Trastornos de la funciones psiquicas
♥Ori ♥ Victoria♥Biografía24 de Mayo de 2016
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- Semiología: síntomas y signos. Alteraciones de las funciones psíquicas
Vidal y Alarcón
Cap. 4 Pto B.
Las funciones psíquicas y sus trastornos.
R. D. Alarcón y O. de León
Afectividad
[pic 1]
Aún cuando el término se presta a controversia, lo utilizamos aquí en lo que tiene de expresión sumaria de la vida emocional del individuo, traducida fundamentalmente en sentimientos y emociones que constituyen luego lo que llamamos afecto propiamente tal y ánimo.
Sentimiento se define como una emoción positiva o negativa hacia determinada experiencia: puede considerárselo también como la expresión subjetiva de una emoción, el “cómo” se vive tal emoción.
Emoción, por otra parte, entraña un estado de efervescencia debido en buena medida, a cambios que ocurren en respuesta a determinados eventos: las emociones tienen a perpetuar o a abolir el impacto del evento causal.
Ánimo es el estado emocional prevalente, íntimamente subjetivo que domina y colorea la experiencia total del sujeto en un momento dado.
Afecto es la expresión pretendidamente objetiva del ánimo, a través de producciones verbales o conductuales, supuestamente en consonancia con el estado emocional subyacente. Dicho en términos más sencillos, ánimo es cómo se ve el sujeto a sí mismo, cómo siente su propia experiencia; afecto es cómo lo ven (o sienten) los demás; el observador clínico entre ellos. El ánimo puede resultar inasible, el afecto puede ser distorsionador y engañoso en la percepción de personas que no son el paciente mismo. En todo caso, la vida afectiva (o afectividad) abarca y engloba esta complicada gama de experiencias y su expresión concomitante.
Trastornos de la afectividad
Desde un punto de vista estrictamente clínico los síntomas afectivos más prominentes pueden clasificarse en dos grandes grupos:
Generales:
A) Depresión: reacción emocional a la frustración crónica o a eventos que representan pérdidas emocionales de diversa índole. Se caracteriza por sentimientos de tristeza, desaliento, desesperanza, minusvalía personal, pesimismo, tendencias autopunitivas, pérdida de repercusión afectiva ante eventos favorables, enlentecimiento psicomotor generalizado.
Resulta fenomenológicamente difícil separar conceptualmente varios de estos componentes, aunque si se habla con criterio estricto, sólo los tres primeros caracterizan esta perturbación del ánimo. Como variantes de la depresión podrían citarse
El estupor: incapacidad momentánea de experimentar sentimientos.
La disforia: condición más o menos persistente de incomodidad, especialmente en situaciones de trato interpersonal, insatisfacción crónica, rumiaciones negativas referidas al individuo mismo.
La depresión, cuya severidad puede variar desde la forma reactiva menor hasta el cuadro morboso de los desórdenes endógenos, es un fenómeno clínico ubicuo y proteiforme, que acompaña incluso a numerosos cuadros somáticos. Tiene la peculiar característica de aglutinar una serie de síntomas pertenecientes a otras esferas psíquicas en un proceso que puede paralizar el funcionamiento psicológico del individuo lo conduce al desarrollo de conductas autodestructivas, si el cuadro es intenso.
B) Euforia: definida como elación y excitabilidad extremas, ánimo exultante, a veces contagioso pero frágil pseudofelicidad, las más de las veces inapropiadamente motivada. Al igual que la depresión, se traduce en una serie de fenómenos en diversas parcelas psicológicas y genera (en sus formas extremas) conductas desorbitadas, actividad física excesiva, pérdida del control de actividades rítmicas, superficialidad excesiva y atención fluctuante. La euforia es un rasgo característico de los cuadros maníacos y maniformes, la euforia tiene también gradaciones o niveles de intensidad, algunos de los cuales, en ocasiones no llegan a adquirir dimensión clínica.
C) Ansiedad o angustia: estado afectivo displacentero, con multitud de concomitantes fisiológicos, especialmente en áreas del sistema nervioso vegetativo, que dan lugar a tensión, aprensión, temor y excitabilidad neuromuscular exacerbada. La ansiedad puede originarse en la expectativa, pero no certeza, de que algo (generalmente malo) va a ocurrir en cualquier momento. Tal respuesta es, como su agente generador, vaga, difusa, pero plena de aflicción y significación trascendental para la vida subjetiva.
El miedo, llevado a extremos mórbidos de concreción e intensidad, genera el síntoma fóbico. A su vez, pánico es un grado severo de ansiedad, con alto potencial desorganizador de la función psíquica.[pic 2]
La mayoría de los autores coincide en que le rasgo distintivo de la ansiedad es su expresión somática más o menos definida, que va más allá de la mera aprensión subjetiva. En la certera frase de Delgado…
Tomando en consideración los factores extremos, la angustia puede surgir tanto por falta de oxígeno en los tejidos, cuanto por grietas de la metafísica.
Cubriendo así el todo de la experiencia humana. Finalmente, otro factor clínico de importancia está dado por la ocurrencia simultánea (en muchísimos casos) de ansiedad y depresión, con la consiguiente mayor complejidad sintómica.
D) Violencia: muchos psicopatólogos pueden objetar la inclusión de este síntoma entre los trastornos afectivos generales, de hecho la violencia (con sus escasamente adecuados sinónimos, tales como cólera, ira, furia) incluye una complicada maraña de emociones y estados afectivos, pero se lo ubica aquí pos su definida expresividad pática. Consiste en la propensión a estallidos de cólera, generalmente desproporcionados a los estímulos causales, intermitentes o esporádicos, de duración variada, acompañados de grados a veces incontrolables de agitación y heterodestructividad. Al igual que con la ansiedad, los factores causales pueden ser tanto psicógenos como orgánicos, estos últimos identificados con más frecuencia.
Específicos:
a) Labilidad emocional: ocurrencia de rápidos y a veces contradictorios cambios emocionales, resultado de un deficiente autocontrol ante eventos o situaciones estresantes, a veces objetivamente inocuos. Incluye accesos de risa o llanto, cubriendo un amplio espectro en cuanto a intensidad se refiere. La variedad extrema es la llamada incontinencia emocional, presente con más frecuencia en síndromes orgánico – cerebrales. El rango, sin embargo, es sumamente amplio, pues el síntoma se presenta también en cuadros psicóticos, neurosis diversas, desórdenes de personalidad y hasta en individuos normales.
b) Ambivalencia afectiva: consiste en la ocurrencia simultánea y no deliberada de emociones o sentimientos opuestos, aparentemente inconciliables, en zonas más o menos accesibles del campo consciente.
Un rasgo fundamental es que los sentimientos conflictivos[1]∗ se originan en un mismo objeto y naturalmente se refieren también casi exclusivamente a él. Vista en formas graves de psicosis esquizofrénica, la ambivalencia puede presentarse también, sin embargo, en cuadros de menor severidad.
c) Apatía: se define como la incapacidad más o menos prolongada de experimentar sentimientos, una genuina cerrazón de la vida afectiva, con preservación de otras capacidades, entre ellas la cognoscitiva. Es la carencia de afecto o de su expresividad anímica, incapacidad para gozar o sufrir, vista en situaciones de estrés intolerable, neurosis severas, psicosis o estados demenciales; en estos últimos, el individuo no se percata de su estado, anulada como está, su función cognoscitiva. Una forma clínica interesante de apatía es la que se ve en personas que, en medio de los rigores de una experiencia traumática, se muestran completamente indiferentes respecto a su suerte y no intentan modificarla ni por medio de la lucha o de la fuga, modalidades básicas de resolución del estrés.
d) Inversión de los afectos: implica cambios significativos del devenir de los sentimientos en un individuo, generalmente con la irrupción de fenómenos totalmente opuestos a los que anteriormente presidían su relación con otras personas. El cambio puede ser gradual (y comprensible) o súbito y, por lo mismo, de más difícil explicación. El diagnóstico será mas severo cuanto más dramático sea el cambio afectivo. Un ejemplo característico es el que acompaña al síntoma central del llamado síndrome de Capgras: el individuo concluye que sus familiares cercanos no lo son en realidad y despliega conductas y afectos claramente adversos. La mayoría de pacientes que experimentan inversión de afectos presenta patología francamente psicótica.
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