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Paradigma Conductista

Stryfe10 de Septiembre de 2011

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Caracterización del Paradigma Conductista

OBJETIVOS

Al finalizar el capítulo el alumno:

1 Analizará los componentes del paradigma conductista.

2 Analizará las proyecciones de aplicación del paradigma al campo educativo.

INTRODUCCIÓN

En los capítulos anteriores revisamos la historia y el estatuto epistemológico de la psicología de la educación, señalamos que una de las características principales de esta última es su naturaleza multiparadigmática. Dentro de los paradigmas vigentes de la disciplina, el que se ha mantenido durante más años y por tanto de mayor tradición dentro de la disciplina es el denominado conductista. Este paradigma es uno de los que más proyecciones de aplicación ha generado en la psicología de la educación. Por tanto, una de las dimensiones de la disciplina, que más se ha visto desarrollada por la presencia del paradigma es la técnico-práctica.

El paradigma psicoeducativo conductista está basado sobre todo en la concepción de la hipótesis de extrapolación-traducción que revisamos con anterioridad. El paradigma que trataremos aquí es el llamado análisis conductual aplicado a la educación, el cual se fundamenta en los principios de la investigación básica conductista, obtenidos en escenarios artificiales. Dichos principios son extraídos y traspolados a las distintas situaciones educativas.

Para caracterizar el paradigma conductista y sus aplicaciones educativas vamos a retomar los cinco componentes que revisamos en el capítulo anterior, en donde se destacan las proyecciones al campo educativo.

ANTECEDENTES

El enfoque conductista tuvo sus orígenes en las primeras décadas del presente siglo. Fue J. B. Watson su fundador, quien expuso su programa y concepción a partir de un texto seminal escrito por él mismo en 1913, La psicología desde el punto de vista de un conductista. El autor de formación funcionalista (Escuela de Chicago) supo entender los tiempos de aquellos años al proponer un nuevo planteamiento teórico-metodológico, cuyas principales influencias, en boga por aquel tiempo, fueron una concepción fixista del darwinismo, el empirismo inglés, la filosofía pragmatista y la concepción positivista de la ciencia (véase Chaplin y Krawiec, 1979; Yaroshevsky, 1979).

Según Watson, la psicología para alcanzar un estatuto verdaderamente científico no debía ocuparse del estudio de la conciencia (los procesos inobservables), sino nombrar a la conducta (los procesos observables) como su objeto de estudio. Asimismo era necesario rechazar el uso de métodos subjetivos como la introspección y utilizar en su lugar, métodos objetivos como la observación y la experimentación, empleados por las ciencias naturales (véase Rubinstein, 1974).

El conductismo desde sus inicios aparentemente rompía de manera radical con muchos de los esquemas de la psicología precedente, aunque a decir verdad existían importantes antecedentes dentro de la psicología (por ejemplo, Pavlov y Thorndike, entre otros) los cuales fueron tomados por los conductistas como base sólida para su trabajo teórico-metodológico.

El planteamiento de Watson tuvo un buen acogimiento en los círculos académicos y logró un éxito cuasi inmediato, sobre todo en los años veinte. Diez años después del manifiesto conductista de 1913, la propuesta de Watson rápidamente se diversificó, con el cual se contó por esos años de un numeroso grupo de escuelas disímbolas entre sí (véase Pozo, 1989; Rubinstein, 1974). Algunos años después creció el movimiento neoconductista con cuatro derivaciones que disputaban la supremacía académica. Estos cuatro nuevos planteamientos fueron el conductismo asociacionista de E. Guthrie, el conductismo metodológico de

C. L Hull, el conductismo intencional de E. L. Tolman y finalmente el conductismo operante de B. F. Skinner.

Con el paso de las décadas, especialmente durante los años cuarenta hasta los sesenta el conductismo skinneriano se desarrolló y protagonizó la escena académica al grado de constituirse como la corriente hegemónica dentro de la disciplina psicológica.

La propuesta skinneriana, también llamada análisis experimental de la conducta (AEC), se ha caracterizado por hacer una feroz defensa de los aspectos más radicales de la corriente conductista (el antimentalismo y el ambientalismo extremo). Según el autor estadounidense, la conducta de los organismos puede ser explicada mediante las contingencias ambientales, sin tomar en cuenta toda posibilidad causal-explicativa a los procesos internos de naturaleza mental.

A partir de los sesenta, el paradigma conductista comenzó a acumular una serie de anomalías, difícilmente explicables desde la óptica ortodoxa y la corriente dejó de tener la fortaleza, como tradición de investigación, que hasta entonces ostentaba. Empero el conductismo, al parecer no ha finiquitado su presencia en la psicología, desde la inspiración de los escritos del tenaz Skinner. Actualmente así como siguen existiendo conductistas operantes, de igual modo han comenzado a aparecer desde hace años variantes híbridas dentro de esta corriente que reflejan las influencias de otros paradigmas como son el enfoque cognitivo-conductual (véase Mahoney, Zimmerman), la teoría del aprendizaje social (Bandura), los estudios sobre cognición animal (Rescoría), etc. (véase Pozo, 1989).

Hay que reconocer que la obra de Skinner es, sin duda, uno de los grandes hechos históricos de la psicología de este siglo. Al grado tal que cuando se habla de conductismo, se piensa de manera inmediata en la figura del psicólogo estadounidense. La corriente skinneriana, es el conductismo por antonomasia. Una variante del AEC lo constituye el Análisis Conductual Aplicado (ACA), el cual se refiere a las aplicaciones de las leyes y principios encontrados en la investigación básica con organismos infrahumanos en escenarios reales (Baer, Woolf y Risley, 1974). Dentro de ellos, el campo de la educación ha sido uno de los preferidos por los conductistas, donde sin lugar a dudas se han realizado un sin número de trabajos de intervención. Por tal motivo en la presente exposición nos centraremos en las aplicaciones del AEC (el ACA) al campo y dimensiones de la educación.

1. PROBLEMÁTICA.

La problemática de la aproximación conductual es inequívoca: el estudio descriptivo de la conducta. Dicha situación ha interesado a todos los conductistas en todas sus variantes y, en particular, al esquema skinneriano. El espacio de problemas en que ellos ubican todo su trabajo de investigación y análisis es el estudio de la conducta y sus determinantes los cuales son para ellos de tipo externo-ambiental.

Al estudiar a la conducta de los organismos, debemos aseguramos de definirlas en términos observables, medibles y cuantificables. Los procesos inobservables, por tanto, salen fuera de la problemática de investigación y análisis de los conductistas.

El estudio de la conducta ha de realizarse por métodos experimentales y los fines del trabajo "teórico" (en esta perspectiva existe una actitud profundamente antiteórica) y de investigación son el descubrir los principios y leyes, por los cuales el ambiente controla el comportamiento de los organismos (Reynolds, 1977).

Por tanto, los objetivos del conductismo operante son la investigación y análisis de las relaciones y principios entre los hechos ambientales (estímulos, E) y las conductas de los organismos (respuestas, R) (esquema E-R), para que una vez identificadas estas leyes, se logren objetivamente la descripción, predicción y control de los comportamientos.

2. FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS.

El conductismo se inserta en la tradición filosófica del empirismo. De acuerdo con esta postura, el conocimiento es una copia de la realidad, el cual es meramente acumulado por simples mecanismos asociativos.

Dentro del marco del problema epistemológico del sujeto y el objeto de conocimiento, el sujeto cognoscente del empirismo es un ente pasivo, una "tabula rasa", un "libro en blanco", donde se imprimen las aportaciones deterministas del objeto. Recordemos que, según los empiristas, el conocimiento está compuesto de las sensaciones (materia prima de las impresiones del objeto), las ideas (copia directa de las sensaciones) y las asociaciones entre ellas. De cualquier manera el origen del conocimiento está en las sensaciones e impresiones, las cuales son meras copias o reflejos de la realidad, por lo cual se descarta la posibilidad de que cualquier reducto racionalista tenga una participación activa en la determinación de las conductas del sujeto.

De la corriente empirista, el conductismo ha heredado tres de sus características definitorias: el ambientalismo, el asociacionismo y el anticonstructivismo.

El conductismo es ambientalista en tanto considera que es el ambiente (físico predominantemente, aunque también el social) quien determina las formas en que se comportan los organismos. El aprendizaje de los organismos está a expensas de los arreglos ambientales (por ejemplo las contingencias y relaciones entre estímulos antecedentes y consecuentes, con las conductas de los organismos), y en ese sentido en un momento determinado pueden arreglarse las condiciones externas para que el sujeto o aprendiz de conocimiento modifique sus conductas en un sentido específico. En consecuencia, la concepción ambientalista extrema supone, al mismo tiempo, la noción de un sujeto cognoscente o aprendiz pasivo, receptor de las influencias externas.

De acuerdo con Pozo (1989), los conductistas

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