilidad nunca antes visto.

Materiales esenciales en la producción, como el ácido sulfúrico y la soda cáustica vieron también incrementados sus precios hasta un 600%.

La crisis del petróleo y de los alimentos fue objeto de debate en la 34ª Cumbre del G-8.

El 2008 será recordado no solo como el año en que el sistema financiero intemacional implosionó y cayó en una profunda crisis - que aún no sabemos cuanto durará. También se recordará como el año en que los paradigmas político-económicos impuestos desde los años 90 fueron resquebrajados por sus propias y profundas contradicciones.

Nos referimos al Consenso de Washington y el neoliberalismo rampante, la obsolescencia del Estado, el auge del capitalismo salvaje, el crecimiento financiero perpetuo, etcétera: la realidad se ha tomado su revancha sobre estas ilusiones, imponiendo un proceso de transformación de las reglas de juego.

¿Cómo paso lo de la crisis de 2008?

Para el año 2007 los sistemas económicos y financieros globales llevaban ya varios años de un auge sostenido, con inversionistas, empresarios, gobiernos y consumidores norteamericanos, todos beneficiándose de un crecimiento de riqueza que parecía no tener fin, con empresas cada vez más grandes, ricas y poderosas.

Esta fiesta de prosperidad llegó a un abrupto final a mediados de ese año, cuando algunos bancos y financieras en Estados Unidos e Inglaterra comenzaron a experimentar serios problemas de liquidez. Es decir, cuando reconocieron que no contaban con suficientes fondos para hacer frente a sus obligaciones.

Al principio, los mercados asumieron que los problemas de estas entidades eran casos aislados: algunos bancos habían hecho malas inversiones y estaban en problemas, pero los mercados se mantendrían estables y solventes y la vida continuaría tal cual. Pronto la realidad les mostraría su error.

Uno tras otro, más bancos y financieras comenzaron a revelar graves pérdidas, sus activos y valores empezaron a derrumbarse y el pánico comenzó a extenderse, no sólo entre las economías del primer mundo, sino también hacia los países en vías de desarrollo, incluyendo al Perú.

Pronto lo que se había creído eran casos aislados de bancos en problemas, se transformó en una crisis financiera y económica global que ha puesto al mundo frente a un periodo de enorme incertidumbre y ha remecido hasta sus cimientos los principios del capitalismo.

¿CÓMO PUDO OCURRIR ESTO?

Respetados académicos y financistas, en el Perú y el mundo, proclamaban que habíamos entrado a un periodo de expansión continua, donde las rentabilidades de las empresas serían cada vez más altas, sus cotizaciones en la bolsa se elevarían sin parar y el crédito podría crecer indefinidamente por encima de la producción.

¿Cómo sucedió esto? La génesis del problema está en Estados Unidos, país que durante años ha disfrutado - en su condición de superpotencia política y financiera - de enormes ventajas para acceder a crédito público y privado para financiarlas operaciones de su gobierno y el consumo de sus ciudadanos.

Las políticas aplicadas por el Gobierno de George Bush - propulsadas por su estrategia de "Guerra contra el Terror", incluyendo las invasiones y ocupaciones de Afganistán e Irak - han significado un enorme dispendio de recursos y fabulosos niveles de gasto nunca antes vistos, que se han financiado con préstamos y emisión de deuda pública.

La deuda del Estado norteamericano se ha disparado en los últimos años de manera impresionante, superando los US$ 10 trillones, suma fantástica que equivale a nada menos que 100 veces el producto bruto interno del Perú

Pero no solo se han distorsionado crecientemente las finanzas públicas estadounidenses sino también las privadas.

Para poder mantener el crecimiento económico y del consumo, el gobierno estadounidense mantuvo durante años las tasas de interés extraordinariamente bajas, abaratando el costo del dinero y fomentando un gasto excesivo por parte de familias y empresas.

Como consecuencia, la economía norteamericana se ha convertido en una economía de exceso e irresponsabilidad, con consumidores que viven muy por encima de sus reales capacidades y recursos, gracias a un acceso irrestricto al crédito.

Adicionalmente, la visión ideológica del Gobierno de Bush, que encarna a la derecha más conservadora y reaccionaria, ha fomentado el desmantelamiento del Estado, la concentración de la riqueza y la promoción del “capitalismo salvaje”.

Así, las regulaciones sobre los mercados financieros y de crédito fueron profundamente relajadas, bajo la consigna de que el Estado era innecesario y que el libre mercado lo resolvía todo. De esta manera, se favoreció que se dieran préstamos hipotecarios a familias sin capacidad de pago, y que luego esos préstamos fueran “empaquetados” en títulos y bonos que eran clasificados triples A, es decir, casi sin riesgo.

Fue así como se construyó un auge económico basado no en la real producción de riqueza sino en la mera especulación, no en la inversión responsable sino en la apuesta descuidada, y donde las expectativas por mayores ganancias, irrazonables e injustificadas, terminaron contagiando y emborrachando a todos.

La economía y finanzas de los Estados Unidos se vieron envueltas en una juerga de gasto y consumo nunca antes vista.

TODO TIENE SU FINAL...

La burbuja especulativa alimentada por el crédito barato se reflejó en los más diversos mercados: los precios de las materias primas - minerales, petróleo, alimentos - subieron enormemente en los últimos años impulsados por la fe ciega en que la demanda por estos productos continuaría creciendo indefinidamente, al igual que las acciones de empresas y bancos crecieron desorbitadamente con la ilusión de ganancias infinitas.

Lo mismo sucedió con el mercado de créditos inmobiliarios estadounidense, precisamente cuando la burbuja empezó a reventar.

El acceso a crédito hipotecario se hizo tan fácil que millones de familias se embarcaron en comprar casas, lo que llevó a su vez al alza de los precios de las viviendas.

La creciente oferta de hipotecas para viviendas llegó al punto que cualquiera podía financiarse la compra de una casa, incluso sin cumplir con los más mínimos requerimientos; los bancos concedían alegremente hipotecas a personas sin ingresos ni garantías. El negocio para ellos era prestar, prestar y prestar, y no preocuparse, porque conseguir dinero era cada vez más fácil y el valor de las viviendas era cada vez mayor.

A la larga, como era previsible, un número considerable de hipotecas correspondía a familias sin capacidad real de pago, que simplemente estaban apostando a que su vivienda se valorizaría tanto que les sería posible refinanciar su deuda.

Así, la expansión inmobiliaria en Estados Unidos fue construida, literalmente, sobre arenas movedizas, con millones de hipotecas incobrables ocultas bajo una refinanciación creciente: las deudas se pagan con nuevas y mayores deudas.

Las consecuencias dramáticas de esta situación, sin embargo, sólo pueden explicarse por la desaforada política de desregulación llevada a cabo por los adalides del libre mercado. Como los controles del sistema financiero habían sido brutalmente reducidos, muchos bancos invirtieron excesivamente en el mercado de hipotecas, más allá de lo razonable y

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