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Alfabetización académica

SofiaJTrabajo19 de Mayo de 2020

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Asignatura: Alfabetización académica                                     Docente: Gabriel, Mariela

Estudiante: Sofia Martha Mariel Juarez                          Curso: 1er año  INGLÉS

Fecha de entrega del trabajo: 15/5/2020

Trabajo práctico integrador LEER PARA ESTUDIAR

  1. Los dos fragmentos que siguen tratan una temática semejante, sin embargo pertenecen a textos de distinto tipo. Léalos y conteste luego las preguntas que lo ayudarán a encontrar las diferencias.

Fragmento A

Hasta el año 1856 no se habían encontrado registros fósiles humanos, pero en esos años se produjo el hallazgo del Hombre de Neandertal (Alemania), justo en medio de un clima de debate de las ideas darwinianas donde cualquier insinuación de que existiera una procedencia animal para el hombre resultaba explosiva. En 1868 se realizaron en Francia los hallazgos de cráneos y esqueletos del Hombre de Cro-Magnon que fueron aceptados sin mayores problemas como humanos porque sus rasgos (cráneos redondeados y rasgos faciales se podían homologar a los del hombre moderno). En las prime- ras décadas del siglo XX las publicaciones científicas muestran la coexistencia de dos ideas diferentes en torno de los orígenes del hombre: para algunos el animal pasaba ser hombre a partir de la existencia de un cerebro más grande, para otros, el motor causal del advenimiento de la humanidad comenzaba con la marcha bípeda.

Primero el cerebro

Esta ha sido la explicación que más amplia difusión ha alcanzado y se deriva de las ideas iluministas del siglo XVIII, en las que el hombre, el Homo Sapiens de Linneo, se diferenciaba del animal por su capacidad pensante, por el uso de la razón. Una evidencia de esto debía ser la existencia del cráneo grande. […]

Primero la postura erguida

Junto a la anterior circulaba otra idea en la que se consideraba a la locomoción bípeda como antecesora de la presencia de un cerebro más grande. Ya Darwin había señalado las ventajas del bipedismo considerando que dejaba liberadas las manos para el uso de palos y piedras con los cuales los hombres se defendían de las hostilidades de otros animales y congéneres. Según algunos autores, estas ideas de las ventajas defensivas del uso de armas tiene su correlato con el contexto sociohistórico en el cual se estaban produciendo crecientes hostilidades entre las potencias que desembocarían luego en la Primera Guerra Mundial.

Tapia, A., Pinotti, L. “El comienzo del comportamiento cultural”, en Lischetti,

Mirtha (comp.), Antropología, Buenos Aires, Eudeba, 2004, pág. 314.

Fragmento B

Érase una vez…

Eran tiempos en los que no se conocía la guía telefónica… En primer lugar, porque aún no se había inventado el teléfono, y ni siquiera el papel y la tinta para imprimirla. Y porque, además, los hombres carecían de nombre y apellido. Se llamarían entre ellos, tal vez, de forma suma- mente completa: “Aquel-Que-Habita-Detrás-De-La-Piedra Roja” o “La-Que-Camina-Con-Pasos-Muy-Largos”. Fue un período que duró largo tiempo y en el que lenta y penosamente, el hombre se desprendió del mono del que había surgido para volverse más humano.

Esta era se suele llamar el Paleolítico o Antigua Edad de Piedra. Comienza muy imprecisa- mente hace más de un millón de años y se extiende hasta unos 10.000 años antes de nuestra era. Los historiadores suelen dividir el Paleolítico en tres grandes etapas: Paleolítico Inferior -que llega hasta hace unos 100.000 años-; el Paleolítico medio-que se extiende hasta hace unos 40.000 años- y, finalmente el Paleolítico Superior. Nuestra historia comienza probablemente en estos últimos años. En su transcurso se habitan las cuevas y también las primeras cabañas, se enciende el fuego de diversas maneras, se visten toscas ropas de piel cosida y se pescan o se cazan animales con armas de piedra sílex, de hueso o de asta.

De este período son también las primeras embarcaciones y los primitivos ídolos. Asimismo es por aquellos largos años que el hombre forma sus grupos, sus sociedades, al irse creando entre ellos lazos que diferenciaran perfectamente tales agrupamientos de los rebaños de manadas de otros animales. Y es también durante ese tiempo cuando el hombre primitivo dirige su mirada hacia arriba, hacia el inmenso cielo, maravillado ante él, temeroso ante la grandeza de lo desconocido.

Averbuj, Eduardo, “El hombre prehistórico: la mirada asombrada”, en Con el cielo en el bolsillo, México, de la Torre, 1990, p. 19

  1. Uno de los textos que usted acaba de leer tiene características que no son propias de los textos de estudios superiores. ¿Cuál le parece que es? ¿Por qué?
  2. ¿A quiénes cree que está destinado cada uno de los textos?

  1. A continuación le presentamos tres fragmentos con el mismo tema. Según lo que acaba de leer, ¿cuál correspondería a un texto de divulgación masiva? ¿Cuál pertenecería a un manual universitario y cuál a un texto destinado a especialistas? Para fundamentar su respuesta incluya ejemplos tomados de los textos.

Fragmento A

Mientras se multiplican las experimentaciones, mientras progresan los investigadores que trabajan en el acto de leer y más particularmente en el acto de comprender, apelar a la tradición continúa siendo todavía el único argumento válido cuando se desea proteger a los enseñantes de toda contaminación con el funcionalismo que prevalecía en ese entonces [1977, en Francia] en la enseñanza elemental, al tiempo que se descuidaban los problemas que efectivamente encontraban los niños. […] De manera que el principal problema con que tropezaba el sistema educativo francés entre 1960 y 1980 era la circunstancia de que una parte no despreciable de los niños que ingresaban en primer año de la escuela secundaria leían demasiado mal para llevar a cabo normalmente su escolaridad secundaria.

Chartier, A. M. y Hébrard, J., Discursos sobre la lectura, Gedisa, Barcelona, 1994, p. 338.

Fragmento B

En los últimos 12 meses el 52 por ciento de los que están en condiciones de hacerlo no leyó un libro. Entre quienes dijeron haber leído en el mismo lapso, la mayoría leyó, en promedio, cuatro libros. Los datos de la encuesta sobre consumos culturales de la Argentina, que publicamos hoy en la sección Sociedad, indican también que la lectura crece con la edad y abarca a los sectores sociales más pudientes.

El hábito de la lectura en productos con soporte de papel hace tiempo que está en declinación y se verifica cada vez más dramáticamente entre los jóvenes. Hay muchos factores que confluyen en este preocupante fenómeno. En nuestro país comienza a consolidarse una tendencia dramática en la que la lectura de libros se está convirtiendo cada vez más en una actividad de adultos y en un hecho casi suntuario, una verdadera ironía. Hay quienes sostienen que no es cierto que los jóvenes lean menos sino que están abandonando los soportes habituales.

La relación venerable con los libros es un hábito que toda sociedad debe y tiene que defender.

Kirschbaum, Ricardo, “La mala educación”, en Clarín, 9-12-2004.

Fragmento C

La noción de lectura como desciframiento de signos puramente materiales aparece constantemente en la vida escolar: Los alumnos no entienden lo que leen”, se escucha decir con frecuencia a los docentes; esto implica que leer consistiría en sonorizar las palabras, o meramente identificar signos escritos. “Comprender”, “entender”, aparece entonces como si fuera una actividad agregada y no intrínseca al acto de leer. A este respecto, muchas personas comparten una experiencia muy frecuente: cuando se está aprendiendo una lengua extranjera, se presenta la situación de tener que leer en voz alta un texto. En general, suele ocurrir que el que aprende está tan preocupado por lograr una pronunciación correcta (sonorización de los signos), que cuando termina su lectura, a menos que conozca previamente el texto, no podrá dar, en absoluto, una clara muestra de comprensión. Toda su energía estuvo colocada en descifrar y sonorizar.

Marin, M., Lingüística y enseñanza de la lengua, Buenos Aires, Aique, 2004, p. 227.

  1. Lea los fragmentos siguientes y marque las partes del texto que se refieren a los hechos y las que se refieren a los conceptos abstractos.

Historia social e ideologías de las sociedades

Es evidente que la historia de las sociedades debe fundarse en un análisis de las estructuras materiales. La organización de los grupos, de las comunidades familiares o de vecindad, de las asociaciones, de las bandas, de las compañías, de las sectas, de la índole y el vigor de los lazos que los han reunido, la situación de los individuos en esta red de relaciones, su posición en el seno de una jerarquía compleja de estratos superpuestos; la distribución de poderes entre ellos no puede ponerse claramente de manifiesto sin que se reúnan previamente todos los indicios que permiten reconstituir los componentes del espacio que los hombres han ocupado, ordenado y explotado, percibir el sentido de los diversos movimientos que determinaron la evolución del poblamiento, definir el nivel de las técnicas de producción y comunicación, entender de qué manera se encontraban repartidas las tareas, las riquezas y los beneficios y cómo se utilizaron los excedentes. De hecho, el amplio desarrollo de la investigación histórica durante los últimos tres decenios en los campos de la economía, la demografía y, más recientemente, la ecología, ha estimulado los primeros progresos de la historia social. No obstante, es no menos evidente que la prosecución de estos progresos depende de la elaboración de nuevos cuestionarios, de una relectura de los documentos y de la explotación de nuevas fuentes, del reconocimiento y de la prospección de nuevos campos de investigación. En efecto, para comprender la ordenación de  las sociedades humanas y para discernir las fuerzas que las hacen evolucionar, importa prestar atención a los fenómenos mentales, cuya intervención es incontestablemente tan determinante como la de los fenómenos económicos y demográficos.

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