¿Cómo podemos darle un uso correcto a las TIC’S dentro del aula? ¿Qué sería una tecnología educativa?
Tati ConocheliTrabajo21 de Julio de 2017
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FUNDAMENTACIÓN
Actualmente vivimos en una sociedad que sufre un proceso de transformación en el cuál no dejamos de lado las características de la modernidad ni tampoco terminamos de definir las nuevas. Este fenómeno se ve reflejado en la educación ya que muchas de las instituciones pertenecientes al Estado aún conservan características modernas y de esta manera, entran en conflicto con la sociedad ya que no logran responder a sus demandas y necesidades.
Uno de los grandes cambios que se produjeron recientemente fue la incorporación de los medios y tecnologías en la sociedad de los cuales nuestros jóvenes hacen uso todo el tiempo y la escuela aún no logra, en su mayoría, incorporarlos de manera correcta al aula. Como sostiene Huergo, muchas personas creen que los medios producen efectos nocivos en las personas. “Sin embargo, las conductas sociales proliferan en la sociedad de múltiples maneras. Los medios pueden reflejar acciones pero no son sus generadores”. Un ejemplo de esto es la creencia de que esta aparición generó una crisis en la lectura y la escritura sin darnos cuenta de que los jóvenes leen y escriben más que antes pero lo hacen de otra manera. El problema entonces no está en los medios y en las tecnologías, sino en los usos (incorrectos) que hacemos de ellos.
Martín Barbero (2002) también hace referencia a esto en su texto “La educación desde la comunicación” afirmando que vivimos una “revolución tecnológica” en donde el conocimiento deja de ser exclusivo de quienes saben para estar al alcance de todos. Esto provoca la descentralización del libro ya que los estudiantes tienen a su alcance diversidad de textos y, como afirmé antes, leen pero de una manera diferente a lo que pretende la escuela que continúa enseñando de manera tradicional siendo indiferente a la realidad en la que vivimos.
¿Cómo podemos darle un uso correcto a las TIC’S dentro del aula? ¿Qué sería una tecnología educativa?
Mariana Maggio en su texto “El campo de la tecnología educativa: algunas aperturas para su reconceptualización” hace un recorrido sobre cómo fue cambiando el término “tecnología educativa” desde la década del 50’ hasta la actualidad.
En sus comienzos, las tecnologías se utilizaban solamente como “artefactos tecnológicos concebidos para tareas ajenas al campo educativo que se incorporaban a este con propósitos instruccionales”. Un claro ejemplo de esto son las teorías de Skinner que instalaron la “equivalencia entre conocimiento e información y entre el proceso educativo y transmisión de información” y el modelo comunicacional de Shannon y Weaber (Huergo, J. Los medios y tecnologías en educación). Estas ideas dieron origen a la falsa creencia de que la comunicación es solo transmisión de información y que es, además, un proceso transparente y armonioso.
La incorporación de aparatos en el aula estuvo asociada, la mayoría de las veces, con esta vertiente lo que llevó a una mala utilización de las tecnologías sin aprovechar de ellas la riqueza expresiva, creativa y formativa.
Este modelo además, fue duramente criticado ya que imponía una visión empresarial de la escuela y destruía el proceso de enseñanza y el de aprendizaje del sujeto porque es mecánico y desestima el contexto socio histórico.
Actualmente, Litwin (1993) define a la tecnología educativa como “el cuerpo de conocimientos que, basándose en disciplinas científicas referidas a las prácticas de la enseñanza, incorpora todos los medios a su alcance y responde a la consecución de fines en los contextos socio históricos que les otorga significación”.
Lo que propongo en esta secuencia didáctica es brindar un ejemplo de lo que podría llegar a ser una clase con un uso correcto de las TIC’S teniendo en cuenta el contexto de los estudiantes y el uso de una comunicación horizontal de la cual todos sean partícipes.
CLASE 1 – AÑO: SEXTO
CONTENIDO: Leer en profundidad para aprender más sobre un tema de estudio.
OBJETIVO: Conocer las características y las partes de un cuento.
INICIO: Les comentaré a los estudiantes que leeremos en cuento “Almohadón de plumas” de Horacio Quiroga (anexo 1). Les preguntaré qué les sugiere el título del cuento, de qué creen que tratará. Luego de un pequeño debate comenzaré la lectura del mismo.
DESARROLLO: Realizaremos una actividad de comprensión lectora en donde se preguntará:
- ¿Cómo son los personajes? ¿En qué lugar transcurre la historia? ¿De qué trata el cuento? ¿Cuál es el conflicto que se presenta? ¿Se resuelve? ¿De qué manera? Este texto, ¿es igual a una leyenda? ¿en qué se parece o en qué se diferencia?
Anotaré algunas respuestas de los estudiantes en el pizarrón y a partir de ellas armaremos la definición de qué es un cuento. Les diré que el mismo es una narración ficticia que se caracteriza especialmente por su brevedad. Como toda narración consta de tres partes: introducción, nudo y desenlace. De este modo, en la introducción se nos presentan los personajes con sus características y circunstancias que los rodean; en el nudo se nos cuenta el conflicto que invade a los protagonistas como así también lo que hacen para resolverlo. En cuanto al desenlace este podrá ser de dos tipos diferentes: eufórico o trágico.
RECAPITULACIÓN: ¿Cómo nos podemos dar cuenta si tenemos un cuento o una leyenda? ¿Qué características principales tenía un cuento?
CIERRE:
- Pegarán el texto en sus carpetas y marcarán sus partes.
- Colocarán en el casillero el número de párrafo correspondiente:
Casamiento de Alicia y Jordán | Alicia comienza a enfermarse | Descubren la causa de la muerte de Alicia |
- Se les pedirá a los estudiantes que como tarea descarguen la aplicación Wattpad (se les explicará que es una aplicación en la cual pueden leer libros e historias escritas por jóvenes y también encontrarán libros de autores conocidos) y busquen en ella algún cuento que les guste para compartir en la clase siguiente. En caso de que algunos estudiantes no tengan la posibilidad de descargarla podrán buscar un cuento en otras fuentes.
CLASE 2
CONTENIDO: Compartir la elección, la lectura, la escucha, los comentarios y los efectos de las obras con otros.
OBJETIVO: Reconocer las partes del cuento
INICIO: Comenzaré haciendo referencia a la clase anterior, ¿cómo debería ser la estructura de un cuento? A continuación leeré el cuento “Las fotografías” de Silvina Ocampo (anexo 2).
DESARROLLO: Haremos un repaso sobra la estructura del cuento haciendo hincapié en cada una de sus partes (introducción, nudo y desenlace).
¿Qué nos dice la primera parte? Nos presenta a los personajes, el momento en que transcurre la historia (el cumpleaños de Adriana) y hace una descripción minuciosa del lugar.
Esta primer parte se llama introducción. Se les pedirá a los estudiantes que la marquen en los cuentos que hayan traído para compartir.
¿Qué creen que nos dirá el desarrollo? El desarrollo era la parte del cuento donde se presenta el conflicto. Leemos el desarrollo del cuento.
¿Qué les pareció el desenlace? ¿Fue trágico o eufórico?
Los estudiantes marcaran en sus cuentos el desarrollo y el desenlace de los mismos. Algunas nos comentarán en forma breve de que tratan.
RECAPITULACIÓN: Se les pedirá a los estudiantes que inventen un final feliz para el cuento “Las fotografías”.
CIERRE: Los estudiantes escribirán en grupo de a dos un cuento breve que le entregarán al docente quien será el encargado de subirlos a Wattpad.
ANEXO 1
El almohadón de plumas. Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer. Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre. La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso - frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia. En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido. No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra. Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos. -No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida. Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección. Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor. -¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror. -¡Soy yo, Alicia, soy yo! Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando. Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos. Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor. -Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer... -¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa. Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha. Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán. Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón. -¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre. Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras. -Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación. -Levántelo a la luz -le dijo Jordán. La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban. -¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca. -Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar. Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca. Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
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