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El Tono En La Enseñanza

kituss6910 de Octubre de 2012

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1. La solicitud y el tacto pedagógicos.

Trata de tres figuras sobresalientes en el universo de un infante: El educador, el psicólogo y los padres. Llama la atención como se plantea que el niño y el adulto tienen una moral diferente. Por lo que en una situación difícil donde el educando quebranta las reglas, antes de juzgar el educador debe preguntarse todo acerca de la situación, mostrar una actitud empática más que autoritaria.

Las barreras que como ?profesionistas? ponemos hacen que el niño se sienta en desventaja, es importante ir a su terreno y no extraerlo de su ambiente y esperar que actué de acuerdo a nuestro deseos, ser sensibles y bajar a su nivel, con humildad. La incongruencia que observa el niño en el adulto lo decepciona enormemente, mucho más sí se trata de alguno de sus progenitores, que muchas veces exigen una respuesta determinada pero no brindan el apoyo suficiente, los niños son expertos en la comunicación no verbal, no sirve de mucho decir una cosa con palabras y otra diferente con la actitud. Cuando se desea obtener una respuesta positiva del niño conviene hacerle sentir apoyo, motivarlo y hacerle el proceso divertido, mostrándole los beneficios y conducirle con calidez.

Cuando se convive con niños, es verdad que no hay recetas, la teoría es importante pero la práctica hace al maestro, por lo que la actitud y el trato son determinantes. Es importante que ante el grupo, no veamos solo la masa sino a cada uno, como el ser único e inédito que es. Sólo somos, humanos tratando a humanos. Si no funciona hay que volver a intentar, otro camino, otra estrategia. En la educación no hay garantías, pero los retos sí son seguros. A nuestro alrededor hay innumerables testigos, muchas historias que nos señalan que es posible.

2. Comprender el mundo de posibilidades del niño.

El poseer un marco teórico que permita responder a la interrogante ¿qué es un niño?, es una responsabilidad de todo aquel que pretende influir de alguna manera en la formación de los chicos. Ya que de ello dependerá nuestro actuar frente a ellos, incluso las expectativas que nos planteamos. Cuando vemos un niño, tenemos delante de nosotros un ser en desarrollo, un proceso, un proyecto de vida. Es importante enseñarle a plantearse metas y sobre todo a lograrlas, a luchar por alcanzarlas. Acercarse al niño y conocerlo es una valiosa herramienta que nos ayuda a cumplir nuestra misión con ellos, aprender de ellos y con ellos, de alguna manera nos conecta, nos permite volver a ser niños para comprenderlos mejor.

Tomar en cuenta su historia, lo que ha vivido, cómo la esta pasando actualmente, qué sabe, qué siente, qué desea, qué necesita, etc., es necesario, nos ayuda a tener una visión más completa del niño. No se vale hacer como que estamos con él, cuando en realidad lo ignoramos; solamente entretenerlo y no aportarle elementos valiosos que le sirvan en su vida, es una enorme falta de respeto, ¿o a caso le haríamos lo mismo a uno de nuestro tamaño?.

Querámoslo o no, somos ejemplo para nuestros alumnos. Con nuestra forma de ser les estamos proponiendo un modelo, de entre una gran variedad de opciones somos una fuerte influencia, por el papel que desempeñamos. ¿Nos gustaría que esos pequeños fueran como nosotros?, habrá cosas que sí, pero habrá algunas que no, así que a trabajar para mejorarlas. No se trata de hacer copias, pero sí de ayudarlos a buscar su propia identidad, de aportarles una buena alternativa, una visión esperanzadora del mundo, creer en ellos y en nosotros mismos. Disfrutar juntos el ?ser vecinos de este mundo por un rato?, mediante una relación estrecha.

Un profesor solícito ve a ?su? niño con ilusión y confianza, se da cuenta que al intervenir en su educación, se auto educa. Ya no es solamente él o ella, su vida ya no le pertenece del todo, vive por él y para él, por eso está en constante renovación, se transforma... aunque muchas veces le duela. Un educador que se considera terminado, ya hecho a quien ya no hay nada que aportarle, se torna inflexible, rígido y autoritario.

3. La experiencia de la curiosidad y el asombro del niño.

La infancia se caracteriza por ser una época de preguntas. Para el niño el hecho de que sus preguntas sean atendidas es muy importante, no solo en el aspecto cognitivo, sino en el emocional también. En esta fase el niño experimenta dando nombre a las cosas, comprobando hipótesis, comparando versiones y aquilatando su forma de comunicación. Mediante esta herramienta el niño conoce: el mundo que le rodea y su propio interior.

Para responder a sus inquietudes se precisa detenerse, dejar de lado la prisa. Esta es una buena forma de fomentar la curiosidad en los pequeños, pero la curiosidad que le ayuda en su desarrollo, no aquella que lo lleva a la murmuración, intolerancia y a formarse prejuicios. Muchas veces se considera que un niño curioso es aquel que pregunta mucho, pero no siempre es verdad, algunas veces solo pretende llamar la atención. Quien lo hace con un interés legítimo, usa el poder de la información no para alardear, más bien va asumiendo una actitud de compromiso que ayuda a evitar abusos.

Las preguntas de los niños muchas veces nos rebasan, preguntan cada cosa... Y nuestra labor no es tanto saber todas las respuestas, sino ir más allá, conducirlos hacia las posibles respuestas. Hay preguntas precoces, que si escuchamos bien (más allá de las palabras) no son idea ni interés del niño, por eso conviene analizar el contexto, indagar porque lo quiere saber, que sabe del tema, con quien lo ha conversado, etc. Y tampoco es necesario ni conveniente, darle una conferencia al respecto, solo responder a su verdadera inquietud.

Otro reto importante es no dejar perder el asombro, esa capacidad de sorprenderse con aquellas cosas que tal vez para nosotros ya son muy simples. La atención del niño requiere educarse, fijarse en los detalles, necesita saber observar y hablar de ello. La naturaleza es un gran libro que el niño quiere leer, hay que ayudarle a hacerlo. La conexión con el Universo, esa intimidad que conlleva admiración y respeto le brinda identidad, lo lleva a responder cuestiones existenciales. Por muy entusiasmados que estemos porque el niño va obteniendo logros, no hay que olvidar que ellos vivaran la experiencia a su manera, la cual se puede enriquecer al compartirla con otros niños y con su maestra.

No es necesario agotar una pregunta, conviene dejarla abierta, es parte del mismo saber científico. Para no perdernos es preciso centrarnos en el interés del niño, ya que los temas son muy amplios. Y para empezar es mejor partir de sus ideas previas, lo que ya sabe del tema, comunicarnos de manera afectiva y efectiva.

4. Ver al niño desde una perspectiva pedagógica.

Obviamente se trata de ?ver? más allá de los sensorial, los padres y los maestros así lo hacen, pero entre ellos aún hay otra diferencia importante. Los padres los ven con cierta condescendencia, algunas veces no quieren darse cuenta de lo que tienen ante sus ojos. Se supone que los maestros cuentan con una preparación que los lleva a analizar cada caso de forma profesional. Y a pesar de que cada uno ve según su forma de ser, hay elementos que sólo los ojos de un profesor pueden ver, cuando conoce a sus alumnos, al tenerlos en el aula, en el recreo, en una visita, cuando están sus padres, etc. Y esta situación pasa desapercibida para los demás. Un niño sobresaliente en alguna área (sobre todo en la cognitiva), y con limitaciones en otras (como la social), aparentemente no tiene dificultades, pero un profesor sabe que el desarrollo debe ser integral. Por eso cuando ve algo así, comienza a planear estrategias para ayudar a estos niños. Ve el todo y sus partes, indaga y propone; ve lo que hay, lo que hubo y lo que habrá.

Los maestros corremos el grave peligro de creer que porque hemos estudiado ciertos contenidos ya conocemos al niño. De alguna manera ese conocimiento es sólo abstracto, es importante, pero no suficiente. Es un gran error generalizar, debemos ir a la singularidad, retomar la esencia de cada niño. Es fácil etiquetar a los niños que nos causan dificultades, quisiéramos trasladarlos a otro sitio donde les atiendan, pero muchas de las veces no es posible y buscamos ?recetas?, consultamos nuestro archivo mental y si ya hemos pasado por algo así, queremos aplicar el mismo tratamiento. Muchas veces con nuestra actitud señalamos, segregamos, hacemos el ?problema? más grande.

Observar pedagógicamente al niño, es contemplarlo en todas sus dimensiones y verse como parte de esa realidad, intervenir de manera oportuna y adecuada, idear un plan de acción específico para ese niño en especial. Implica pues, asumir un compromiso con él. Los maestros tratan a los niños de manera parecida a la de los padres, pero no igual. El docente se enfoca en determinados aspectos, pero sin dejar de ver la totalidad. Busca la manera de ver ?desde afuera?, aunque este dentro. El profesor establece con los niños una relación interpersonal, que implica cercanía, pero es sano mantener cierta distancia; su función no es sólo observar y dar un veredicto., se observa para actuar, para intervenir y cambiar de alguna manera el rumbo de lo que impide al niño desarrollarse en armonía.

5. Todo niño necesita que le vean.

Es verdad que como educadores tenemos muchos asuntos que atender en el plantel, en ocasiones la rutina es tan absorbente que nos hace olvidar la principal razón para estar allí: los niños. Algunas veces estamos tan ocupadas que no les

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