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El Еdipo el concepto crucial del psicoanálisis


Enviado por   •  9 de Julio de 2015  •  Ensayos  •  2.689 Palabras (11 Páginas)  •  226 Visitas

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“EL EDIPO EL CONCEPTO CRUCIAL DEL PSICOANÁLISIS”

“Las relaciones del niño con su madre constituyen para él una fuente continua de excitación y de satisfacción sexual. La madre cree que sus gestos demuestran un amor asexuado y puro en el cual la sexualidad no tiene lugar, puesto que evita excitar los órganos sexuales de su bebé más allá de lo que exigen los cuidados corporales. Pero no solo la excitación de la zona genital despierta la pulsión sexual; también la ternura puede ser muy excitante.”

EL EDIPO: Es un deseo sexual propio de un adulto vivido en la cabecita y cuerpecito de un niño o niña de cuatro años y cuyo objeto son los padres. Es un asunto de cuerpos, de deseos, de fantasías y de placer.

El niño edípico sexualiza a sus padres, los introduce en sus fantasías como objetos de deseo e imita, sin pudor ni sentido moral, sus gestos sexuales adultos. Es la primera vez que experimenta un movimiento erótico de su cuerpo hacia el cuerpo del otro.

El niño edípico se siente feliz de desear y de obtener placer pero a la ves los atemoriza porque lo sienten como un peligro de recibir el castigo de la ley de la prohibición del incesto, excitado por el deseo, feliz con sus fantasías pero también angustiado, el niño se siente perdido y completamente desconcertado. La crisis edípica es una insoportable tensión entre el placer erótico y el temor; de desaparecer en las llamas del deseo. Si, el niño edípico, rechaza vigorosamente las fantasías y la angustia, deja de tener como pareja sexual a su padre o madre y queda entonces disponible para conquistar nuevos y legítimos objetos de deseo, va descubriendo el pudor, desarrolla el sentimiento de culpabilidad, el sentido moral y afirma su identidad sexual de hombre o mujer.

En la pubertad se producirá una segunda conmoción edípica, la niña o niño que entra en la adolescencia tendrá que ajustar el ardor de sus impulsos a su nuevo cuerpo. El joven ya no sabe apaciguar sus ímpetus; por el contrario, atiza su deseo volviéndose rebelde y, en ocasiones, a la inversa, reprime su deseo tan violentamente que se vuelve inhibido y completamente timido. No obstante, el volcán edípico no se extingue en la adolescencia. Mucho después en la edad adulta, como consecuencia de un conflicto afectivo puede volver a hacer erupción adquiriendo la forma de sufrimientos neuróticos tales como la fobia, la histeria y la obsesión. Por último otra reactivación del Edipo puede darse esta vez en la transferencia entre paciente y psicoanalista.

El Edipo es la prueba que experimenta el niño, quien, superado por un deseo sexual incontrolable, debe aprender a sofrenar su ímpetu y ajustarlo a los límites de su cuerpo inmaduro, a los límites de su conciencia naciente, a los límites de su miedo y, a los límites de su ley táctica que le ordena dejar de tomar a sus padres por objetos sexuales, la esencia de la crisis edípica es aprender a canalizar un deseo que nos desborda. Durante el Edipo, por primera vez en nuestra vida, le decimos a nuestro insolente deseo ¡aprende a vivir en sociedad! Es el doloroso paso de la iniciación de un deseo salvaje a un deseo socializado y la aceptación de que jamás podremos satisfacer totalmente nuestros deseos, el seísmo edípico se graba en el inconsciente del niño y perdura a lo largo de toda la vida como una fantasía que habrá de definir la identidad sexual del sujeto, que habrá de determinar numerosos rasgos de su personalidad y que fijara su aptitud para manejar los conflictos afectivos futuros. En el caso de que la experiencia de un placer excesivo hubiera resultado traumático, la fantasía resultante constituye la causa segura de una futura neurosis, para los psicoanalistas, el complejo de Edipo conforma el modelo que nos sirve para concebir el adulto que somos.

El Edipo comienza con la sexualización de los padres y se completa con la desexualización de los padres que desembocará finalmente en la identidad sexual adulta. Los principales elementos que intervienen en esta crisis: los deseos incestuosos, las fantasías, y la identificación. Las tres principales fantasías del Edipo son: fantasías de omnipotencia fálica, fantasías de placer que satisfacen imaginariamente y fantasías de angustia en el varón, el niño esta temeroso y de dolor la niña se siente lastimada y el fenómeno de la identificación.

Los deseos, las fantasías, y la identificación son pues los tres operadores que marcan respectivamente el nacimiento, el apogeo y la declinación del complejo de Edipo.

AL COMIENZO ERA EL CUERPO DE SENSACIONES ERÓGENAS

• Alrededor de los tres o cuatro años, todos los niños varones focalizan su placer en el pene, vivido al mismo tiempo como un órgano, un objeto imaginario y un emblema simbólico.

• Antes de esa edad, los lugares del placer eran la boca, luego el ano y la actividad muscular.

• La fuerza imaginaria del pene es tal que el niño lo convierte en su objeto narcisístico más preciado, en lo que más valora y se siente orgulloso de poseer.

• El niño por estas mismas razones lo siente como un órgano frágil, demasiado expuesto a los peligros y, por lo tanto, como símbolo, no solo de poder sino también de vulnerabilidad y de debilidad.

• El falo es el pene fantaseado, idealizado, símbolo de la omnipotencia y de su reverso, la, vulnerabilidad.

• Freud llama a esta fase, en la que la sexualidad permanece centrada en el falo, fase fálica.

• Durante este estadio los niños, sean varones o nenas, creen que todos los seres del mundo están dotados de un potente falo, es decir, que todos los seres son tan fuertes como ellos.

• Todos tienen un órgano peniano como el mío. Todos tienen las mismas sensaciones que yo y todos deben sentirse tan fuertes como yo.

• Esta idolatría que siente cada niño por el falo, en el varón aparece acompañada por la angustia de perderlo.

• A esa edad el niño ya ha tenido la experiencia de perder objetos vitales; siendo bebé, perdió el pecho materno que hasta entonces consideraba como parte de si mismo; luego tuvo la experiencia de renunciar al chupete y de separarse de su primer muñeco de felpa; más tarde, al comenzar a sentarse en la bacinilla comprobó que su “caca” se desprendía de él.

• A la edad edifica un niño es cabalmente capaz de representarse la pérdida de un objeto querido y de temer que vuelva a suceder.

LOS TRES DESEOS INCESTUOSOS

• El niño de cuatro años e que brota en él una fuerza nueva,

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