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DEFINICION Y CARACTERISTICAS DE LOS CONOCIMIENTOS COTIDIANO, CIENTIFICO Y FILOSOFICO, Y SU RELACION CON MI PRACTICA DOCENTE


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2014  •  1.564 Palabras (7 Páginas)  •  366 Visitas

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SABER ES DISCERNIR

Supongamos que se nos muestra una copa de vino. La tomamos por tal. Pero resulta que no lo es: es vino falsificado. ¿Qué quiere decir esto? Para comprenderlo, reflexionemos sobre cómo rectificamos nuestro error. Apelamos a otro líquido que sea indudablemente auténtico, esto es, que presente todos los rasgos o caracteres peculiares del vino. Es decir, nuestro error se funda en que el vino, él, es falso, y es falso porque presenta un aspecto engañoso, ocultando su aspecto verdadero. Parece vino, pero no lo es. Para rectificar el error, obligamos al líquido en cuestión a descubrir su aspecto verdadero, y lo comparamos con el aspecto que ofrecía antes el vino. Todo ello supone, pues, que, en una u otra forma, lo que llamamos las cosas está constituido por el conjunto de rasgos fundamentales que las caracterizan. Por esto es posible que parezcan una cosa y sean otra. Esta especie de "fisonomía" o "aspecto" es a lo que el griego llamó eîdos, literalmente figura.[1] A su patencia es a lo que más especialmente denominó verdad. De aquí en adelante emplearemos el término "aspecto" no en el sentido de apariencia, sino en este otro de figura verdadera de las cosas.

Fijémenos ahora en una particularidad. Cuando queremos enseñar lo que es vino a alguien que lo ignora, no hacemos sino mostrárselo, es decir, enseñarle el verdadero aspecto del {36} vino. Al aprehenderlo en su experiencia, lo primero que ha aprehendido, aun sin darse cuenta de ello, es algo peculiar al vino, y’ por tanto, no exclusivo de este vaso. El "aspecto", en el sentido que aquí damos a esta palabra, es algo que no tiene significación particular, sino, por así decirlo, típica. Por esto lo llamó Platón Idea. Idea no significa primariamente, como hoy, un acto mental, ni el contenido de un acto mental, sino el conjunto de estos rasgos fisonómicos o característicos de lo que una cosa es. Algo, pues, que está en la cosa, sus propios rasgos.

La palabra aspecto se presta a una confusión. En su sentido más obvio significa el conjunto de rasgos que posee la cosa, real y efectivamente; el aspecto es el conjunto de todos y solos sus rasgos actuales. Este primario sentido no es ajeno al eîdos platónico. Pero su genial descubrimiento le hizo fijarse más bien en otra dimensión del "aspecto". Una cosa, en efecto, no se limita a poseer ciertos rasgos o a carecer de ellos. Tanto en su posesión como en su carencia, se refleja además, o el cumplimiento o el defecto de ciertos rasgos perfectos, a los que se aproxima positiva o privativamente la realidad. En un gobernante no vemos tan sólo cómo gobierna de hecho, sino que, además, vemos reflejarse en él, por afirmación o por privación, las cualidades del buen gobernante. En este segundo sentido el aspecto que las cosas ofrecen no se compone tan sólo del conjunto de sus rasgos efectivos, en lo que tienen de realidad, sino también del conjunto de esos otros rasgos "perfectos", que realizados en grado diverso se reflejan en los primeros. Estos otros rasgos se hallan incluidos en la realidad, pero de modo distinto. Los llamados rasgos reales no hacen sino "estar" simplemente en la realidad; los otros no "están" en ella, sino que más bien "resplandecen" positiva o negativamente en las cosas. Platón considera primariamente la realidad de este segundo punto de vista como relucencia de algo, y a este algo llamó Idea, el aspecto de las cosas en su segunda dimensión. La realidad sensible en sí misma no hace sino realizar en vario grado la Idea. que en ella resplandece. Visto lo mismo desde las cosas sensibles: las cosas se parecen más o menos a las ideas que en ellas resplandecen. Ahora bien: a poco que se reflexione se verá que estas cualidades del buen gobernante, que por ausencia o {37} presencia resplandecen en todo político, son las mismas para todos los que se dedican a la faena de gobernar. Las Ideas se convierten entonces en "lo esencial" de las cosas, algo común a todas ellas. Y esto es lo decisivo.

Dejemos de lado toda complicación teórica: esta apelación a la idea es un suceso inmediato de nuestra experiencia cotidiana. Cierto que si no tuviéramos más que sentidos, ello sería imposible. Cada sentido no da, por sí, más que unos cuantos caracteres de las cosas; la suma de todos los sentidos tampoco nos serviría para el caso, pues el vino es una cosa y no muchas, ni aisladas ni sumadas. Por esto, lo que llamamos "cosa" es, para los sentidos, un simple "parecer" ser tal cosa, sin poder decidir silo es o no de veras. Pero, además de sentidos, el hombre tiene un modo de experiencia con las cosas, que le da de plano y por entero, de un modo simple y unitario, un contacto

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