El gran Manual de competencias
mil122Documentos de Investigación16 de Abril de 2017
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Amor como una historia
Cuando pensamos en el amor, es frecuente que nuestros pensamientos se dirijan a las grandes historias de amor: Romeo y Julieta, la Cenicienta y el Príncipe (Julia Roberts y Richard Gere), el Rey Eduardo VIII y Wallis Simpson, y Pigmalión/Mi Bella Dama. Según Sternberg(1998), estas historias son mucho más que entretenimiento. Moldean nuestras creencias acerca del amor y de las relaciones y, a su vez, nuestras creencias influyen sobre nuestra conducta.
Si el amor es tan sólo la interacción entre dos personas, la manera en que se comunican y comportan, usted tiene la razón. Pero el amor es más que la interacción; lo que importa es la manera en que cada miembro de la pareja interpreta la interacción. Para darle sentido a lo que pasa dentro de nuestras relaciones, dependemos de nues- tras historias de amor.
Una historia de amor es una historia acerca de cómo debería ser el amor; tiene personajes, una trama y un tema. Existen dos personajes centrales en cada historia de amor, los cuales representan papeles que se complementan entre sí. La trama describe el tipo de evento que sucede dentro de la relación. El tema es primordial; le proporciona significado a los sucesos que integran la trama y dirige las conductas de los protago- nistas.
Según este punto de vista, el enamoramiento sucede cuando se conoce a alguien con quien se puede crear una relación que concuerda con la propia historia de amor. Además, nos sentimos satisfechos con las relaciones en las que nosotros y nuestra pareja coincidimos con los personajes de nuestra historia (Beall y Sternberg, 1995).
¿De dónde vienen nuestras historias? Muchas de ellas tienen sus orígenes en la cultura, folklore, litera- tura, teatro, cine y programas de televisión. El contexto cultural interactúa con nuestra experiencia y características personales en la creación de las historias que cada uno de nosotros tiene (Sternberg, 1996). A medida que experimentamos relaciones, nuestras historias evolucionan, incorporando eventos inesperados en el recuento. Cada persona tiene más de una historia; es frecuente que tales historias formen una jerarquía.
Debería resultar evidente que las historias de amor derivan su poder del hecho de que son profecías autocumplidas. Dentro de nuestra relación creamos sucesos que estén de acuerdo con la trama y después interpretamos tales sucesos según el tema. De manera literal, nuestras relaciones de amor son construcciones sociales. Debido a que nuestras historias de amor se confirman a sí mismas, pueden ser muy difíciles de cambiar.
Sternberg y colaboradores han identificado cinco categorías de historias de amor en la cultura estado- unidense y diversas historias específicas dentro de cada categoría. También han desarrollado un conjunto de afirmaciones que reflejan los temas de cada historia. Es probable que las personas que están de acuerdo con las afirmaciones “Creo que en realidad las peleas hacen que una relación sea más vital” y “En realidad me gusta pelear con mi pareja” crean en la historia de guerra. Sternberg y Hojjat estudiaron muestras de 43 y 55 parejas (Sternberg, 1998). Encontraron que, en general, los miembros de las parejas creían en historias similares. Mientras más discrepaban las historias de los miembros de la pareja, más infelices eran. Algunas
Investigaciones acerca del amor
Medición del amor
Hasta el momento, la discusión se ha centrado en las definiciones teóricas de los diversos tipos de amor. Usted podrá observar que Sternberg, Hazan y Shaver, y Berscheid y Hatfield se referían a cosas diferentes cuando utilizan la palabra amor. Una de las maneras en que psicólogos y sociólogos definen términos es por medio del uso de una definición operacional. En la definición operacional, el concepto se define según
Hatfield y Sprecher (1986a) decidieron desarrollar una medición de lápiz y papel para este concepto. Escribieron afirmaciones que pretendían medir los componentes cognitivo, emocional y conductual del amor pasional. El respondiente evalúa cada afirmación en una escala de 1 (absolutamente falso) a 9 (absolutamente verdadero para él o ella). Si usted cree que está enamorado de alguien, piense si estaría de acuerdo con cada una de las siguientes afirmaciones, teniendo en mente a esa persona.
1. Componente cognitivo:
En ocasiones siento que no puedo controlar mis pensamientos; pienso de manera obsesiva acerca de______________________. Para mí, ________________ es la pareja román- tica perfecta.
2. Componente emocional:
Tengo una poderosa atracción hacia _____ __________.
Amaré a ____________________ para siempre.
3. Componente conductual:
Busco ansiosamente las señales que me indi- can el deseo que __________ siente por mí. Me siento feliz cuando estoy haciendo cosas que hacen que ____________ sea feliz.
Hatfield y Sprecher aplicaron su cuestionario a estudiantes de la Universidad de Wisconsin que se encontraban en relaciones que iban de citas casuales a comprometidos y viviendo juntos. Los resultados indicaron que la Passionate Love Scale (PLS) se corre- lacionaba de manera positiva con otras mediciones de amor y con mediciones de compromiso y satisfacción
con la relación. Estas correlaciones proporcionan evidencia de que la PLS es válida. Los alumnos que obtu- vieron puntuaciones elevadas en la PLS informaron de un deseo más fuerte de estar con su pareja y de que esta las besara y abrazara, y afirmaron que se excitaban de manera sexual con tan sólo pensar en sus parejas. Estos hallazgos confirman que la escala está midiendo pasión. Por último, las puntuaciones de amor pasional aumentaron a medida que la naturaleza de la relación progresaba de las citas casuales a las citas exclusivas. La investigación de Hatfield y Sprecher es un buen ejemplo de cómo estudiar un tema importante pero complejo —tal como el amor— de manera científica.
Diferencias de género
El estereotipo es que las mujeres son las románticas: añoran el amor, se enamoran con mayor facilidad, se aferran al amor. ¿Los datos apoyan esta idea?
De hecho, las investigaciones que miden el amor en las relaciones indican que justo lo opuesto es verdad. Los varones tienen una visión más romántica de las relaciones mujer-varón que las mujeres (Hobart, 1958). Se enamoran antes dentro de una relación (Kanin et al., 1970; Rubin et al., 1981). Los varones también se aferran más tiempo a un amorío en decadencia (Hill et al., 1976; Rubin et al., 1981). De hecho, tres veces más varones que mujeres se suicidan después de un amorío desastroso (Hatfield y Walster, 1978). En una palabra, parece que los hombres son los verdaderos románticos.
Hace tres décadas, los varones y las mujeres tenían puntos de vista muy diferentes acerca de la importan- cia del amor romántico en el matrimonio (Simpson et al., 1986). En respuesta a la pregunta, “¿Si (alguien) tuviera todas las demás cualidades que usted desea, se casaría con esta persona aunque no estuviera enamo- rado?” cerca del 30 por ciento de las mujeres dijeron que no se casarían, en comparación con más del 60 por ciento de los hombres. Es decir, era más probable que los hombres consideraran al amor como requi- sito esencial para el matrimonio. Sin embargo, estos patrones han cambiado. Esta encuesta se repitió en 1976 y de nuevo en 1984 (Simpson et al., 1986). Para entonces, las diferencias de género habían desapa- recido y el amor se consideraba más esencial para el matrimonio en 1984 de lo que se consideró en la déca- da de 1960. Más de 80 por ciento tanto de varones como de mujeres se rehusarían a casarse bajo las condicio- nes planteadas en la pregunta. Los investigadores interpretaron este dramático viraje como resultado de los enormes cambios en los papeles sociales de varo- nes y mujeres. En especial, es más probable que hoy en día las mujeres tengan empleos pagados y que sean más económicamente independientes de los hombres. Por lo tanto, sienten una menor necesidad de estar dentro de un matrimonio —ya sea que estén enamo- radas o no— a fin de que se les mantenga en sentido económico. En consecuencia, el amor también puede ser un requisito indispensable para ellas. Es irónico que la revolución sexual —que enfatizaba el derecho al sexo liberado e incluso casual— se acompañara de un mayor, no menor, énfasis en el amor.
Amor y adrenalina
Teoría de dos componentes del amor
Las psicólogas sociales Ellen Berscheid y ElaineWalster (1974a) proponen una teoría de dos componentes del amor. De acuerdo con su teoría, el amor pasional ocurre cuando existen dos condiciones de manera simultánea: (1) la persona se encuentra en un estado de intensa excitación fisiológica y (2) la situación es tal que la persona aplica una etiqueta particular (“amor”) a las sensaciones que está experimentando. Su teoría se deriva de una importante teoría desarrollada por Stanley Schachter (1964).
Suponga que su corazón está latiendo fuertemente, que las palmas de sus manos están sudando y que su cuerpo está en tensión. ¿Qué emoción está experimen- tando? ¿Es amor; acaso el leer acerca del amor pasio- nal lo ha conducido a pensar obsesivamente en otra persona? ¿Es temor; está usted leyendo este texto de manera frenética porque tiene un examen mañana por la mañana? ¿Es excitación sexual; está pensando en tener una intimidad física más tarde esta noche? Podría ser cualquiera de estas tres, o ser enojo o vergüenza. Una amplia variedad de emociones se acompaña de los mismos estados físicos: aumento de la presión arte- rial, aumento en la frecuencia cardiaca, aumento de miotonía (tensión muscular), palmas sudorosas. Lo que diferencia a estas emociones es la manera en que interpretamos o etiquetamos lo que estamos experi- mentando.
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