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Freud y el Psicoanálisis

Micaela BejarInforme10 de Noviembre de 2019

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UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA PSICOANALÍTICA

                                                                                           Lic. Daniel Duro

Freud y el Psicoanálisis

Sigmund Freud nació en la parte húngara del imperio Austro-Húngaro el 6 de mayo de 1856.  A la edad de 3 años su familia se traslada a Viena, capital de Austria, en la que Freud vive hasta 1938, momento en el cual la Gestapo (policía paramilitar Nazi), lo obliga a abandonar Austria (Freud era judío). Muere en Londres al año siguiente, el 23 de septiembre de 1939.

De profesión neurólogo, Freud empezó a interesarse por las llamadas parálisis histéricas, es decir, aquellas afecciones que provocaban anestesia o imposibilidad de movimiento en algún miembro, sin razones de orden orgánico. ¿Cómo trabajaba Freud con estas pacientes?  Las invitaba a hablar sobre su padecimiento y a mencionar todas aquellas ocurrencias que aparecieran en el transcurso del diálogo. Esta técnica, que con el tiempo Freud llamaría asociación libre, le permitió darse cuenta que en el padeciente había contenidos de conciencia que no estaban presentes en el momento del encuentro, pero que a medida que se desarrollaba la entrevista iban surgiendo, como viniendo de una segunda conciencia. Estos nuevos contenidos de conciencia no venían de la memoria (no eran pre-conscientes), sino que irrumpían en la conciencia del sujeto como consecuencia de la relación analítica (1). A esta segunda conciencia Freud la llamará inconsciente.

Las preguntas que debía contestarse a continuación eran por qué estos contenidos o representaciones eran inconscientes, y si habría alguna relación entre estas representaciones inconscientes y los síntomas que padecían las pacientes. 

Muchos de estos contenidos inconscientes aparecían en las sesiones, es decir, se hacían conscientes, con dificultades, porque el paciente sentía vergüenza o directamente se angustiaba frente a ellos. Otras veces los consideraba tan insignificantes que ni los mencionaba. Freud empezó a relacionar la aparición de estas resistencias a hacer conscientes estas representaciones, con las fuerzas que debieron actuar para hacerlas inconscientes.

A partir de estos descubrimientos, desarrolló la teoría de que sobre algunas representaciones que provocan un profundo malestar vivido como angustia, el sujeto actúa reprimiendo estas ideas, que como producto de esta represión se harán inconscientes (2). Pero además observó que, al hacerse conscientes estos contenidos reprimidos, los síntomas que padecían los sujetos mejoraban notablemente. ¿Qué relación habría entre hacer consciente lo inconsciente y la desaparición de los síntomas? Por otro lado, las pacientes muchas veces tenían estas ocurrencias reveladoras de contenidos inconscientes como resultado de hablar sobre algún sueño tenido en días previos a la sesión. El relato de los sueños presentaba la característica de tener al menos dos lecturas: el recuerdo de lo soñado efectivamente y las ocurrencias que tenía el paciente sobre lo soñado, que a la postre daría el verdadero significado del sueño. Al recuerdo de lo soñado Freud lo llamó contenido manifiesto del sueño, y al significado contenido latente. Al parecer, algunas ideas o representaciones se servían del sueño para hacerse conscientes. O sea que lo reprimido aprovechaba, por decirlo así, el momento del dormir para filtrarse a la consciencia venciendo la resistencia que le impedía hacerse consciente durante la vigilia. Era evidente que lo reprimido, y por lo tanto inconsciente, se hacía consciente bajo determinada circunstancias; retornaba, por decirlo así, a la consciencia del sujeto, aunque este lo ignorara. Por ejemplo, el paciente era consciente de su brazo paralizado, pero no entendía qué significaba eso, ni que relación había entra esta parálisis y el contenido reprimido. En otras ocasiones, los pacientes contaban haber cometido algún error al dialogar con alguien, y que al darse cuenta se corregían inmediatamente sintiéndose incómodos o avergonzados, por ejemplo, al “felicitar” al deudo en un velatorio.

Freud entonces afirma que las representaciones que resultan intolerables para el sujeto son reprimidas, porque generan angustia. Que estas representaciones reprimidas devienen inconscientes y que en ese estado retornan disfrazadas como síntomas, sueños, actos fallidos, o a través del discurso. 

Otra característica de los contenidos de los relatos de los pacientes era la referencia que estos hacían a situaciones de carácter sexual vividas en la infancia. Parecía que los contenidos reprimidos que se hacían conscientes, guardaban en última instancia, una relación con experiencias infantiles de carácter sexual.

Freud desarrolló la idea entonces de una sexualidad anterior a la pubertad, con características propias: la sexualidad infantil.

El concepto de sexualidad infantil que desarrolla el psicoanálisis cambia por completo la idea de sexualidad que se manejaba hasta ese momento. Sexualidad pera el psicoanálisis es sinónimo  de búsqueda de placer, y no se refiere meramente a lo genital que establece el saber médico.

Pero, ¿cuáles serían las características de esta sexualidad infantil cómo búsqueda de placer? De la observación de los niños pequeños desde el nacimiento hasta aproximadamente los 5 o 6 años, obtenemos suficiente evidencia de lo placentero que resulta para ellos la succión del pecho materno, hasta el año o año y medio aproximadamente, y cómo a partir del control de esfínteres se vuelve importante y placentero retener y expulsar las heces. Los juegos de los niños se enfocan a succionar todo en la primera fase, para pasar a primer plano luego del año y medio su interés por los productos expulsados del interior de su cuerpo. A partir de los tres años el interés se centrará ya en la figura de los padres. Es notable observar cómo el nene intenta reemplazar al padre al lado de la madre y la nena a la madre al lado del padre en la mayoría de sus juegos. El saber popular suele decir que las nenas “son” del papá y los nenes “son” de la mamá, por esa profunda influencia que ejercen los progenitores en esos primeros años, evidenciando los niños una preferencia por estar con el progenitor del sexo opuesto.

Freud conceptualizó este comportamiento infantil que se desarrolla entre los 3 y 5 o 6 años como Complejo de Edipo, en referencia al mito griego escrito por Sófocles, para dar cuenta de la dramática que, según Freud, se desarrolla en este momento.

En ese sentido, las teorías que construyen los niños pequeños sobre las características del cuerpo humano son reveladoras de las preocupaciones que ocupan la mente infantil en esos momentos del desarrollo. Por ejemplo, los niños saben que los bebés salen de la panza de la madre (los cuentos de la cigüeña o el repollo son escuchados por ellos sólo para agradar a los padres), pero suponen que salen del cuerpo materno por el ano, que es el único agujero corporal que reconocen. Los varoncitos y las mujercitas tienen la misma teoría cloacal. ¿Cuál es la premisa infantil coherente con la teoría cloacal? La de que todos los seres humanos tienen pene. A esta premisa Freud la llama premisa universal del falo. Si todos los seres humanos tienen pene, la madre también, y la niña tendrá un  pene chiquito que le va a crecer a medida que ella crezca. Sucede que en un momento del desarrollo, los niños descubren la falta de pene en la mujer, y las consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos, los encaminan por distintos rumbos, según sea niño o niña. Los niños suponen que aquellas personas que no tienen pene lo perdieron como castigo impuesto por el padre a los niños que mostraban un especial interés por la madre. A esta teoría Freud la llama amenaza de castración, generadora de mucha angustia. Las niñas en cambio se enteran que su clítoris no se transformará en pene, que no va a crecer, lo que también les provoca un alto nivel de angustia por la decepción que sufren en su constitución subjetiva, porque quedan con la marca de que les falta algo, que están incompletas. A esta vivencia de incompletud  Freud la llama decepción narcisística. Como consecuencia de esta amenaza de castración y de esta decepción narcisística por la falta de pene, los niños terminan tomando como modelo al progenitor del mismo sexo, para poder buscar más tarde fuera del núcleo familiar, algún objeto (persona, idea, cosa), que les permita compensar haber tenido que renunciar a sus objetos incestuosos. En ese sentido, la prohibición del incesto y del parricidio, presente en toda sociedad humana, es una prueba de la universalidad del Complejo de Edipo, prohibición que dará lugar a la formación del Super Yo, que desarrollaremos más adelante.

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