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El atravesamiento de lo simbólico en la educación


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2022  •  Ensayos  •  2.619 Palabras (11 Páginas)  •  35 Visitas

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El atravesamiento de lo simbólico en la Educación

Mtra. Alba Noemí Ferreyra

                                                       

“No soy yo quien te engendra. Son los                                                                              muertos.

                                                Son mi padre, su padre y sus mayores;

                                                Son los que un largo dédalo de amores.

                                                Trazaron desde Adán y los desiertos

                                                De Caín y de Abel, en una aurora [...]

                                                [...] Siento su multitud. Somos nosotros

                                                y entre nosotros tú y los venideros

                                                J. L. Borges “Al hijo”

                        

La  configuración de la subjetividad a partir del otro plantea el imperativo de reconocerse en una historia, una genealogía, para poder proyectar un porvenir y clarificar el presente. El sujeto humano no nace de sí mismo, no nace solo; nace de Otro: el que otorga la sangre y el apellido. Esto implica mucho más que la herencia biológica y simbólica; porque en el campo humano, la herencia de sangre es privilegiadamente simbólica ya que el nacimiento físico es también, un efecto que preside las alianzas: nada nace del sujeto sin la palabra. Quien carece de antiguo carece de nuevo” dice un proverbio árabe.

La genealogía posibilita un mínimo de continuidad que un sujeto necesita para su ubicación no sólo en su historia personal, sino también colectiva. Esta cuestión se representa como crucial en estos momentos de fragmentación social y de espacio multiculturales. La crisis del proceso identificatorio en la sociedad contemporánea tiene que ver con el dislocamiento «que Jaqueline Palmade llama el apuntalamiento del proceso identificatorio en sus diversas entidades socialmente instituidas como el hábitat, la familia, el lugar de trabajo entre otros.»[1] y también agregamos la escuela.

«Si la crisis alcanza  un elemento tan central  como la hominización social como lo es el proceso identificatorio, esto quiere decir a las claras, que dicha crisis es global».[2] Siguiendo a Laclau y Mouffe, se considera una crisis estructural generalizada como un proceso de coyunturas en las cuales y a través de las cuales se genera un debilitamiento generalizado del sistema relacional que constituye a la sociedad y que define las identidades en su espacio político y social.[3] Esta crisis según Marí, pone en peligro los “lazos libidinales” que ligan a los hombres al poder legítimo.

Hay que analizar si en un contexto de exclusión, algunos espacios sociales educativos transforman a los sujetos en desheredados del patrimonio cultural, en el registro spenceriano de los riesgos que implica dar verdadera educación a los pobres, ya que se genera en ellos falsas expectativas. Esto se traduce en la preeminencia, durante el S XIX de la escuela primaria o elemental de los hijos del pueblo  que encierra en sí misma una práctica de discriminación social. El Estado educador tiene «un contenido de clase y una finalidad práctica: mantener el orden».[4] En este caso lo que se efectiviza es un control un disciplinamiento, en el sentido foucaultiano de esos sujetos que quedaron al margen del proceso de producción cultural.

        Hoy se asiste en el sistema educativo a un desplazamiento de la libido, que plantea la necesidad de recuperar el reconocimiento de la noción de sujeto social. El sujeto no es una isla; su formación es tributaria de su socialización mediante las instituciones. En este sentido y siguiendo a Castoriadis, «la madre y el padre no son solamente “el primer grupo”; la madre y el padre son claramente la sociedad en persona y la historia en persona inclinados en una cuna del recién nacido; siquiera porque hablan, y eso no es “grupal, es social».[5] Continuamente, la sociedad existe crea significaciones imaginarias sociales, o sea “lo imperceptible inmanente” que conduce a la idealidad que opera en un proceso continuo de remisión.[6] Dichas significaciones son legítimas e incuestionables.

Siguiendo a Castoriadis, es en lo histórico-social que aparece la subjetividad reflexiva y el sujeto político  y se crean espacios y tiempos públicos de reflexión que impide la clausura y se abre a la creación continua. El individuo es una creación histórico-social; es a la vez el resultado y la condición  del cuestionamiento de las instituciones establecidas. Lo que conduce a la cuestión de la política y a su objeto: el cuestionamiento de las instituciones. «Política es la actividad lúcida  y reflexiva que se interroga acerca de las instituciones de la sociedad y, llegado el caso, aspira a transformarlas. Ello implica que no toma los mismos pedazos de madera para combinarlos, sino que crea formas institucionales nuevas, lo que también quiere decir: nuevas significaciones».[7] En este sentido es necesario repensar la escuela: «ni los maestros y los alumnos se interesan en lo que sucede en la escuela como tal, la educación ya no está investida como educación por los participantes».[8]

Jacques Rancière plantea en El desacuerdo, que la existencia de subjetivaciones singulares “renuevan las formas de inscripción primeras de la identidad entre el todo de  sino que además tiene efectos de cambios, invenciones y descubrimientos que la comunidad [o de la escuela en este análisis][9]* y la nada que la separa de sí misma,  es decir la mera cuenta de sus partes”. Se podría especificar más y acotar, es una consecuencia  de la fragmentación del todo social. Rancière, hablando de la comunidad política afirma que, «no es la actualización de la ciencia común: entre lo visible y lo invisible, lo cercano y lo lejano, lo presente y lo ausente. Esta puesta en común supone la construcción de vínculos que unen lo dado a lo no dado, lo común a lo privado, lo propio a lo impropio. Es en esta construcción donde la común humanidad se incrementa, se manifiesta y surte efecto».[10]

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