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Psicología De Las Masas Y Análisis Del Yo


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2013  •  2.487 Palabras (10 Páginas)  •  340 Visitas

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Psicología de las masa y análisis del yo

Introducción

Sólo muy pocas veces y bajo determinadas condiciones excepcionales le es dado al hombre prescindir de las relaciones del individuo con sus semejantes.

En la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, “el otro”, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social.

La pulsión social no es originaria e irreductible y los comienzos de su formación pueden ser hallados en círculos más limitados; por ejemplo, el de la familia.

II. El alma colectiva, según Le Bon

Antes de pasar al análisis de la obra de Gustavo Le Bon “Psicología de las multitudes”, Freud se plantea tres preguntas que son fundamentales para la inteligencia de los fenómenos de masa:

1. ¿Qué es una masa?;

2. ¿Por qué medios adquiere la facultad de ejercer tan decisiva influencia sobre la vida anímica individual?

3. ¿En qué consiste la modificación psíquica que impone al individuo?

Freud comienza entonces a desglosar el citado texto de Le Bon. Este autor afirma que el más singular de los fenómenos presentados por una masa psicológica es el hecho de que cualesquiera que sean los individuos que la componen el sólo hecho de hallarse transformados en una multitud les dota de una especie de alma colectiva. Este alma les hace sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinta de como sentiría, pensaría y obraría cada uno de ellos aisladamente. Le Bon pasa seguidamente a describir las modificaciones que el individuo experimenta en la masa y sostiene que en una multitud se borran las adquisiciones individuales desapareciendo así la personalidad de cada uno de los que la integran; lo heterogéneo se funde en lo homogéneo. De este modo se formaría un carácter medio de los individuos constituidos en multitud. Pero Le Bon encuentra nuevas cualidades, de las cuales carecían antes, y halla la explicación de este fenómeno en tres factores diferentes:

1. el individuo integrado en una multitud adquiere, por el sólo hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que antes, como individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente.

Con respecto a este punto, Freud explica que el individuo que entra a formar parte de una multitud se sitúa en condiciones que le permiten suprimir las represiones de sus tendencias inconscientes. Los caracteres aparentemente nuevos que entonces manifiesta son precisamente exteriorizaciones de lo inconsciente individual.

2. el contagio mental, interviene igualmente para determinar el hecho de que dentro de una multitud, todo sentimiento y todo acto sean contagiosos, hasta el punto de que el individuo sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés colectivo.

3. Una tercera causa es la sugestibilidad, de la que el contagio no es sino un efecto. El individuo sumido algún tiempo en el seno de una multitud activa cae pronto en un estado particular, muy semejante al estado de fascinación del hipnotizado, entre las manos de su hipnotizador. Paralizada la vida cerebral del sujeto hipnotizado, se convierte éste en esclavo de todas sus actividades inconscientes, que el hipnotizador dirige a su antojo. La personalidad consciente desaparece; la voluntad y el discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y pensamientos son entonces orientados en el sentido determinado por el hipnotizador.

La desaparición de la personalidad consciente, el predominio de la personalidad inconsciente, la orientación de los sentimientos y de las ideas en igual sentido, por sugestión y contagio, y la tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas, son los principales caracteres del individuo integrado en una multitud. Perdidos todos sus rasgos personales, pasa a convertirse en un autómata sin voluntad.

Freud continúa entonces con la descripción de los caracteres de las masas y sostiene que la multitud es impulsiva, versátil e irritable y se deja guiar casi exclusivamente por lo inconsciente. La masa abriga un sentimiento de omnipotencia. La noción de lo imposible no existe para el individuo que forma parte de una multitud. La multitud es extraordinariamente influenciable y crédula. Carece de sentido crítico y lo inverosímil no existe para ella. No conoce dudas ni incertidumbres. Las multitudes llegan rápidamente a lo extremo. Naturalmente inclinada a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella es inútil argumentar lógicamente.

En la reunión de los individuos integrados en una masa desaparecen todas las inhibiciones individuales, mientras que todos los instintos crueles, brutales y destructores, residuos de épocas primitivas, latentes en el individuo, despiertan y buscan su libre satisfacción. Por último, las multitudes no han conocido jamás la sed de la verdad. Piden ilusiones, a las cuales no pueden renunciar.

Freud explica que este predominio de la vida imaginativa y de la ilusión sustentada por el deseo insatisfecho constituye un fenómeno característico de la psicología de las masas. Como sucede en el sueño y en la hipnosis, la prueba por la realidad sucumbe, en la actividad anímica de la masa, a la energía de los deseos cargados de afectividad.

Le Bon considera que la multitud necesita un jefe y que es preciso que el mismo posea determinadas aptitudes personales. A los directores de multitudes les atribuye Le Bon un poder misterioso e irresistible, al que da el nombre de «prestigio».

III. Otras concepciones de la vida anímica colectiva

Freud considera que los fenómenos descritos por Le Bon del alma colectiva han sido exactamente observados; pero también es posible oponerles otras manifestaciones de las formaciones colectivas, contrarias por completo a ellos y susceptibles de sugerir una más alta valoración de alma de las multitudes.

El mismo Le Bon concede que, en determinadas circunstancias, la moralidad de las multitudes puede resultar más elevada que la de los individuos que la componen, y que sólo las colectividades son capaces de un gran desinterés y un alto espíritu de sacrificio.

Por lo que respecta a la producción intelectual, está, en cambio, demostrado que

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