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Dios Si , Religion No

anadavila24 de Octubre de 2012

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Dios sí, Religión no:

Acercamiento a la realidad religiosa de la Juventud Actual

«Al alba del nuevo milenio se va afianzando una desafección, tanto por lo que respecta al ateísmo militante, como a la fe tradicional en las culturas del Occidente secularizado, presa del rechazo, o más simplemente, del abandono de las creencias tradicionales, ya sea en lo que concierne a la práctica religiosa, como en la adhesión a los contenidos doctrinales y morales. El hombre que hemos denominado homo indifferens, no deja por ello de ser homo religiosus en busca de una nueva religiosidad perpetuamente cambiante. El análisis de este fenómeno descubre una situación caleidoscópica, donde se da a la vez todo y lo contrario de todo: por una parte, los que creen sin pertenecer y, por otra, los que pertenecen sin por ello creer íntegramente el contenido de la fe y sobre todo los que no tienen intención de asumir la dimensión ética de la fe. Verdaderamente, sólo Dios conoce el fondo de los corazones, donde su gracia trabaja en lo escondido.» (Documento «¿Dónde está tu Dios?», Consejo Pontificio de la Cultura, N° 7).

Introducción:

Escuché en una ocasión al Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga hacer el siguiente análisis sobre la realidad de un aparente resurgir espiritual en el comienzo del siglo, coincidente con un enfriamiento creciente de la participación religiosa o eclesial. Decía:

«Algunos estudios señalan que un aumento de espiritualidad no es incompatible con un descenso de eclesialidad ni con un impacto decreciente de la religión en la propia vida. Hoy se saluda con gozo ingenuo el que la búsqueda de espiritualidad de nuestros días "trascienda" iglesias y religiones. Dada la exacerbación del sentimiento individual, la mayor parte de las veces sería más justo decir que esta búsqueda no es que trascienda, sino que no llega ni a la Iglesia ni a la religión, pues se aísla en la soledad del propio corazón.

Hace unos años hizo fortuna la siguiente escala: "en los 60 se decía "Iglesia no, Cristo sí"; en los 70, "Cristo no, Dios sí"; en los 80, "Dios no, religión sí"; y en los 90, "religión no, espiritualidad sí"". En realidad, esta evolución es un subproducto del individualismo ambiental. Quizá llega la hora de reflexionar sobre esta dinámica explosiva anti-encarnacionista que, al separarnos de lo concreto, parece que nos libera cuando realmente no hace más que debilitarnos, apartarnos de Dios y de los demás y encerrarnos en la soledad de nuestro propio corazón.»

No son pocas las personas que señalan con entusiasmo el decrecimiento de las posiciones ateas, especialmente de las fundadas en sistemas filosóficos, y el creciente interés de los hombres y mujeres de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI por realidades y experiencias espirituales. Sin embargo, como bien lo dice el Cardenal Rodríguez y como lo señala el documento citado como umbral de esta intervención, tal inquietud por lo espiritual no puede ocultar la realidad de una falta de sentido religioso y eclesial y, añadiría yo, de experiencia real de Dios y seguimiento de Cristo. Hace treinta o cuarenta años Dios era un tema que suscitaba apasionadas defensas de la postura de fe o de las diversas posturas no creyentes. Hoy, a pesar del interés de muchas personas por descubrir sus ángeles, sus buenas energías, o estar en armonía con el cosmos, y aún a pesar de la simpatía que como ejemplo de humanidad pueda despertar Jesucristo, lo cierto es que prevalecen las posiciones indiferentes, agnósticas y claramente no religiosas.

¿Cómo viven esta situación los jóvenes de hoy? Comencemos por aclarar que al decir los «jóvenes de hoy», incurrimos en el riesgo de las generalizaciones inadecuadas que nos llevan a juzgar la posible postura de la mayoría, fundándonos en lo que nos parece la postura de algunos, quizá de muchos. Con todo, con miras a poder realizar un acercamiento al problema religioso en la juventud actual, no tenemos más remedio que atrevernos a postular una cierta generalidad en las posiciones y sentimientos de los jóvenes, sin por ello negar que deben existir, tienen que existir, muchos casos particulares que cuestionan o contradicen lo que vamos a plantear. Asumiendo esta advertencia, habría que señalar que los jóvenes, como exponentes destacadísimos de la cultura predominante, viven especialmente estas posiciones de cierta inquietud espiritual que convive con una indiferencia religiosa y, a veces no sólo con una indiferencia, sino con una negación de la participación en una experiencia religiosa concreta. Esta realidad es la que explica el título asumido para esta charla: «Dios sí, religión no»; aunque, si afinamos nuestro acercamiento a las circunstancias de la juventud actual, habría que decir más bien: «Inquietud por lo espiritual, sí; Dios, tal vez; religión, no».

Desarrollaremos esta reflexión en dos momentos: En primer lugar, haremos un acercamiento fenoménico a la postura que tienen los jóvenes ante lo espiritual, Dios y la religión; y en segundo lugar nos plantearemos algunas causas que explican el por qué de la realidad anterior.

1. Acercamiento Fenoménico a la actitud religiosa de la juventud actual

He dicho que el título más indicado para describir la actitud de la juventud actual sería: Inquietud espiritual, sí; Dios, tal vez; religión no. ¿Qué significa este planteamiento?

 Inquietud espiritual, sí: Los jóvenes de hoy no son los jóvenes con posiciones radicales de increencia de otros tiempos. Por lo pronto, no lo son, porque difícilmente tienen posiciones radicales sobre algo. De otra parte, su apatía y abulia para los temas filosóficos densos, su desinterés por la lectura de los grandes autores y su tendencia a fundamentar sus posiciones existenciales únicamente sobre sus opiniones, muchas de ellas emotivas y sentimentales, no favorecen la aparición de posturas no creyentes sólidamente articuladas en argumentos. Por eso, no tienden a ser ateos. Ahora bien, lo anterior no implica sin más que tiendan a ser lo contrario, es decir, creyentes, pues, por las mismas razones por las cuales les cuesta la radicalidad para no creer, les cuesta igualmente ser radicales para creer. Sin embargo, a pesar de no ser claramente creyentes ni ser claramente no-creyentes, es verdad que manifiestan una cierta inquietud espiritual en forma de preguntas o necesidades existenciales. El mundo que les rodea, tan obsesivamente centrado en la satisfacción de anhelos de posesión material y de placeres sensibles, suele dejar abierta en los jóvenes la herida de un «algo que falta». Ya en los años 60, los jóvenes de los movimientos underground comenzaron una búsqueda por hallar un sentido espiritual a la vida. El consumo de substancias como el LSD, la psicodelia y hasta la peregrinación de los Beatles a la India, dan fe de un proceso de búsqueda de algo que la sociedad de consumo no podía ofrecer. Algo similar sucede entre los jóvenes de hoy. La inquietud espiritual se manifiesta como un malestar o resaca que deja en la juventud la vida social actual. Las familias en crisis, la soledad creciente, las tendencias depresivas, la frustración interior que genera tener bienes o placeres y no tener un sentimiento claro de dicha, se convierten en una pregunta por si hay algo más, alguien más, algunos valores más en una dimensión espiritual. Tal pregunta no es otra cosa que la expresión de una necesidad planteada por anhelos a los que el mundo del consumo no responde y que, peor aún, son exacerbados por las deprivaciones, soledades y tristezas que muchos jóvenes de hoy sufren.

 Dios, tal vez: La inquietud espiritual de los jóvenes es lo suficientemente difusa para no ser necesariamente una opción por Dios. No lo es, porque en principio puede ser simplemente un anhelo y no necesariamente una búsqueda. La falta de radicalidad de la juventud actual, hace que desee algo; pero no necesariamente hace que busque con ilusión e intensidad eso que desea. De otra parte, la inquietud espiritual puede ser satisfecha sin necesidad de plantearse un encuentro personal con un Dios personal. Basta con buscar armonías, niveles de energías, limpiezas del aura, encontrar los números adecuados, ubicar la cama de acuerdo a las normas de fengshui o hallar el ángel asignado en el momento del nacimiento. Nada de lo anterior implica realmente una fe en un Dios personal. Incluso, al plantear la posibilidad de una creencia en Dios, éste puede ser una idea cósmica, una energía primordial, un sumo bien pseudoplatónico, o una especie de duende familiar que me escucha o me protege. Ni siquiera hay que creer ingenuamente que el Dios por el que optan algunos jóvenes, es el procedente del raciocinio sistemático al estilo de causa de todo lo que existe u ordenador que explica el orden universal, pues tales argumentos filosóficos densos, no son usuales para la juventud actual. Los términos más exactos para explicar el Dios que tal vez acogen los jóvenes a raíz de su inquietud espiritual, son los términos que ellos mismos suelen decir cuando se les interroga al respecto: «yo tengo un concepto muy personal de Dios». Es decir, su Dios, si tienen Dios, es el Dios que se imaginan, y lo imaginan a partir de sus necesidades concretas.

 Religión, no: Aunque durante los últimos años nos hemos visto sorprendidos por gestos de militancia religiosa por parte de los jóvenes (asistencia masiva a las Jornadas Mundiales de la Juventud o a los encuentros de Taizé, participación numerosa en grupos religiosos conservadores —Regnum Christi, Comunión y Liberación, entre otros—,

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