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Derecho Laboral

ramses26321 de Septiembre de 2012

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INTRODUCCIÓN

Las siguientes líneas tratan de proyectar una breve visión histórica del trabajo. Como ya lo sabemos el trabajo ha cambiado a lo largo de la historia, y conociendo esa modificación podemos analizar mejor las partes positivas o negativas que ha sufrido esta institución.

En el mundo antiguo el ocio era más importante que ahora, ya que los pensadores y filósofos pasaban ese tiempo reflexionando sobre como ocuparlo. Aristóteles decía: “ambos (trabajo correcto y ocio) son necesarios, pero el ocio es preferible tanto al trabajo como a su fin, hemos de investigar a que debemos dedicar nuestro ocio…y también deben aprenderse y formar parte de la educación ciertas cosas con vistas a un ocio en la diversión…”. Si analizamos un poco sobre esa época podemos sacar buenas críticas, pues de allí tenemos que agradecer mucho de lo que poseemos en este instante, inventos, teorías importantes, etc.

En la época medieval el ocio va teniendo otro significado, puesto que quien no trabajaba, no comía, y así se iba convirtiendo en un castigo o por decirlo de otra forma, un deber. Con el pensamiento moderno se crea otra concepción, la cual clasifica el trabajo y esto conlleva a una discriminación, entre bueno y malo, penoso y satisfactorio.

El trabajo ha tenido en los tiempos modernos perspectivas muy buenas porque lo tenemos como un medio de realización humana, y tiene diferentes significados, ya que es ahora un factor decisivo en la “creación de sociedad”, da una perfección en cada persona llenando la necesidad de sentirnos útiles y fuertes; en fin son muchos significados que cada individuo le da al trabajo según lo que está viviendo y sus mismas necesidades sociales y personales.

Como dicen por ahí “El trabajo dignifica”, y en nuestros tiempos es una oportunidad de superación, sin dejar de reconocer que se ha convertido en otra forma de discriminación en la sociedad.

EL TRABAJO A TRAVÉS DE LA HISTORIA.

1.- Reflexión preliminar sobre el estudio histórico.

Antes de iniciar una exposición de la evolución del trabajo humano a través de la historia, resulta pertinente consignar algunas consideraciones acerca de su conveniencia y aún de su necesidad.

La justificación del estudio histórico de una realidad no es otra que la tesis –idea en parte aristotélica y, por ende, clásica, pero no por ello ajena al pensamiento moderno- según la cual algo se conoce tanto mejor cuando se conoce no sólo como es ahora sino como ha llegado a ser. De acuerdo con esta idea, la mejor manera de conocer una realidad es estudiar su evolución a lo largo del tiempo, es decir, su proceso de formación.

Si lo que se pretende analizar es una realidad social y, específicamente, una institución o una disciplina jurídica en su conjunto, la tesis precedentemente expuesta se aplica aún con más fuerza porque sin ese análisis histórico nunca será enteramente inteligible. Y ello es así por cuanto el estudio del origen y el desarrollo de una institución jurídica predeterminan en gran medida la estructura y la configuración que tiene en el momento presente. Las respuestas jurídicas contemporáneas y las formas de regulación de una realidad social llevan en sí, como presupuestos previos ineludibles de los que dependen, las pretéritas. Y descubren en estas la evolución hacía si mismas. En síntesis: resulta indispensable el estudio histórico si se quiere comprender cabalmente las instituciones jurídicas vigentes en la actualidad. Así, se ha afirmado, con razón, que “el Derecho sólo es inteligible desde su historia y en ninguna disciplina es esto tan cierto como en el Derecho del Trabajo”.

2.- La antigüedad clásica (siglo VI a.C. hasta siglo V).

1.1. La esclavitud.

En las antiguas civilizaciones griega y romana, el trabajo fue considerado una actividad servil e indigna, en contraste con otras actividades, como la política, el sacerdocio, la intelectual o la militar. En Grecia y Roma, en líneas generales, el trabajo físico de esfuerzo fue despreciado y, en general, se consideraba oficio vil estar al servicio de otro ya que ello implicaba una renuncia al pleno dominio de sí mismo, una enajenación, hacerse de otro. Los grandes filósofos como PLATÓN miran ordinariamente al trabajo físico como indigno del ciudadano. ARÍSTÓTELES califica de vulgares “los trabajos mercenarios o asalariados porque privan a la mente de todo ocio y la degradan”. En Grecia las personas que ocupaban una buena posición despreciaban los oficios manuales. Los prejuicios aristocráticos de la cultura helénica contra el esfuerzo físico fueron adoptados también por la clase alta de la sociedad romana, como puede verse muy claramente en CICERÓN, quien siguiendo a ARISTÓTELES, piensa que “el hombre, casi un dios mortal, nació para dos cosas: para comprender y para obrar.”

El grueso de la labor necesaria para el mantenimiento de la comunidad recaía sobre los hombros de los esclavos. El número de esclavos, considerable gracias a las guerras como veremos seguidamente, absorbió el mercado de trabajo. La condición de esclavo se adquiría, en primer lugar, por sojuzgamiento de los ocupantes originarios de los territorios conquistados militarmente o por el cautiverio de los enemigos apresados en el campo de batalla. En segundo término, agotada la fuente de esclavos externa, se advenía a la condición de esclavo por el nacimiento de padres esclavos o de madre esclava y padre libre. A estas dos especies aluden las Institutas de JUSTINIANO, texto romano tardío, cuando dice: “los esclavos nacen o se hacen”. En Roma también podía derivarse el status de esclavo de una condena penal, de la falta de pago de impuestos, del incumplimiento de una deuda, y de la deserción del ejército.

La esclavitud fue una institución universal en el mundo antiguo. Se ha dicho, con acierto, que “la esclavitud fue tan característica de la economía de la polis como el asalariado lo es de la nuestra”, y también que “Roma se edificó sobre el trabajo de esclavos”. Tanto Roma como Grecia, pero sobre todo esta última, ofrecen el panorama de una comunidad de hombres libres sostenida y desarrollada por el trabajo de hombres no libres. En ambos mundos, griego y romano, en fin, el trabajo esclavo era esencial para la economía siendo la “relación entre hombres libres y esclavos rasgo relevante de las relaciones sociales del mundo antiguo”.

En suma, “ni la vida material de las civilizaciones greco-romanas, ni su civilización misma, en lo que tiene de más exquisito, son concebibles sin el trabajo forzoso”, o, para decirlo con HEGEL, “los griegos –como los romanos- tuvieron esclavos, de los que dependió tanto su vida como su hermosa libertad”.

1.2. Naturaleza del trabajo esclavo.

El esclavo realizaba un trabajo socialmente productivo, es decir, un trabajo dedicado a la producción de bienes y de servicios económicamente valiosos y utilizables como tales. El trabajo del esclavo era su garantía de subsistencia, porque del hecho de trabajar derivaba el interés de su dueño de que subsistiera físicamente e imponía a este último la necesidad de alimentarlo. El esclavo era una propiedad valiosa y había de ser tratada como tal desde el punto de vista de su conservación.

a) Trabajo por cuenta ajena.

El trabajo del esclavo era, claro está, un trabajo por cuenta ajena, en el sentido de que la titularidad de los frutos del trabajo del esclavo correspondía inmediatamente al dueño, y no al esclavo que hacía la tarea. En este aspecto, la singularidad de la esclavitud se encuentra en la relación jurídica de dominio que tiene el amo respecto del esclavo: el amo hacía suyos los frutos del trabajo del esclavo no en virtud de ninguna atribución o cesión voluntaria por parte de este, sino a título de propietario o dueño del esclavo mismo. Así lo establecen las reglas del derecho de propiedad: “todo lo que se adquiere mediante el esclavo, se adquiere para el dueño”. El esclavo estaba privado del control sobre su persona o, si se quiere expresar la idea con crudeza: estaba privado del control sobre su propio cuerpo. Tanto es así que la potestad del dueño, su poder disciplinario, e incluso el derecho de vida y muerte respecto del esclavo, son ilimitados. Así, el esclavo formaba parte del patrimonio del dueño, y a este patrimonio se incorporaban directamente los productos del trabajo del esclavo. Esto es precisamente lo que nos informa el jurisconsulto GAYO: “adquirimos no sólo por nuestros propios actos…, sino a través de los esclavos, cuya propiedad, posesión de buena fe o usufructo tenemos”.

b) Trabajo forzoso o involuntario.

El trabajo del esclavo, por otro lado, era un trabajo no libre; era un trabajo forzoso o involuntario. Este segundo aspecto de la relación de esclavitud está también cubierto por la forma como fue jurídicamente estructurada; y este aspecto de privación de libertad fue uno de sus datos externos más salientes. No era necesario contar con el consentimiento o con la voluntad del esclavo, por la sencilla razón de que carecía de ella, en la medida en que era jurídicamente incapaz de formular voliciones de ningún tipo y, por ello mismo, de la voluntad de trabajar o dejar de hacerlo.

El trabajo del esclavo era forzado por los tipos de compulsión jurídica admisibles que el dueño tenía a su disposición para lograr la efectividad de sus prestaciones, los que incluían los derechos absolutos sobre la vida y la persona del esclavo, el derecho a disfrutarlo y a destruirlo, propios de la relación de dominio. Por lo demás, se hizo uso real y efectivo de estos

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