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Conceptualizacion de la evaluacion en educacion

lyukenTrabajo12 de Julio de 2019

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CONCEPTUALIZANDO LA EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN

La evaluación encontró en la educación un escenario privilegiado, el término evaluación conduce a un recorrido universal, lingüístico, geográfico e histórico. Proviene del latín valere, que significa emitir juicios o apreciar. Pasa desde el siglo XIV al francés como évaluer, a partir del siglo XVII como valer, valuar y desde principios del siglo XIX se asume como avaluación, evaluar (Milman & Darling-Hammond, 1997).

Existen diversos paradigmas y modelos de evaluación según la respuesta que se tenga del ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿quién?, ¿por qué? y ¿para qué? de la evaluación. Es necesario tener un concepto de lo que es la evaluación en la educación, los aspectos que la caracterizan y las diferenciaciones que en su realización se presentan. Atendiendo a la finalidad, puede ser formativa o sumativa, encontramos evaluación diagnóstica y evaluación continua, también puede verse desde perspectivas instrumentalistas y cuantitativas y formas holísticas y cualitativas (Scriven, 1967).

La evaluación implica la recogida de datos y la utilización de dicha información para emitir juicios de valor. Según Scriven (1967) la evaluación es una actividad metodológica que consiste simplemente en la recopilación y combinación de datos de trabajo mediante la definición de unas metas que proporcionen escalas comparativas o numéricas, con el fin de justificar: los instrumentos de recopilación de datos, las valoraciones y la selección de metas.

Gimeno Sacristán y Pérez Gómez (1993, p.338), plantean que la evaluación se presenta cuando los sujetos, objetos o procesos reciben la atención del que evalúa, se analizan y se valoran sus características y condiciones en función de unos criterios o puntos de referencia para emitir un juicio que sea relevante para la educación.

 La educación ha tenido importancia creciente en las sociedades modernas, la creciente densidad poblacional y la complejidad social en las ciudades, han constituido complicados sistemas educacionales, donde evaluar los procesos se hace indispensable.

La evaluación es considerada como el conjunto de actividades que conllevan a la sistematización de información con el propósito de mejorar los eventos y dinámicas educativas. Todo sistema de evaluación trae consigo la oportunidad de recuperación y de mejora, sin olvidar que ésta se ubica en la mirada de quien tiene la información. Como dijera Grundy (1998) la evaluación significará elaborar juicios acerca de la medida en que procesos y prácticas desarrollados a través de la experiencia de aprendizaje favorecen el “bien” de los participantes.

Según Parlett y Hamilton (1972, en Pérez 1993, p. 29) un sistema de evaluación o estimación sobre los alcances del sistema educativo se define como:

Un conjunto de supuestos pedagógicos, un plan de estudios o programa de contenidos y un cuerpo detallado de técnicas y equipos. Un sistema de instrucción es un producto teórico, un modelo abstracto que al aplicarse sufre importantes modificaciones en virtud del medio, los alumnos y el profesor.  Alcanzar logros y propiciar el desarrollo, será posible y tendrá sentido si se toman en cuenta las condiciones concretas de aplicación, su contextualización y las transformaciones que posibilita la evaluación. Todas estas teorizaciones de la realidad de los sistemas educativos, adquieren validez si actúan en el mejoramiento de la calidad de vida en los respectivos contextos.

La evaluación se ha convertido en la actualidad en una actividad de uso común en las distintas actividades humanas, siendo uno de los aspectos centrales del proceso educativo. En la medida que los gobernantes, los padres, los estudiantes, los docentes y la sociedad, pretenden que la educación sea un factor del desarrollo humano y social, buscan cada vez mejorar la calidad y la evalúan. La evaluación no puede ser vista como una actividad aislada, pues dejó de serlo, para convertirse en una industria profesionalizada, con congresos, revistas propias, premios, organizaciones y estándares (Dopico, 2000).

La evaluación llegó y se quedó en la actividad educativa, hace referencia al rendimiento en la formación de los estudiantes, a la transmisión de los conocimientos, la cultura y la información, acorde con los cambios socio-políticos. Sin embargo, comprender la finalidad de la evaluación, la forma como ha evolucionado, su uso y la diversidad de elementos que compromete, es importante para comprender los desarrollos del proceso evaluativo mismo. Al estar ligada a desarrollos conceptuales del ser humano y a las dinámicas sociales de poder, la evaluación adquiere una connotación socio histórica.

Rizo (2004) plantea que ese carácter social permite ver la evaluación como un campo de poder que rebasa la simple dimensión técnica y que permanece pletórico de intencionalidades. Obliga a pensar, por ejemplo, cómo desde la evaluación de las instituciones educativas intentan legitimar políticas y justificar las desviaciones del Estado para cumplir con su compromiso con la educación como derecho humano. Esto puede confirmarse en las políticas de privatización de la educación, para lo cual se promueven formas encubiertas como diferenciación, jerarquización y competencia entre las instituciones educativas, bajo el enfoque del libre mercado.

Con frecuencia en el plano escolar se ha pensado la evaluación como calificar, promocionar, titular, medir, investigar o diagnosticar los aprendizajes alcanzados por los estudiantes. Estos conceptos están relacionados con perspectivas medicionistas y cuantitativas sobre lo que es evaluar en educación, diferenciadas de otras perspectivas comprensivas cualitativas. Entender la evaluación de los aprendizajes y de la formación como medición o como calificación, es reducirla a la estimación, a un carácter aproximado, es también maximizar su carga subjetiva. El proceso para recopilar y procesar información, tampoco puede reducirse a los instrumentos y las técnicas.

La evaluación debe entenderse como un proceso a través del cual se emiten juicios sobre alguna o varias características de un estudiante, de un grupo de estudiantes o un ambiente educativo, objetivos educativos, materiales, profesores, programas, entre otros. Estos juicios relevantes sobre el proceso, analizan y valoran características y condiciones en función de parámetros referenciados. Inicialmente tenía en cuenta únicamente el rendimiento académico de los estudiantes según los objetivos educativos, luego se extendió a otros ámbitos de la educación como: programas educativos, destrezas, materiales curriculares, práctica docente, instituciones escolares, al sistema educativo en su conjunto y a la misma evaluación.

Tyler (1949) le da carta de naturaleza al término evaluación en el campo educativo, definiéndola como un proceso por el cual se determina el grado en el que se alcanzan los objetivos propuestos, donde la evaluación gira entorno a objetivos prestablecidos y con un carácter de medición. Otro precursor del concepto y de la generación de modelos de evaluación es Scriven (1967), quien introduce los conceptos de “evaluación formativa” y “evaluación sumativa”, columnas básicas para la proliferación de diversos modelos evaluativos. Stufflebean (1993) concibe la evaluación educativa como el elemento fundamental para el perfeccionamiento del objeto evaluado, por su parte Blanco (1996, p.42) plantea que “la evaluación es el enjuiciamiento comparativo, corrector y continuo del progreso del alumno, a partir de unos datos recogidos”.

La evaluación ha tenido desarrollos conceptuales y de aplicación en diversos campos, que conllevaron al perfeccionamiento de los sistemas educativos y a la construcción de modelos, basados en las prácticas evaluativas según propósitos e instrumentos. En la evaluación docente se asumen muchas de estas teorías y prácticas, realizándose aportes para la perfección de la labor docente y la institución escolar.

Pueden determinarse diversas etapas para caracterizar la evaluación. Desde los conceptos de medición educativa hasta la actual investigación evaluativa en educación, siendo varias las clasificaciones de modelos evaluativos, se discrepa si merecen esta categoría, al estar basados en diferentes aspectos, desde la evolución histórica de la teoría evaluativa, hasta la clasificación de propósitos.

Stufflebeam y Shinkfield (1994) indican que la evaluación es el estudio sistemático y planificado, dirigido con finalidad de ayudar al cliente a juzgar o perfeccionar un valor o mérito de algún objeto. Stufflebeam y Shinkfield, (1987, citado por Escudero, 2003), establecen una caracterización de seis épocas en la evaluación: a) época de la reforma (1800-1900), b) época de la eficiencia y del «testing» (1900-1930), c) época de Tyler (1930-1945), d) época de la inocencia (1946-1956), e) época de la expansión (1957-1972) y f) época de la profesionalización (desde 1973), que enlaza con la situación actual.

Guba y Lincoln (1989, en Rizo, 2008), caracterizan cuatro momentos en la evolución de la evaluación, considerando el paradigma dominante, los llaman generaciones de la evaluación, estas son:

Primera Generación o de Medición. Acentúa el énfasis en la medición a partir de instrumentos elaborados para un propósito específico, especialmente test, que actuaban como pruebas estandarizadas generalmente preparadas por expertos. Los resultados obtenidos se consideran como expresiones reales de lo medido.

Segunda Generación o de Descripción. Incorpora al proceso de evaluación la descripción de las fortalezas y las debilidades con respecto al logro de ciertos objetivos previamente establecidos. La evaluación no solamente da razón de la medición de lo evaluado, sino que también incluye una descripción sistemática de los factores que lo determinan. A la función técnica del evaluador, se suma la de describir y explicar los resultados en términos de esos descriptores. Los datos obtenidos sirven para hacer ajustes y mejoras. Los resultados se recogen y elaboran durante el mismo proceso.

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