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Tripode Existencial


Enviado por   •  19 de Febrero de 2015  •  7.155 Palabras (29 Páginas)  •  312 Visitas

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EL TRÍPODE EXISTENCIAL DE LA PROPUESTA PEDAGÓGICA AGUSTINIANA

1. PRESENTACIÓN

Es probable que el título sea muy amplio, máxime cuando se sabe que para la educación, en sus líneas formativas e informativas, es importante determinar si ella es diálogo o es monólogo, y cuál tipo de diálogo o de monólogo es; también hay que cuestionar, al interior de esa educación, si los docentes somos mediadores y facilitadores del proceso del aprendizaje para crear espacios de formación o no; si somos conscientes de que la calidad académica está estrechamente relacionada con la coherencia, unidad y totalidad de los contenidos y de la motivación en orden a la investigación; si, al menos, tenemos conciencia clara de que pedagogía, metodología y facilitación de herramientas de investigación están íntimamente relacionados con la capacidad para hacer ciencia; y finalmente, si percibimos que el éxito académico no implica obligatoriamente el éxito laboral, sobre todo cuando estamos frente a estudiantes y futuros profesionales fragmentados, dignos representantes de la modernidad líquida, donde brilla con luz propia una cultura del distanciamiento, la discontinuidad y el olvido1.

El título El trípode existencial de la propuesta pedagógica agustiniana, no puede ser un tratado de pedagogía, tampoco es el resultado o el avance de una investigación técnica, que casi siempre es pagada por una universidad. Nada de eso; básicamente es una invitación, en medida de lo posible provocativa y evocativa, para que quienes compartimos la vida en los espacios académicos, nos sintamos motivados a pensar seria y existencialmente sobre lo que hacemos, la manera como lo hacemos y con quienes lo hacemos, en un ambiente multicultural que vive un régimen basado más en la opinión que en la doctrina, más en lo pasajero que en lo permanente, más en lo desechable que en lo perdurable, razón por la cual proliferan las escuelas, los círculos educativos, las corrientes, y otras asociaciones del saber, hasta el punto de hablar de un cierto “gremio del saber”, que en líneas generales sostienen que la educación es la práctica que moviliza todo lo necesario para que el sujeto entre en el mundo y se sostenga en él, se apropie de los interrogantes que han constituido la cultura humana, incorpore los saberes elaborados por los hombres en respuesta a esos interrogantes y los subvierta con respuestas propias, con la esperanza de que la historia tartamudee un poco menos. Esto es así por en la sociedad actual se han fusionado bajo un único concepto realidades bastante dispares, que merecen una profunda revisión en orden a una mejor claridad sobre el asunto.

El material que hasta el momento ha sido recopilado, tiene cinco elementos: los presupuestos de la propuesta pedagógica agustiniana, una aproximación comprensiva a la propuesta agustiniana, el trípode pedagógico agustiniano, el presente de esa propuesta y una reflexión sobre esa propuesta. Es bueno dejar constancia, por aquello de la honestidad académica, que parte de este material ya ha sido trabajo en otros escenarios con otro tipo de auditorio, e incluso con menos elementos de reflexión de los que aquí se proponen; esto es así porque, como normalmente se suele decir y constatar, el hombre es el único ser de la naturaleza que llega al mundo sin la información necesaria para sobrevivir por sí mismo, aunque llegue con la promesa y la capacidad de superación, y en esta promesa y capacidad se inserta el trabajo educativo, en el cual muchos

1 Cf. BAUMAN, Zygmunt, Los retos de la educación en la modernidad líquida, Gedisa, Barcelona 2008.

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docentes son más profesores que maestros, en un gran número son personas con muchas necesidades y poca vocación, con mucho saber y poca pedagogía porque de hecho “la palabra maestro perdió su connotación original y se academizó, aplicándose actualmente a todo aquel que imparte la primera enseñanza y a cualquiera que es diestro o perito en alguna habilidad”2.

2. PRESUPUESTOS DE LA PROPUESTA PEDAGÓGICA AGUSTINIANA

Para entender la propuesta pedagógica de san Agustín, expresada en tres obras suyas3, se debe tener presente la experiencia del proyecto educativo romano4, al interior del cual, en lo que hace referencia a los docentes, existían tres tipos de profesores: litterator o ludimagister (el pedagogo griego), grammaticus (el gramático griego), y orator o magister iuris (el retórico o sofista griego). Era característico de cada tipo de profesor el hecho de ser consciente de la escolarización como algo progresivo, de su papel como artífice de la comunicación social y de la connotación religiosa que su trabajo implicaba, porque en aquel entonces educación y religión marchaban juntos, toda vez que la máxima expresión de la sabiduría no estaba en la consecución de un premio sino en la capacidad de descubrir la acción de la divinidad en el acontecer de cada día; por eso el sabio, el hombre o la mujer que había estudiado, aprendía las artes que los hacía libre y para llegar a esa libertad tenía, por principio, que ser persona verdadera, auténtica, sin dobleces. Es en esta perspectiva que se entiende la expresión agustiniana: “el orden de la instrucción exige que aprendan primero lo que han de creer y luego lo que han de pedir”5.

Tampoco se puede ignorar que el concepto de enseñanza en el pensamiento de san Agustín está relacionado con el concepto de lenguaje, en su significación tanto oral como escrita; por ello se dice que “puede ocurrir que no todo lenguaje sea instrucción, pero jamás se puede dar instrucción sin lenguaje: nadie puede enseñar sin hablar o sin expresarse de alguna manera”6. Debido a ello, en la metodología, el maestro debía ir de la experiencia directa de las cosas a la formación abstracta de ellas en palabras, signos o definiciones porque “el arte de la enseñanza comienza por el arte del aprendizaje; así como el profesor no enseña una sola vez sino que su enseñanza es continua, de la misma manera no se aprende de una sola vez sino que, a ejemplo de Agustín, se

2 Cf. GALLARDO, Aurelio, Pedagogía agustiniana. Consulta virtual hecha el 25 de abril de 2011: www.michoacan.gob.mx/copaise.

3 Son: El maestro (De magistro), La doctrina cristiana (De doctrina christiana), y La catequesis de los principiantes (De catechizandis rudibus). Junto a estas obras se pueden ubicar: El orden (De ordine), Soliloquios (Soliloquia), Las Confesiones (Confessionum), La Trinidad (De Trinitate) y Las Retractaciones.

4 La historia del imperio romano en sus tres épocas (monarquía, república e imperio) es bastante conocida; muchos de sus elementos sociológicos también son conocidos. Teniendo esto presente, valdría recordar los acontecimientos centrales de este imperio entre los siglos IV y V para así contextualizar mejor a San Agustín. Para el tema que se aborda es fundamental conocer, así sea someramente, las líneas fundamentales de la reforma educativa que propuso Juliano, el apóstata, hacia el 362, y las posteriores reformas que esta reforma tuvo porque la reforma como tal sólo estuvo en vigor durante 18 años porque a partir del 380 las cosas cambiaron sustancialmente, aunque los esquemas básicos siguieron en pie.

5 AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 57,1.

6 ÁLVAREZ, Orlando, “Ideas educativas de san Agustín”, en: JAÑEZ, Tarcisio (dir.), Pensamiento agustiniano, VIII Jornadas de filosofía agustiniana: la educación en san Agustín 1993, UCAB, Caracas 1994, p. 11.

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aprende para enseñar y enseña para seguir aprendiendo”7. En mi apreciación, creo que algo parecido quiso decir san Agustín cuando afirmó: “al querer enseñar te ves obligado a aprender porque la confusión en que pone quien no encontró en ti lo que buscaba, te fuerza a buscar para merecer encontrar”8. En palabras más asequibles para nuestro discurso moderno y posmoderno no es otra cosa que la hermenéutica, tanto la del texto como la del autor, ajustando lo que haya que ajustar y cambiando lo que haya que cambiar, con todo el problema del horizonte donde se implica el autor, el texto, el tema, el lenguaje, el lector, que, con bastante probabilidad, la mayoría de nosotros manejamos con lujo de detalles, unos más, otros menos. En sintonía con esto, san Agustín afirmaba: “el que enseña no debe preocuparse de la elocuencia en exponer, sino de la claridad en explicar”9.

Otro presupuesto importante es la experiencia de san Agustín: “la experiencia de contraste vivida por Agustín como hijo de familia está también presente en su acción educativa y en su estilo peculiar de formación. De Patricio, su padre, heredó el interés por la excelencia y la preocupación por la intelectualidad. De Mónica, su madre, se le contagió la cercanía, la constancia inquebrantable y el amor a cualquier precio. De ambos hizo una síntesis perfecta: cabeza y corazón, verdad y amor, ciencia y sabiduría, enseñanza y educación, racionalidad y trascendencia. No como dicotomías en conflicto, sino como binomios en concordia. No como paralelos irreconciliables, sino como convergencias necesarias”10. De su experiencia se puede deducir que el aprendizaje debe comenzar por la exploración y el reconocimiento de sí mismo, y debe culminar en el descubrimiento y disfrute de la verdad.

De igual manera es importante tener presente que en san Agustín no se puede separar el hombre que educa del hombre que reflexiona sobre la posibilidad, alcance y sentido de la acción educadora11. Esto es así, porque san Agustín se inclina por una educación para la libertad, la comprensión y la responsabilidad mutuas, como un despertar la autoconciencia para que el educando descubra por sí mismo la verdad y despliegue todo lo que contiene en su interior; no en vano “aprender no es otra cosa que recordar”12. Siguiendo esta idea, la escuela se debe entender como el lugar de promoción integral mediante el encuentro vivo y vital con el patrimonio cultural.

3. APROXIMACIÓN COMPRENSIVA

7 CARDONA, Carlos “El método didáctico de san Agustín”, en: Boletín de la Provincia Nuestra Señora de la Candelaria, n. 606 (Enero – Junio 1999) Bogotá, p. 47.

8 AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 105,2.

9 AGUSTÍN DE HIPONA, La doctrina cristiana, 4, 9, 23.

10 RUBIO, Pedro, “Educación estilo agustiniano. El alumno - El educador - El padre de familia”, en POLLAK ELTZ Angélica y JAÑEZ, Tarcisio (dir.), Jornadas de filosofía agustiniana XVI Centenario da la conversión de san Agustín, 1986, UCAB, Caracas 1987, pp. 215-216.

11 Cf. REDONDO, Emilio, “La vertiente pedagógica de la figura y de la obra de san Agustín”, en MERINO, Marcelo (ed.), Verbo de Dios y palabras humanas. En el XVI centenario de la conversión cristiana de San Agustín, Eunsa, Pamplona 1988, pp. 177-178.

12 AGUSTÍN DE HIPONA, La dimensión del alma, 20,34. A la luz de esta afirmación Pedro RUBIO escribió un libro titulado Recordar: la respuesta agustiniana.

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Esta aproximación tiene como base el libro El maestro. Esta obra, eco de la experiencia vivida por san Agustín, es un texto en el cual se encuentra la paideia [propuesta pedagógica] agustiniana como una didáctica cultural basada en la semiótica y la teoría del maestro interior, y una pedagogía entendida como una reflexión crítica sobre la educación, prioritariamente proyectiva, tendiente a dar sentido, redefinir y ofrecer una nueva fundamentación permanente a las prácticas educativas.

El objetivo de la obra El maestro es fundar sobre nuevas bases una paideia [propuesta pedagógica] cristiana, una especie de socratismo [mayéutica] cristiano, en el que se tengan en cuenta las condiciones para investigar la verdad y alimentarse de ella, y de las condiciones para comunicarla; también se habla de la pedagogía fundamental, de la teoría del conocimiento y del trípode signo, significante, significado. El problema central es la posibilidad de la enseñanza, teniendo presente que la educación no es una mera transmisión de conocimientos o una información, sino una comunicación formativa13, según la cual las ideas pasan del maestro al discípulo, teniendo presente que la pedagogía es e-vocación, con-vocación y pro-vocación, es decir una llamada desde, con, y para todo lo que implique una formación integral. Siguiendo este hilo conductor, se entiende con mayor precisión la afirmación agustiniana: “los hombres se fatigan en aprender, pero lo breve no lo pueden entender y lo prolijo no lo quieren leer”14.

En El maestro, después de una pedagogía como teoría general de los signos15 (1-18) y los significados (19-35), que conforman un discurso sobre el problema del lenguaje y la teoría del signo y la significación, se ofrece una didáctica de la comunicación o de la posibilidad de la enseñanza (36-46)16. A la luz de ello, la tesis fundamental de la propuesta agustiniana en esta obra se podría enunciar diciendo que los signos son inevitables para buscar la verdad y comunicarla, pero al mismo tiempo son insuficientes, puesto que la verdad auténtica cada uno la intuye en su intimidad en virtud de la presencia del maestro interior.

El punto de partida de la propuesta pedagógica agustiniana es “el estado de desazón e inquietud del corazón, generado por el contraste y la desproporción entre la altura y la grandeza del objetivo al que se aspira y la precariedad de la condición humana y la indigencia de recursos con que se cuenta”17. El paso siguiente consiste en superar la tentación de gozar de las cosas que sólo son útiles, y por ello el camino a recorrer es un proceso de cambio, de conversión a la interioridad a través de la inteligencia y el amor, donde se enmarcan la voluntad, la fe y la gracia. Finalmente aparece el descubrimiento del maestro interior.

En pocas palabras, tres pasos conforman el método pedagógico de Agustín: el recogimiento y la introversión, el camino del conocimiento o etapas de aprendizaje, y el amor en la libertad; desde estos pasos, se capta mejor la razón por la cual la escuela fundamental de la pedagogía

13 Cf. NAVAL, Concepción, “La palabra en la enseñanza según el tratado De magistro”, en MERINO, M., Op. cit., p. 143.

14 AGUSTÍN DE HIPONA, Carta 162,9.

15 La misión y valor de los signos (palabras) consiste en llamar la atención al estudiante para que se vuelva a las cosas mismas o a su interior, consultando a la Verdad que está dentro de él, y que es quien enseña.

16 Redondo propone que el libro El maestro se organiza en dos partes: en la primera se aborda el problema de la finalidad del lenguaje a partir del cual se esboza una teoría del signo y la significación, un esbozo de filosofía del lenguaje: en la segunda se trata el problema de la posibilidad y sentido de la comunicación docente, y el papel de Dios, del maestro humano, y del discípulo. Cf. REDONDO, E., Op. cit., p. 182.

17 REDONDO, E., Op. cit., p. 179.

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agustiniana es la amistad, una amistad que es comprensiva y paciente, liberal y liberadora, toda vez que ella, la alteridad, es el motor que impulsa el desarrollo de esas etapas, que no son aisladas y divergentes sino convergentes.

Esta propuesta implica una base pedagógica con dos ejes de referencia: la concepción filosófica y teológica del hombre, y la experiencia vital de san Agustín, un hombre inquieto que buscó con sinceridad la Verdad, de tal manera que la educación se pueda entender como una comunicación. En esta intelección de la educación como comunicación, san Agustín pasó por tres etapas: el aprendizaje como reminiscencia, los descubrimientos del alma o experiencias sensibles, y la doctrina de la iluminación. Desde el pensamiento agustiniano, la aplicación de esta realidad hace de la educación una transmisión de valores específicos en torno a una formación con cuatro campos de acción: el humano, el cultural, el social, y el cristiano.

4. EL TRÍPODE EXISTENCIAL

De una manera bastante sencilla y hasta simplista el trípode sobre el cual se afianza la propuesta pedagógica agustiniana está conformado por el maestro, el estudiante y el padre de familia. Si uno hace una mirada profunda sobre este trípode descubre que es un círculo social pleno que conecta escuela, familia y sociedad, con todas las implicaciones que ello trae y por eso san Agustín habla de una comunidad educativa18, donde cada uno de sus integrantes desempeña o tiene una misión, un compromiso para que el centro educativo funcione como si fuera una orquesta, con partitura y todo.

4.1 EL PROFESOR

El profesor, partiendo de la base que el verdadero maestro es Dios y que Cristo es la verdad que enseña interiormente, se debe considerar como un ministro que guía y ayuda al estudiante para que el maestro interior se manifieste en toda su extensión; por ello “el objetivo que debe perseguir todo maestro es formar al hombre, teniendo presente: capacidad de adaptación, autoridad y disciplina, enseñar y aprender, amor, amabilidad y comprensión, y buen ejemplo”19. Al fondo de esta enumeración de acciones, de competencias, que debe alcanzar objetivamente todo maestro, subyacen las ideas educativas de san Agustín.

El profesor en una comunidad educativa agustiniana debe verbalizar e internalizar varios elementos que son fundamentales: preparación profesional que lo lleve a una sincera y profunda sensibilidad educativa; adhesión el proyecto educativo que ofrece la comunidad agustiniana (en nuestro caso agustino-recoleta) en sintonía con las leyes estatales y eclesiales20 para que su

18 Cf. GALDEANO, Luis, La comunidad educativa agustiniana, Cuadernos FAE n. 13.

19 ÁLVAREZ, O., Op. cit., 13.

20 A nivel estatal se conoce le ley general de educación, los decretos reglamentarios, la normatividad internacional, etc. A nivel eclesial, entre otras cosas, los siguientes documentos: Ex corde ecclesiae, Educar juntos en la escuela católica, Las personas consagradas y su misión en la escuela, La escuela católica en los umbrales del tercer milenio; varios de estos documentos son actualización del decreto del concilio Vaticano II Gravissimum educationis, particularmente el n. 5 que habla de los educadores.

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compromiso y colaboración se noten; participación activa con trabajo en equipo y buen manejo de la interdisciplinariedad para superar el individualismo; vivencia de la voluntad de participar, el espíritu comunitario, la corresponsabilidad y la coherencia en la vida; la formación permanente como exigencia constante de actualización21.

Como la educación es un proceso interior personal, que llega hasta el mundo de los valores, el educador, tal como se dijo o, al menos, se dio a entender, es un guía que orienta para que esa transformación se dé en cada ser humano, porque aprender es algo personal donde maestro y discípulo, en estrecha relación, se intercambian signos y palabras; su trabajo es animar y provocar el retorno del discípulo a su propio centro interior, porque la educación tiene como finalidad la búsqueda y conquista de la Verdad y la Felicidad absolutas, y por ello la educación no es un pasar la ciencia del maestro al estudiante, como si vertiera un líquido de un vaso a otro. El educador agustiniano es un ministro que transmite formación y sabiduría, promoviendo ideales y actitudes, teniendo presente que su mejor lección es el buen ejemplo, y que su autoridad es por contagio y prestigio porque su misión es personal y personalizada para llegar a un sano equilibrio que permite entender la educación como proyecto y proceso22, que da respuestas a los problemas globales, estructurales, nucleares que requieren alternativas totales, respuestas de conjunto y rumbos inéditos. Por todo ello, el profesor debe ir más allá de la figura del instructor y del tutor porque es, o debería serlo, un verdadero acompañante personal.

Finalmente, lo que propone san Agustín en torno al profesor, leído en claves actuales podrían sintetizarse en tres grandes aspectos: tomar conciencia de que es un mediador del aprendizaje23, que es alguien con capacidad para convencer a los demás contando historias24 y, sobre todo, que es un verdadero practicante del know-how, es decir, alguien que tiene la necesaria pericia en la docencia para llevar al estudiante al descubrimiento de sus más profundas y significativas posibilidades que ha recibido del Maestro Interior, poniendo en práctica las ocho habilidades que debe caracterizar al profesor como alguien que tiene un buen desempeño porque sabe que,

21 Cf. AUTORES VARIOS, Documentos de estudio, Caracas 1986, pp. 27-32.

22 Cf. RUBIO, P., Op. cit., 237-238. Este autor da a entender que, siguiendo a Agustín, se puede hablar de tres tipos de profesores: cotorras y ladrones que repiten el disco, los que dicen pero no hacen, y los que hacen lo que dicen. Es probable que en la misma línea se pueda ubicar aquella clásica división: los que enseñan hasta lo que no saben, los que enseñan lo que saben, los que enseñan lo que los estudiantes necesitan.

23 Cf. TÉBAR, Lorenzo, El profesor mediador del aprendizaje, Magisterio, Bogotá 2009. Este autor propone el perfil del profesor mediador sobre la base de 32 ítems, habla de la mediación a través de los siete parámetros del mapa cognitivo (contenido, lenguaje, operaciones mentales, fases del acto mental, complejidad, abstracción y eficacia) y propone doce criterios para la mediación (intencionalidad, trascendencia, significado, sentimiento de capacidad, regulación de conducta, conducta compartida, individualización, logro de objetivos, cambio, conocimiento del ser humano, búsqueda de alternativas, sentimiento de pertenencia).

24 MAXWELL, Richard y DICKMAN, Robert, Convencer a la gente contando historias. El nuevo arte de la persuasión, Planeta, Bogotá 2010. Los autores hablan de algunos puntos fundamentales en este proceso: fuego interior, motivación de masas, creación de un héroe, búsqueda de un terreno común y narraciones pegadizas, entre otros.

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aunque sea arreando gatos, es capaz de establecer las metas correctas y las prioridades certeras para afrontar las fuerzas sociales25.

4.2 EL ESTUDIANTE

El estudiante, el discípulo, es un ser activo que oye, que escucha26, y por ello puede encontrarse en estas situaciones: ignora si lo dicho es verdad, no ignora que es falso, sabe que es verdadero; en el primer caso, cree, opina o duda; en el segundo, contradice y niega; en el tercero, confirma. Es alguien inquieto, interiorizado y reflexivo, humilde y receptivo, libre y responsable, ordenado en sus amores, humano y comprensivo, equilibrado y moderado, sincero y transparente, esforzado y estudioso, amigable y comunitario, y abierto a la trascendencia27.

En la dinámica estudiante profesor es vital el juego de las preguntas, la capacidad de entregarle a cada estudiante una especie de hilo e irlo acompañando por el laberinto de la vida, de tal manera que en el proceso educativo el discípulo pueda descubrir lo que ya está en su interior y así pueda captar lo que esté a su alcance, sobre todo el descubrimiento de sí mismo y el entramado de las múltiples relaciones que pueda establecer. Para que esta dinámica sea eficaz es importante aprender a dialogar porque “el diálogo en su significación más esencial, como comunicación de presencia y de palabra, se erige en el gran protagonista del aprendizaje humano y la convivencia, como comportamiento de amistad y de vida, se hace escuela abierta y aula obligatoria de condiscipulado coherente”28. La interacción o relación entre el maestro y el estudiante es la ayuda que un hombre puede prestar a otro en su camino hacia la verdad.

4.3 EL PADRE DE FAMILIA

Con relación a la familia, se puede decir que la educación y la familia constituyen un “auténtico reto para una sociedad más equilibrada, justa, solidaria y humana... para una cultura que prepare una auténtica civilización del hombre y para el hombre; del amor y por el amor”29. Esto se debe a que la educación atiende y repite la naturaleza de la vida social que se hace y rehace de manera cotidiana, en un número infinito de relaciones entre personas, que permanentemente se exploran y se reconocen para entre todos descubrir y disfrutarla verdad. Esto implica que la relación educador y familia también sea fundamental, porque ambos deben aprender a andar por dentro sin olvidar que la verdad es participativa, ya que el objetivo es formar al hombre; para esto, es básico que tanto el educador como la familia sepan aplicar lo que significa la adaptación, la

25 Cf. CHARAN, Ram, Know-how [Pericia], Norma, Bogotá 2009. Aunque es un libro de mercadeo, perfectamente se puede aplicar a la vida de un docente que se ubica cotidianamente frente a un grupo de estudiantes, quienes tienen diversos intereses frente a la asignatura impartida.

26 En el fondo, el estudiante en el pensamiento agustiniano es alguien con capacidad de desplegar su propio original, y nunca alguien que se convierta en mera copia del maestro. Por esto más que uno mismo no se puede ser, pero con menos no basta.

27 Cf. RUBIO, P., Op. cit., pp. 219-236.

28 DEL VALLE, Miguel, “Agustín, el educador’, en JAÑEZ, VIII, p. 107.

29 MACÍAS, Said, “Dinámica familiar educativa”, en JAÑEZ, Tarcisio (dir.), Pensamiento agustiniano, IX—X Jornadas de filosofía agustiniana: la familia —la mujer—la tolerancia, 1994-1995, UCAB, Caracas 1995, p. 51.

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autoridad y la disciplina, a vivir lo que sería una profecía de la vida, de la fraternidad en medio de la multiculturalidad y la interculturalidad.

Para que este trípode educativo funcione se necesita ser como san Agustín, un hombre con lealtad interior y capacidad para hacer coincidir el pensamiento con la vida, porque aprender es una acción de la persona completa. Sin lugar a dudas, el tema de la interioridad es vital en la propuesta pedagógica de san Agustín, y “hablar de interioridad lógicamente es hablar del alma, de una parte incorporal, invisible a la vista, y superior en sus poderes con relación al cuerpo. En fin, se trata de una realidad sin la cual, sea lo que sea el término empleado, el humano no es humano”30.

5. PRESENTE DE LA PROPUESTA PEDAGÓGICA AGUSTINIANA

La propuesta pedagógica agustiniana, la interacción entre el estudiante, el profesor y la familia, el círculo social imprescindible de la escuela, para llegar al descubrimiento de la verdad que se encuentra en el interior de cada uno, donde “todos somos maestros y alumnos como radioescuchas de la Verdad a través de la onda media de la fraternidad y como altavoces y transmisores de la misma en el ámbito de la proximidad, projimidad”31, se inserta dentro de lo que se conoce como la educación católica, que en un estado como el colombiano se presenta como una oferta educativa privada, dada la insolvencia estatal para ofrecer una cobertura total en el campo educativo; por ello la educación privada, por muy fuerte que sea decirlo y escucharlo, es básicamente sustitutiva en cuanto que es una oferta que llena un vacío estatal.

Como tal, la educación cristiana debe buscar la realización de la formación del hombre completo, ideal básico del humanismo cristiano, de la paideia cristiana, pero sucede que “frente a un mundo que cada vez más divide la experiencia humana en unos compartimentos especializados y atomizados sin tomarse en cuenta el elemento metafísico y religioso del ser del mundo y del ser humano, hace falta volverse a unos modelos de la tradición católica en los cuales se ha realizado una obra de síntesis cultural”32. Esto da a entender que la educación católica, en cuyo seno se inserta la lectura actual de la propuesta pedagógica agustiniana, debe ser necesariamente integral con un cierto matiz profético (de anuncio, denuncia, consuelo, animación y acompañamiento) en un momento que como el actual es de crisis, de nacimiento de una nueva época. De no ser así, la educación cristiana pierde su brújula, su razón de ser.

La propuesta pedagógica agustiniana, es vivida y ofrecida actualmente por varios centros educativos, dirigidos por miembros de las diferentes comunidades religiosas que siguen las enseñanzas de san Agustín, a tal punto que hoy se puede hablar de una educación estilo agustiniano, que se encuentra expresado en los proyectos educativos institucionales (PEI) de los diferentes centros educativos, donde encuentro y armonización, consorcio y consenso, crítica responsable y responsabilidad comprometida, suelen ser palabras que en más de una oportunidad aparecen. Esto se debe a que la escuela agustiniana responde a la necesidad de superar la crisis de identidad y la confusión que caracterizan a las sociedades transicionales, sobre todo cuando los cambios son tan rápidos y profundos como los que se experimentan en las actuales coordenadas

30 OLFIELD, John, “La pedagogía del Maestro interior en el pensamiento de San Agustín”, en JAÑEZ, VIII, p. 73.

31 DEL VALLE, M., Op. cit., p. 107.

32 OLDFIELD, John, “La interioridad agustiniana como método de formación cristiana”, en JAÑEZ, VIII, p. 87.

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históricas y sociales, en las cuales es necesario captar el nuevo marco de referencia del aprendizaje y elaborar un nuevo modelo de raciocinio.

En este contexto toman una particular fuerza los seis objetivos fundamentales de la educación en perspectiva agustiniana, porque se pretende educar en la sabiduría, educar para la verdad, educar para la unidad y la comunión, educar para la libertad, educar para la trascendencia y educar para el amor; seis valores que conformarían las perspectivas básicas de un posible hexágono pedagógico que ayude a diseñar un currículo en esta línea. Si esta metáfora se acepta, surge y debe ser aceptada otra: el hexágono es la figura geométrica de los alveolos de las colmenas; esto quiere decir que quienes conforman el trípode existencial de la propuesta pedagógica agustiniana deben conformar un grupo de abejas obreras que ayudan a construir una gran colmena, una nueva sociedad, con líneas y compromisos muy precisos; los integrantes del trípode existencial deben transformar el néctar de la flor de la juventud en la miel que fortalezca y sane a la sociedad, no destruyendo la flor, sino ayudando a la polinización, que en nuestro sería el proceso de formación de una nueva generación de la sociedad.

Por lo anterior, el fin específico de los centros educativos agustinianos es la formación y la educación con valores, leídos, comprendidos y ofrecidos en clave cristiana católica, de los estudiantes para que al lado de una cultura humanista y científica, adquieran un conocimiento ilustrado por sus principios sobre el mundo, la vida y el hombre. Para alcanzar este fin es importante recordar que un instituto educativo cristiano católico no tiene razón de existir si está haciendo lo mismo que los otros institutos con, quizá, la adición de unos servicios religiosos; por ello conviene superar la tentación de responder únicamente al reto educativo y el dictamen del mercado. Debido a ello, lo que debe caracterizar a un centro educativo de este género, y por lo mismo a un centro agustiniano, es un progresivo aprendizaje que conduce al conocimiento siempre creciente de la realidad, especialmente del hombre y de Dios en una sincera apertura a toda la humanidad para construir una sociedad más fraterna y solidaria, no en vano la educación también consiste en dinamizar y ayudar a emerger lo que cada ser humano es esencialmente; por eso el mejor docente no es el que está más preparado o más títulos tiene, lo cual es necesario, sino aquel que tiene una profunda calidad humana, con todo lo que ello implica.

La propuesta pedagógica agustiniana es leída hoy como una propuesta educativa de formación integral, toda vez que en la pedagogía agustiniana el centro de interés es el ser humano “tal como se revela en cada educando como proyecto personal en proceso de realización”33; según lo anterior, el educando no es un instrumento de la educación, sino el centro del proyecto educativo, toda vez que “educar es invitar al educando a vivir de manera consciente y luminosa lo que profundamente se es, dando luz verde a su propia verdad, dando paso a su propia verdad y autenticidad”34. De esta manera el ser humano es el centro del mensaje y de la educación en una relación totalizadora del estudiante con la verdad sobre los pilares de sus principios y valores, aquellos que se le ofrecieron en perspectiva cristiana católica, como empeño educativo, de tal manera que frente al individualismo ponga la fraternidad, frente al placer la libertad, frente a la idolatría universal la interioridad, frente a tantas verdades la verdad, frente a tanto inmanentismo la trascendencia y frente a tanto odio y violencia el amor.

Se habla de formación integral en cuanto que abarca tres aspectos: lo educativo, lo trascendente (lo religioso, lo cristiano), lo agustiniano; ello se encuentra plasmado en los proyectos educativos

33 DEL VALLE, M., Op. cit., p. 108.

34 DEL VALLE, M., Op. cit., p. 110.

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institucionales agustinianos de acuerdo a un ideario para un centro educativo agustiniano (ICEA) o a un proyecto educativo de pastoral agustiniana (PEPA; personalmente lo cambiaría por PAPE: proyecto agustiniano de pastoral educativa). En esos documentos es fácil captar que la escuela agustiniana es humanista y generadora de humanidad, crítica, participativa, liberadora, y desde esos criterios educa en valores éticos, y desde éstos se tienen en cuenta los dos momentos fundamentales: la apertura a la vida o comienzo de la aventura y el camino hacia la madurez o la importancia de vivir.

Educar en clave agustiniana es invitar a encender la luz de la propia comprensión y escuchar la voz del maestro interior que habla desde el silencio al corazón; no es, entonces, domesticar al hombre, ni prevenir errores y tropiezos; tampoco es mentalizar; es, eso sí, una acción que despierta y capacita para leer el mensaje de los propios errores. Es enseñar a pensar y no tanto enseñar qué pensar, ya que se educa para saber vivir o vivir sabiamente, para ser auténticos, para aprender a estar y vivir la unidad, para amar, para vivir y buscar la paz, para ser creativo, libre, participativo, feliz y trascendente. No en vano, la visión agustiniana de la educación pretende que los educandos sean protagonistas de su propio desarrollo, capaces de encontrar en su ser y su compartir el verdadero sentido del proceso educativo, de tal manera que se puedan formar jóvenes para un desarrollo constante, equitativo e integral con sentido evangélico, deseosos de participar en la transformación de su entorno. Esto implica que el educador agustiniano, consciente de la árida búsqueda de la verdad científica en la sociedad tecnológica ha de estar dispuesto a darle a sus estudiantes algo más que una simple información: debe darles el deseo de aunar la verdad de la mente con la verdad del corazón. Eso es formación integral. Transparencia y no sólo eficiencia.

En la medida en que se transforma el entorno, el educando madura, y en la medida en que madura, asume el protagonismo de su vida, la autoría de sus actos y la responsabilidad de lo que piensa, siente, dice y hace. Esto es posible porque la escuela agustiniana es esencialmente una actitud frente al hombre, frente al mundo y frente a la trascendencia (en nuestro caso cristiano católico frente a Dios); debido a ello la escuela agustiniana tiene un carácter experimental y hace que el educador sea un buscador de nuevos horizontes desde una base antropológica, de por si incitante, que consiste en rehacer la existencia desde la interioridad, desde donde mejor se pueden recoger los elementos fundamentales del proceso educativo, descubriendo el espíritu que lo anima y algunas aplicaciones prácticas de las diferentes etapas del proceso.

6. UNA REFLEXIÓN

Si tenemos presente que “educar es ayudar al educando a discernir los valores fundamentales que constituyen la meta del hombre y colman de sentido su existencia, liberándola de los espejismos y las apariencias”35, es claro que en más de una oportunidad es importante revisar los conceptos que orientan la acción pedagógica, ya que la educación es una actividad global integral, que incluye intención, proyectos, propósitos, pero también los contrarios porque es “fundamentalmente una práctica concreta, cotidiana, para los individuos y al mismo tiempo una

35 DEL VALLE, M., Op. cit., p. 122.

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teoría, pues pueden elaborarse modelos técnicos, paradigmas abstractos, partiendo de la experiencia cotidiana de los sistemas educativos”36.

Los datos presentados permiten tener un panorama general sobre el proceso educativo desde una perspectiva agustiniana; teniendo presente este panorama se puede iluminar el presente de los centros educativos agustinianos, recordando que el maestro más que hacer memorizar algunos datos, debe crear o impulsar la creación de una forma de vida; pero, por desgracia, en algunos casos los profesores no somos más que un código en las largas listas del escalafón nacional, o a veces actuamos más como funcionarios que como personas encargadas de orientar un proceso de humanización. Debido a ello se habla de una crisis en la formación de docentes, un tema que podría ser abordado, pero en otra oportunidad.

En este campo, considero que desde la experiencia pedagógica es posible crear humanidad, máxime cuando el ser humano, como alguna vez escuché, es una especie en vía de extinción, porque hay muchas personas, muchos hombres y muchas mujeres, pero pocos seres humanos. Crear humanidad significa iniciar y ojalá llevar a feliz término un proceso de humanización, un proceso de aprender a dar razón de los episodios, de ser consciente de lo que sucede; este proceso tiene muchos componentes e incluso muchas lecturas. De todos esos componentes y todas esas lecturas, en mi comprensión descubro cinco elementos fundamentales en perspectiva pedagógica, donde se enseña a: conocer los sentidos, hablar correctamente, definir los fundamentos, conocer la alteridad y construir la comunidad. Para llegar a estos cinco elementos es importante generar un espacio común de comprensión, donde se tengan unos fundamentos objetivos para vencer la constante tentación kantiana de creernos los reguladores universales, ignorando que el absolutismo hace mucho tiempo pasó a la historia. De la conjunción armónica de estos cinco elementos se logra comprender el doble proceso del ser humano: la parte exterior que crece de afuera hacia adentro porque es lo que nos hermana con la creación, con todos los seres que tienen instinto, sensaciones, emociones y hasta una posible memoria, pero no capacidad de dar razón de ello; y la parte interior que crece de adentro hacia afuera porque es lo que nos diferencia de la creación y nos pone en capacidad de relación con la trascendencia. En esta parte interior, que san Agustín llama el hombre interior, es donde se ubica la educación y, por lo mismo, es ahí donde se ubica el trípode existencial de la propuesta pedagógica agustiniana.

También se puede encontrar otro dato fundamental: es importante saber adaptarse al contexto, inculturarse o encarnarse si se prefiere el término; esto es muy loable, pero creo que una inculturación que no permita avanzar en el proceso de humanización deja mucho que desear ya que la tecnología, con lo valiosa que es, no es toda la verdad. Es aquí donde se siente uno de los grandes problemas de la educación actual: al estudiante se le prepara para hacer algo en el futuro y muy pocas veces se le dice que es más importante ser alguien en el futuro, por eso “el aprendizaje debe comenzar por la exploración y el reconocimiento de sí mismo, y debe culminar en el descubrimiento y disfrute de la verdad”37, y después de ello se puede pensar en hacer algo. Considero que el nuevo paradigma en la educación y toda la problemática de la acreditación y los exámenes de cualificación para los docentes podrían funcionar mejor si primero se pone el ser y después el hacer.

Al analizar los datos presentados, nos daremos cuenta que aún hoy es posible, no que retornemos al pasado, ni que vivamos en la absurda nostalgia de que “todo tiempo pasado fue mejor”, sino

36 MACÍAS, S., Op. cit., p. 61.

37 RUBIO, P., Op. cit., p. 215.

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que ayudemos a orientar procesos educativos a través de los cuales participemos en la formación de hombres nuevos que hacemos las cosas no porque sean útiles sino porque nace desde el interior de nosotros mismos. Sólo así lograremos superar los prejuicios, ilógicos en la mayoría de los casos, de lanzar juicios negativos sobre los métodos educativos del pasado y algunos del presente, olvidando que muchas veces caemos en el error de hacer en nuestro trabajo educativo justamente aquello que criticamos.

Nunca se debe perder de vista que no se educa solamente para el éxito o el triunfo, sino también para ser humanos; debido a ello, la educación debe tener como objetivo que el joven termine la etapa de la educabilidad con una personalidad armoniosa, porque fue alguien que aprendió a ser persona, a ser humano. No se puede seguir educando a nuestros estudiantes como si fueran clones de Frankenstein, es decir, no podemos seguir “haciendo monstruos” como en oportunidades se hace, y por ello, es vital cuestionar en los proyectos educativos el tipo de hombre o de mujer que se está proyectando y que se debe proyectar. Si en las actuales circunstancias históricas se aboga por una cultura de la paz, se podría formular la pregunta si las estructuras educativas, mejor aún el engranaje educativo, tienen la capacidad de integrar el saber en torno a esta necesidad.

En este sentido la propuesta educativa agustiniana es valiosa porque educa para la interioridad, es decir, para la verdad, la libertad, la admiración, el silencio; es una educación abierta al diálogo, en la cual, las relaciones humanas y científicas que se establecen, tienen como base lo que podríamos llamar consensos entrecruzados, que permiten un sano crecimiento en humanidad.

Es necesario pensar en el futuro para tratar de superar aquellos aspectos negativos y fortalecer los positivos, teniendo presente que educar es humanizar, plasmando en los estudiantes un preciso proyecto de hombre y de sociedad. Es cierto que la práctica hace al maestro, pero en un mundo tan fascinante y cruel como el nuestro, una persona que sólo sea práctica corre el peligro de caminar hacia el abismo, porque hoy el mundo es técnico y quien no sepa tecnología está condenado a un segundo analfabetismo; un excelente educador que en los últimos veinte años venga diciendo exactamente el mismo discurso, hoy está fuera de contexto; un educador que insista en una única forma de educar, sinceramente no comprende el discurso de la pluralidad educativa que de acuerdo a las corrientes pedagógicas actuales debe existir en la escuela; un educador que entienda la formación integral como una obligatoria cristianización del estudiante, corre el peligro de destruir el proceso evangelizador que se lleva en la institución; finalmente un educador que hoy no sepa que debido al eclipse de la familia lo primero que se debe hacer en una institución educativa es crear conciencia de sociedad, de grupo, es mejor que renuncie para que el mal no sea mayor.

Frente a esto es importante cambiar de paradigma, de saber que las cosas cambian, que lo jóvenes son y seguirán siendo los inconformes del momento, que es posible que no tengan la razón pero que sí tienen más tiempo, y sobre todo entender que la educación como formación integral es una apuesta necesaria porque la formación de los jóvenes, futuro de cualquier pueblo, cuando no presente, es el método más revolucionario y transformador de la persona y de las estructuras.

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