Matrimonio
eddysoto14 de Octubre de 2012
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El Matrimonio
• Introducción
• Capítulo 1: ALGUNAS CONSIDERACIONES BÁSICAS SOBRE EL MATRIMONIO
• Capítulo 2: ¿EN QUE CONSISTE EL MATRIMONIO?
• Capítulo 3: EL LUGAR DEL MATRIMONIO
• Capítulo 4: UNA ACTITUD BÍBLICA SOBRE EL DIVORCIO
• Capítulo 5: EL CONCEPTO DEL DIVORCIO
• Capítulo 6: ¿QUÉ ES EL DIVORCIO?
• Capítulo 7: LOS DOS GRUPOS DE I CORINTIOS 7
• Capítulo 8: EL DIVORCIO ENTRE LOS CREYENTES (Consideraciones preliminares)
• Capítulo 9: EL DIVORCIO ENTRE LOS QUE FORMAN UN YUGO DESIGUAL
• Capítulo 10: LA CLÁUSULA DE EXCEPCIÓN
• Capítulo 11: CRISTO, DEUTERONOMIO Y GÉNESIS
• Capítulo 12: EL ORIGEN DEL DIVORCIO POR EL PECADO SEXUAL
• Capítulo 13: EL NUEVO CASAMIENTO
• Capítulo 14: EL NUEVO CASAMIENTO DESPUÉS DEL DIVORCIO
• Capítulo 15: PERSONAS CON UN HISTORIAL
• Capítulo 16: FORMA DE TRATAR EL DIVORCIO Y EL NUEVO CASAMIENTO
J.E. Adams
MATRIMONIO
DIVORCIO
Y NUEVO
MATRIMONIO
INTRODUCCIÓN
Éste no es un libro sobre el matrimonio en sentido primario, aunque he tenido que decir mu¬cho sobre el matrimonio (para más detalles ver mi libro Vida cristiana en el hogar. No hay manera de hablar sobre el divorcio y el nuevo casamiento sin discutir primero el matrimonio. No quiero decir que hayamos de tratar el matrimonio de modo exhaustivo, pero hay necesidad de conside¬rar los principios básicos. Sin esto como fondo, es difícil ver el punto de vista bíblico sobre el divor¬cio y el nuevo casamiento.
Los temas tratados en este libro implican cuestiones de gran interés para la Iglesia. Si bien no todos los problemas pueden ser resueltos en estas páginas, espero que el lector estará de acuerdo en que se resuelven bastantes. Debido a que los asuntos del divorcio y el nuevo casamien¬to han sido evitados en el pasado reciente, hay poco material sustantivo a disposición. Los co¬mentaristas lo discuten brevemente, de paso, cuando tocan los pasajes pertinentes en la Biblia. De vez en cuando se oye algún sermón que toca algunas de las cuestiones fáciles. Pero, de modo fundamental, la dirección de la Iglesia ha ido a la deriva, y los miembros la han seguido.
Cuando hace veinticinco años empecé oficial¬mente mi ministerio como pastor de una iglesia en la sección occidental de Pennsylvania, los cris¬tianos apenas hablaban del divorcio y el nuevo casamiento. No es que estas cuestiones fueran tabú; es que no parecía que fuera necesario. Apar¬te del libro de John Murray, virtualmente nadie escribía sobre estas cuestiones. Hoy, naturalmen¬te, los estantes de las librerías cristianas están atiborrados de libros sobre el matrimonio y el di¬vorcio, aunque uno pierde las ganas de seguir le¬yendo la mayoría de ellos una vez ha dado una ojeada a varias páginas. Pero en aquellos tiempos las cosas eran así. ¿Por qué?.
No veíamos la necesidad de discutir la familia por cierto número de razones. En primer lugar, estábamos liados en una lucha de vida o muerte con el modernismo o liberalismo, y estábamos perdiendo la mayoría de las batallas. Las institu¬ciones cristianas a docenas caían en mano moder¬nistas; los conservadores eran echados de sus igle¬sias, en tanto que las denominaciones, una tras otra, pasaban bajo el control de líderes no creyen¬tes. La radio (la TV religiosa estaba sólo en su co¬mienzo) pertenecía a los modernistas. Los evolu¬cionistas iban a la cabeza. Los conservadores es¬taban sentados frente a sus iglesias, caídos y ven¬dándose las heridas. La lucha era encarnizada por todas partes, y pocos los recursos o el personal. En realidad, en comparación con la abundancia de materiales de hoy, se publicaban muy pocos li¬bros de cristianos. Las grandes editoriales las di¬rigían los modernistas, y modernista era el perso¬nal. Los editores conservadores eran pocos y pe¬queños, y el mercado conservador era escaso. Los cristianos que creían en la Biblia eran una peque¬ña minoría.
Los conservadores estaban a la última pregun¬ta. Y en aquellos días, gran parte de ellos eran dispensacionalistas, del tipo de los que decían: «Pronto habrá llegado el fin. Ésta es la hora undé¬cima. Si podemos resistir por un año o dos, el Se¬ñor vendrá dentro de poco.» Esto significaba que se hacían muy pocos planes de largo alcance, y no había nadie a la ofensiva, activo, agresivo; había, pues, una preocupación mínima sobre las fami¬lias.
Unido a estas actitudes estaba el hecho de que no quedaban muchos recursos, tiempo o energía para producir. Lo que quedaba se utilizaba en la defensa. Algunas cosas tenían que ser sacrifica¬das. Por desgracia, lo que se procuraba cultivar eran cosas distintas de las que trata este libro.
En tanto que esta explicación no excusa a la Iglesia, sí explica por qué toda una generación (la mía) creció con una instrucción muy escasa o nin¬guna sobre la vida cristiana (en general) y el ma¬trimonio y la familia (en particular). No nos que¬daba más recurso que avanzar dando tropiezos, no siempre por el camino recto, cuando teníamos que aprender lo que ahora podemos pasar a la próxima generación.
El ministro joven que empieza hoy vive en una era totalmente diferente. La situación ha cambia¬do radicalmente. La verdadera iglesia está ahora encima; son los modernistas que van de capa caí¬da. Los conservadores ahora tienen los recursos máximos y avanzan hacia adelante. Los semina¬rios están a rebosar de estudiantes, y hay libros sobre todas las fases de la vida. (En realidad, el problema hoy es abrirse paso entre la plétora de publicaciones para descubrir lo que vale la pena.)
Y, con todo —incluso con este cambio—, ha habido pocos libros sobre el divorcio y el nuevo casamiento, virtualmente ninguno bueno, aparte de los mencionados en -el prefacio. Hay libros anecdóticos, que nos cuentan las luchas y tribula¬ciones de los matrimonios naufragados, sermones que denuncian el divorcio, pero todavía hay pocas obras que consideren estas materias exegética y teológicamente. Los pastores, como resultado, es¬tán desorientados. Sus consejos de iglesia son confusos. Los seminarios, en gran parte, esquivan el tema, y el público cristiano está totalmente perplejo. Incluso muchas cuestiones sobre el ma¬trimonio quedan todavía por clarificar.
Añádanse a esta confusión todas las nociones eclécticas importadas de origen psicológico o psico-terapéutico pagano, y rocíense con algunas ideas populares junto con algunos conferencian¬tes bien intencionados (pero equivocados), y ten¬dremos todos los ingredientes necesarios para un brebaje más bien áspero al paladar. Hay más li¬bros que psicologizan las Escrituras cuando dis¬cuten el divorcio, que libros que hagan una exégesis seria en su intento de comprenderlo y expli¬carlo. Es evidente, pues, que la necesidad de estos materiales es grande.
Pero esto no es todo. Hubo un tiempo en que el pensamiento de la Iglesia (equivocadamente) creía que podía depender de la sociedad en gene¬ral para dar apoyo e instruir a los jóvenes sobre el matrimonio. Los educadores, los políticos, los líderes populares, y casi todo el mundo (incluidos los departamentos de policía), en aquel entonces adoptaban una posición clara y explícita en favor del matrimonio y contra el divorcio. El matrimo¬nio y la familia en nuestro país tenían asientos en primera fila, junto a la maternidad, la bandera norteamericana y la tarta de manzana. Así, toda una generación (o dos) creció sabiendo que estaba a favor del matrimonio, aunque no sabía por qué. Bíblicamente éramos analfabetos respecto a la fa¬milia, el matrimonio, el divorcio y el nuevo casa¬miento.
Hoy se ven muchas diferencias: la gente ya no piensa tanto que la bandera norteamericana, la maternidad y la tarta de manzana sean intangibles. Los jóvenes han visto quemar la bandera, los adherentes a la ERA y las lesbias han denunciado la maternidad, y espero que el FDA o el cirujano ge¬neral, uno de esos días, vaya a prohibir la tarta de manzana como «peligrosa para la salud». Los tiem¬pos han cambiado. La familia no ha quedado inmune; junto con otros valores axiomáticos, el suyo ha sido puesto en duda. En realidad, la fami¬lia está sometida a serios asaltos; ¡no es de extra¬ñar que haya tantos divorcios!
Los matrimonios de tipo abierto y otra docena de variedades son defendidos en las escuelas; los programas de TV han popularizado el divorcio y el nuevo casamiento, lo han hecho aceptable y aún lo glorifican; y a los jóvenes se les dice que el matrimonio es una invención humana y que aho¬ra ya no es necesario cuando hemos llegado a la «mayoría de edad». Se nos dice que ha dejado de ser útil y que en el mejor de los casos es inofen¬sivo, si bien innecesario, un vestigio o reliquia del pasado. Estamos ya más allá de la necesidad de un matrimonio para que controle la vida huma¬na. Si hoy es más conveniente no casarse, cuando ya no somos tan cándidos sobre los métodos anti¬conceptivos, pues uno deja de casarse. Después de todo, el matrimonio tiene sus inconvenientes, ¿no? Y si el hombre lo inventó como una conveniencia, ahora que están a disposición la píldora y los abortos a petición legales, el hombre puede prescindir del matrimonio, pues ya no es necesa¬rio.
Bajo esta clase de ataque por parte de teólogos modernistas, los políticos, maestros, médicos y otros, la juventud cristiana está confusa. Han cre¬cido sin una instrucción bíblica
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