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Cuestion Homerica


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2013  •  1.622 Palabras (7 Páginas)  •  780 Visitas

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Cuestión homérica

La llamada cuestión homérica se refiere al debate sobre la existencia del escritor griego Homero. Se refiere también a la discusión que se ha producido en torno a la verdadera identidad del autor de la Ilíada y la Odisea y subsidiariamente a la paternidad y formación de las obras que se le atribuyen.

En griego, su nombre es Homeros. Muchas etimologías han sido propuestas para este nombre, que es idéntico a la palabra griega para rehén. Hay una teoría que especifica que este nombre se originó de una sociedad de poetas llamada Homeridae, que literariamente significa hijos de rehenes o descendientes de prisioneros de guerra. Como esos hombres no fueron enviados a la guerra pues su lealtad en el campo de batalla era motivo de sospechas, ellos no pudieron ser asesinados en batallas, así que fueron comisionados a conmemorar la batalla con la poesía épica, para recordar eventos pasados, ocurridos en el tiempo anterior a que la instrucción viniera al círculo de poetas.

Debate en la Antigüedad.

Este debate tuvo sus raíces en la antigüedad; se conservan siete vidas o biografías de Homero, todas posiblemente legendarias, diferentes y algunas bastante remotas, aunque tiene especial crédito una que le hace natural de Quíos y ciego; se le atribuyeron muchas obras, no sólo esas dos: Calino hizo suya La Tebaida, sobre el tema de Los siete contra Tebas, que posteriormente dramatizó Esquilo; Arquíloco y Aristóteles le asignaron la composición del Margites y Píndaro la Cipriada, un poema sobre los hechos anteriores a la Guerra de Troya; el historiador Tucídides, por su parte, le creía autor del Himno a Apolo Delio y también hay otros himnos que le han sido atribuidos.

En el periodo helenístico, los filólogos alejandrinos Jenón y Helánico llegaron a la conclusión, a partir de las diferencias y contradicciones de todo tipo que hallaron entre la Ilíada y la Odisea, que sólo la primera de estas epopeyas fue compuesta por Homero, por lo que fueron llamados corizontes o "separadores". Su opinión fue rechazada por más afamados filólogos alejandrinos como Aristarco de Samotracia, Zenódoto de Éfeso y Aristófanes de Bizancio.

Debate en los siglos XVIII y XIX.

Precedidos por las especulaciones del abad François Hédelin d'Aubignac en su obra póstuma Conjeturas académicas (1715) así como de Giambattista Vico en ese mismo siglo, el debate volvió con fuerza a comienzos del siglo XIX, cuando el filólogo Friedrich August Wolf cuestionó la unidad de los poemas homéricos al entender, a partir del estudio de la forma y fondo de estas epopeyas y sus contradicciones internas en su obra Prolegomena ad Homerum, "Introducción a Homero", (1795), que ambos se habían formado a partir de poemas orales menores compuestos en épocas diferentes por distintos rapsodas y aedos y que fueron refundidos en un solo texto alrededor del siglo VI a. C., cuando el tirano Pisístrato designó una comisión de personas instruidas para reunir los poemas de Homero y fijar un texto único definido. Esta teoría se avenía bien con la creencia del Romanticismo en un volkgeist, "genio o espíritu del pueblo", autor colectivo y anónimo de una poesía nacional. Karl Lachmann acreditó la teoría de los cantos autónomos en sus Consideraciones sobre la Iliada de Homero (1837), y la teoría siguió desarrollándose con las aportaciones fundamentales de Adolf Kirchhoff (Sobre la Odisea de Homero y su formación, 1859; 2.ª ed. 1879) y de Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff en sus Investigaciones homéricas, 1884.

Así pues, surgieron dos posturas enfrentadas respecto a la unidad en la autoría de los poemas homéricos que, con matices, sobreviven en la actualidad:

Los analistas defienden la intervención de varias manos distintas en la elaboración de cada uno de los poemas homéricos, que además serían producto de la recopilación de pequeñas composiciones populares preexistentes.

Frente a ellos se halla un punto de vista unitario que sostiene que cada uno de los poemas homéricos tiene una concepción global y una inspiración creativa que impide que puedan ser resultado de una compilación de poemas menores.

Algunos de los defensores del punto de vista unitario, sin embargo, señalan que las diferencias existentes entre ambos poemas sugieren la presencia de un autor distinto para cada uno de los dos poemas.

Debate en el siglo XX.

En el siglo XX todavía siguió profundizándose en las ideas de Wolf, con los trabajos de Eduard Schwartz y muchos otros hasta hacerse una cuestión prácticamente interminable. Sin embargo, como el origen de los poemas en la poesía oral tradicional ha sido universalmente admitido, la cuestión homérica ha retrocedido en importancia o, en menor medida, ha sido drásticamente reformulada.

Teoría oral.

Los eruditos generalmente aceptan, a partir de los estudios realizados por Milman Parry y Albert Lord, que la Ilíada y la Odisea son el producto de una tradición oral transmitida a través de varias generaciones. Las fuentes antiguas ya señalaban que los poemas homéricos eran interpretados y transmitidos oralmente. Un análisis de la estructura y el vocabulario de ambas obras muestra que los poemas contienen frases repetidas regularmente, incluyendo la repetición de versos completos. Parry afirmó que los trozos de lenguaje repetitivo, llamados «fórmulas», fueron heredados por el poeta de sus predecesores.

Según Albert Lord en las notas de su obra The Singer of Tales

Los poetas dentro de la tradición oral, como Homero, crean y modifican sus cuentos mientras que los realizan. Así, Homero pudo "tomar prestados" de otros autores, pero ciertamente, él impuso un estilo propio a su obra

Escuela neoanalítica

Una escuela denominada neoanalítica, compuesta por autores como Ken Dowden en 1996, ha interpretado los poemas homéricos en relación con el oralismo como resultado de la obra de un poeta a la vez recopilador y creador, a partir de material de material que llegó a su poder de forma oral.

Miguel de Cervantes Saavedra

(Alcalá de Henares, España, 1547-Madrid, 1616) Escritor español. Cuarto hijo de un modesto médico, Rodrigo de Cervantes, y de Leonor de Cortinas, vivió una infancia marcada por los acuciantes problemas económicos de su familia, que en 1551 se trasladó a Valladolid, a la sazón sede de la corte, en busca de mejor fortuna.

Allí inició el joven Miguel sus estudios, probablemente en un colegio de jesuitas. Cuando en 1561 la corte regresó a Madrid, la familia Cervantes hizo lo propio, siempre a la espera de un cargo lucrativo. La inestabilidad familiar y los vaivenes azarosos de su padre (que en Valladolid fue encarcelado por deudas) determinaron que su formación intelectual, aunque extensa, fuera más bien improvisada. Aun así, parece probable que frecuentara las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca, puesto que en sus textos aparecen copiosas descripciones de la picaresca estudiantil de la época.

En 1569 salió de España, probablemente a causa de algún problema con la justicia, y se instaló en Roma, donde ingresó en la milicia, en la compañía de don Diego de Urbina, con la que participó en la batalla de Lepanto (1571). En este combate naval contra los turcos fue herido de un arcabuzazo en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Cuando, tras varios años de vida de guarnición en Cerdeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia (donde adquirió un gran conocimiento de la literatura italiana), regresaba de vuelta a España, la nave en que viajaba fue abordada por piratas turcos (1575), que lo apresaron y vendieron como esclavo, junto a su hermano Rodrigo, en Argel. Allí permaneció hasta que, en 1580, un emisario de su familia logró pagar el rescate exigido por sus captores.

Ya en España, tras once años de ausencia, encontró a su familia en una situación aún más penosa, por lo que se dedicó a realizar encargos para la corte durante unos años. En 1584 casó con Catalina Salazar de Palacios, y al año siguiente se publicó su novela pastoril La Galatea. En 1587 aceptó un puesto de comisario real de abastos que, si bien le acarreó más de un problema con los campesinos, le permitió entrar en contacto con el abigarrado y pintoresco mundo del campo que tan bien reflejaría en su obra maestra, el Quijote, que apareció en 1605. El éxito de este libro fue inmediato y considerable, pero no le sirvió para salir de la miseria. Al año siguiente la corte se trasladó de nuevo a Valladolid, y Cervantes con ella. El éxito del Quijote le permitió publicar otras obras que ya tenía escritas: los cuentos morales de las Novelas ejemplares, el Viaje del Parnaso y Comedias y entremeses.

En 1616, meses antes de su muerte, envió a la imprenta el segundo tomo del Quijote, con lo que quedaba completa la obra que lo sitúa como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de una sátira corrosiva de las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes arquetípicos y contrapuestos, el iluminado don Quijote y su prosaico escudero Sancho Panza.

Las dos partes del Quijote ofrecen, en cuanto a técnica novelística, notables diferencias. De ambas, la segunda (de la que se publicó en Tarragona una versión apócrifa, conocida como el Quijote de Avellaneda, que Cervantes tuvo tiempo de rechazar y criticar por escrito) es, por muchos motivos, más perfecta que la primera, publicada diez años antes. Su estilo revela mayor cuidado y el efecto cómico deja de buscarse en lo grotesco y se consigue con recursos más depurados. Los dos personajes principales adquieren también mayor complejidad, al emprender cada uno de ellos caminos contradictorios, que conducen a don Quijote hacia la cordura y el desengaño, mientras Sancho Panza siente nacer en sí nobles anhelos de generosidad y justicia. Pero la grandeza del Quijote no debe ocultar el valor del resto de la producción literaria de Cervantes, entre la que destaca la novela itinerante Los trabajos de Persiles y Sigismunda, su auténtico testamento poético.

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