Conducta Disruptiva
MINA3321 de Agosto de 2013
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LA DISRUPCIÓN:
Revisar y mejorar las estrategias de gestión del aula:
Interacción verbal y no verbal, discurso del profesor, estilo motivacional y reacción
inmediata a la disrupción*.
Juan Manuel Moreno Olmedilla (UNED)
Juan Carlos Torrego Seijo (Universidad de Alcalá) *
Introducción
Un punto en el que coinciden profesorado y alumnado es que la mayor parte del
tiempo que pasan dentro del centro lo pasan en el aula. Mientras que en primaria,
el número de horas semanales de coexistencia en el aula es prácticamente el
mismo para profesores y alumnos, en secundaria éstos pasan allí bastantes más
horas que los docentes. En todo caso, lo que pretendemos poner de manifiesto es
que el aula es el eje de la vida diaria de los centros escolares; en ella tienen lugar
la mayor parte de las transacciones interpersonales, en ella ejercen
fundamentalmente su profesión los profesores, y en ella acceden los alumnos a lo
que conocemos por curriculum escolar explícito. También en ella, desde luego, se
manifiestan la mayor parte de los problemas y conflictos de la convivencia
escolar. Es en cierto modo irónico, por tanto, comprobar que todos los esfuerzos
de reforma educativa iniciados desde las administraciones –en nuestro país y en
cualquier otro que observemos –nunca llegan, nunca abordan, suele decirse que
nunca descienden, al ámbito del aula. Se diría que el aula pertenece al espacio
privado del docente que la gestiona (no en vano el lenguaje administrativo de la
enseñanza habla de “plaza en propiedad”), y que todos los mandatos, regulaciones
y textos administrativos e institucionales se detienen en el umbral de su puerta,
como si temieran profanar una suerte de santuario o si asumieran desde un
principio su incapacidad para provocar cambio alguno dentro de ella.
Sin que pretendamos menoscabar la importancia de las variables organizativas del
centro, de los procesos de planificación curricular, de los sistemas y actividades
de desarrollo profesional del profesorado, o del sistema de relaciones del centro
con su entorno y en especial con las familias de los alumnos, lo que en este
ámbito de solución queremos poner de manifiesto es que el aula es el corazón del
oficio docente, el espacio habitual del estudiante en tanto que tal, y el escenario
central de la rutina cotidiana de la escuela. En el aula nos encontramos en un
espacio privilegiado para la educación y los educadores, un espacio en el que sí se
pueden hacer cosas y con ello marcar la diferencia en cuanto al desarrollo
personal de los alumnos (y la prevención de los conflictos y problemas de
convivencia).
En el primer capítulo de este material, al revisar la investigación llevada a cabo
sobre comportamiento antisocial de los alumnos, hemos podido comprobar que
son muchas las variables propias del aula que están relacionadas
significativamente con todo el conglomerado de conductas violentas y antisociales
dentro de los centros educativos. Dado el carácter central del aula sobre el que
venimos insistiendo no podía ser de otra forma. Resumiendo, la investigación
educativa demuestra que las variables de lo que llamamos gestión y organización
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del aula –y en las que entraremos a continuación –son las que más influyen y
determinan no sólo la frecuencia de aparición de conductas antisociales, sino
también el aprendizaje de los alumnos, su rendimiento académico, y la salud de
las relaciones interpersonales que desarrollen tanto con sus iguales, con los
adultos, y con la comunidad en general (Ver, entre otras muchas, Revista de
Educación, 1997).
La disrupción en el aula: Implicaciones sobre la enseñanza y el aprendizaje
Si recordamos la categorización de comportamiento antisocial de los alumnos que
hemos propuesto en este material, la disrupción es el problema por excelencia a
que se enfrentan cada día los profesores (de modo especialmente agudo los de
secundaria). De ahí que este ámbito de solución, por estar centrado en la vida del
aula, se detenga particularmente en la disrupción. Al mismo tiempo, debe notarse
la estrecha relación con el ámbito de solución 3, también centrado en el aula y en
concreto en los procesos de elaboración de normas; un tema que podría estar
incluido en este apartado, pero que por su especificidad como instrumento de
prevención y de resolución de conflictos, hemos presentado independientemente.
Los comportamientos que agrupamos bajo la denominación de disrupción no son
propiamente violentos o tan siquiera agresivos. Se trata de conductas aisladas y al
tiempo muy persistentes, que manifiestan consistentemente algunos alumnos en el
aula –en ocasiones una mayoría –y que, en su conjunto, podrían calificarse de
boicot permanente al trabajo del profesor, al desarrollo de la actividad del aula, y
al trabajo de los demás alumnos: faltas de puntualidad, cuchicheos, risas,
provocaciones constantes al profesor, comentarios hirientes en voz alta acerca del
profesor, de un compañero o de la propia tarea, insultos, pequeñas peleas y robos,
y en definitiva desafíos de todo tipo a las normas de convivencia dentro del aula.
Dicho en breve, la disrupción vendría a reunir lo que en lenguaje escolar suele
llamarse problemas de disciplina en el aula. Por poco frecuente y grave que sea, la
disrupción interrumpe y distorsiona el flujo normal de las tareas que se desarrollan
en el aula, y fuerza al profesor a invertir buena parte del tiempo de enseñanza en
hacerle frente. Al mismo tiempo que asumimos que la disrupción es la música de
fondo de la mayor parte de nuestras aulas, debemos asumir también sus
implicaciones y consecuencias a corto y largo plazo:
La disrupción, para comenzar, supone una enorme pérdida de tiempo. Cada
curso, cada día y cada hora de clase. Tiempo perdido para la enseñanza y para
el aprendizaje de los alumnos, que, no lo olvidemos, cuesta muchos miles de
millones al contribuyente. Pero además de tiempo, también se despilfarra
energía. La desperdicia el profesor teniendo que dedicarse a veces en
exclusiva al control de la disciplina; la desperdician los alumnos, que ven sus
tareas interrumpidas una y otra vez; y la desperdicia la institución escolar en
su conjunto que tiene que dedicar cada vez más recursos personales y
materiales a la gestión de expedientes disciplinarios.
La disrupción separa –emocionalmente hablando –a los alumnos de los
profesores. Dicho de otra forma, la disrupción trae como consecuencia la
incomunicación dentro de las aulas. Dependiendo de la manera en que el
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docente reaccione ante la disrupción, podemos encontrarnos con distintos
resultados en este sentido: desde la confrontación permanente hasta la
ignorancia mutua (pactos tácitos de no-agresión), en todo caso tenemos
incomunicación, que sin duda configura las actitudes y expectativas tanto de
los alumnos como del profesor (y no precisamente en la dirección más
deseable).
La disrupción en el aula suele estar en la raíz del incremento de la resistencia
del profesorado a emplear enfoques activos de enseñanza y aprendizaje, y en
general de cualquier tipo de iniciativa innovadora. (Freiberg, 1998). La
persistencia de la disrupción le lleva a no correr riesgos ni hacer experimentos
con el grupo clase. Sobre todo si tales riesgos y experimentos suponen
introducir modelos de trabajo en los que el alumnado trabaje más activamente,
de modo más independiente, o en grupos cooperativos. Esto es, curiosamente
aquellos modelos de trabajo en el aula que mejor previenen y tratan la
disrupción.
La disrupción tiene una relación directa con el incremento del absentismo,
tanto por parte del alumnado como del propio profesorado (Freiberg, 1998).
La investigación al respecto ha confirmado algo que tal vez no requería de
grandes esfuerzos indagadores: la relación entre disrupción rampante en el
aula y estrés del profesor. Así, la disrupción, cual lluvia fina cayendo curso
tras curso, determina la autoestima profesional del profesor, condiciona sus
decisiones profesionales, y va aumentando su nivel de estrés hasta llegar en
ocasiones a lo que se conoce técnicamente como burn-out (“quemado”).
Por último, es evidente que la disrupción permanente en el aula tiene una
influencia directa –y obviamente negativa –sobre el aprendizaje y el
rendimiento escolar de todos los alumnos, tanto si son disruptivos como si no
lo son.
Entender la disrupción
Después veremos cómo la reacción inmediata a la disrupción en el aula es una de
las variables fundamentales de lo que llamamos la gestión del aula. Pero antes,
volvemos a insistir en la necesidad de entender los fenómenos y conductas a que
nos enfrentamos; en este caso, la necesidad de penetrar en las causas y factores
que pueden estar tras la disrupción. De ahí, una vez más, que la autorrevisión sea
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