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El Matrimonio


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2012  •  10.579 Palabras (43 Páginas)  •  265 Visitas

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El matrimonio:

Una expresión de cosas eternas

Los cristianos gozamos de una posición celestial gloriosa, que nos fue dada en Cristo antes de los tiempos de los siglos. Esta posición celestial y eterna tiene una manifestación en las cosas terrenas y temporales, en lo cotidiano. La gloria de Dios consiste en que esas cosas celestiales se expresen de manera multiforme en los variados actos de nuestra vida cotidiana. Así, por ejemplo, en Efesios capítulos 1, 2 y 3 se nos habla de lo que nosotros somos en los lugares celestiales; en cambio, en los capítulos 4, 5 y 6 se nos habla de lo que somos en la tierra, aquí y ahora, en virtud de lo que somos arriba.

El matrimonio y la familia son dos de las principales áreas en las que se expresan aquí abajo las cosas eternas de Dios. Por eso Dios les asigna un lugar tan principal, y por eso el enemigo de Dios, que es enemigo nuestro y de toda justicia, los ataca tan fuertemente.

La metáfora de un misterio

Lo primero que hemos de ver respecto del asunto que nos ocupa, es que el matrimonio es la metáfora de un misterio. "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia" (Ef.5:32). Este misterio -Cristo y la iglesia- no se dio a conocer a los profetas del Antiguo Testamento, si bien su metáfora -el matrimonio- ya se había establecido en Génesis 2:24: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne."

El matrimonio es una metáfora o una alegoría del misterio de Cristo y la iglesia, y no la revelación plena del mismo, porque muestra la unión de Cristo y la iglesia en forma velada, no abiertamente. El día que veamos a Cristo unido para siempre con su iglesia, en los lugares celestiales, celebrando las bodas del Cordero, ese día será una manifestación completa. Entonces ya no veremos oscuramente, sino que veremos las cosas tal como son. Hoy vemos el misterio revelado sólo a medias, a través de un delicado velo que lo cubre, y descubierto para unos pocos. El matrimonio es, de este modo, una metáfora que revela y, a la vez, esconde el misterio de la unión eterna de Cristo y la iglesia.

Para conocer el verdadero significado del matrimonio, hemos de conocer a Cristo y a la iglesia. El Señor aceptó cierta distorsión en cuanto al matrimonio bajo el Antiguo Pacto, pero no la puede aceptar bajo el Nuevo. Porque en el matrimonio, el marido representa a Cristo, y la esposa a la iglesia, lo cual no se conocía bajo el Antiguo Pacto.

Cuando los fariseos se acercaron al Señor para preguntarle acerca del matrimonio, ellos tenían en mente las enseñanzas de Moisés dadas en Deuteronomio capítulo 24. Sin embargo, Él les llevó más atrás, a Génesis capítulo 2. "Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así" (Mt.19:8). "Al principio no fue así". Es el parámetro con que ha de medirse. Lo que está en el principio muestra el modelo original de Dios, y que expresa el deseo de su corazón. Lo posterior es el resultado de la incapacidad e irresponsabilidad del hombre para sostener aquel modelo. De manera que hemos de ver atentamente cómo fueron las cosas al principio, para así conocer el misterio que encierra el matrimonio.

Cuando Dios creó a Adán tuvo en mente a su Hijo, y cuando Dios creó a Eva, como compañera de Adán, tuvo en mente a la iglesia. Lo primero es Cristo y la iglesia. No Adán y Eva. No el matrimonio de Adán y Eva, sino Cristo y la iglesia. El matrimonio es una réplica en el tiempo de aquella unión maravillosa y eterna de Cristo y la iglesia.

El misterio de Cristo y la iglesia -como todos los que Dios ha revelado en su evangelio-, no es develado a todos los hombres, sino sólo a los que son de la fe: "El respondiendo les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado" (Mat.13:11); "Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio ..." (Rom.11:25); "Así pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios" (1ª Cor.4:1); "He aquí os digo un misterio ... (1ª Cor.15:51); "Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia" (1ª Tim.3:9); "E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad" (1ª Tim.3:16). Estos misterios no son entendidos por carne y sangre, sino que son entendidos espiritualmente, por revelación del Espíritu Santo.

Doctrina no es revelación

Sin embargo, ocurre que el matrimonio, tal como lo enseñó Cristo, ha sido adoptado (al menos formalmente) por la llamada "sociedad occidental cristiana", incorporando, incluso, las palabras inspiradas del Señor en el ritual con que se celebra. Pero hemos de ver nosotros que el Señor nunca pretendió que sus enseñanzas abarcaran a toda una sociedad como tampoco crear una sociedad cristiana. Siempre vemos en sus palabras, y en las de los apóstoles, que los cristianos forman un residuo, un remanente en un ambiente que no es el suyo, porque "el mundo entero está bajo el maligno" (1ª Juan 5:19). En su oración de Juan 17, el Señor hace una clara diferencia entre los suyos (que están en el mundo) y los demás (que son del mundo). El matrimonio como institución y como doctrina puede ser conocido por todos los hombres, pero el matrimoniocomo metáfora y réplica de un misterio espiritual sólo pueden conocerlo los hijos de Dios.

Pondremos un ejemplo. Sabemos que los primeros cuatro siglos del cristianismo el mundo occidental estuvo bajo el dominio del Imperio Romano. Pues bien, mientras eso fue así, las formas de vida de toda Europa estuvieron marcadas por las formas de vida de los romanos. Y como esto era así, podía notarse claramente la diferencia entre un matrimonio romano y uno cristiano, porque ellos tenían una fuerte tradición, que centraba el matrimonio y la familia en el 'pater familias', el cual tenía poderes casi absolutos sobre los miembros de su familia, pues eran su posesión. Los rituales, la legislación y las costumbres - todo lo relacionado con la familia - no eran, por tanto, producto de una enseñanza inspirada. Pero tal cosa permitía separar, al menos, lo que era terreno de aquello que procedía del cielo.

Pero luego, cuando Constantino hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio, el misterio de Cristo y los demás misterios del evangelio, se hicieron comunes para toda la sociedad, no por una revelación de ese misterio, sino por la legalización de la doctrina

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