INVESTIGACIONES DE LA FAMILIA
Enviado por • 14 de Octubre de 2012 • 2.454 Palabras (10 Páginas) • 663 Visitas
ANALISIS DE LA FAMILIA VENEZOLANA EN EL CONTEXTO POPULAR
La familia venezolana: en el contexto popular
estructura, relaciones y significados
Interpretar el comportamiento social venezolano es uno de los mayores retos que tenemos
los estudiosos de la familia. Ante el reconocimiento generalizado de que la familia es
diversa y cambiante en su estructura (Palacios y Rodrigo, 1998), es importante no caer en
lugares comunes, tratar de identificar sus particularidades y las relaciones que se establecen
en su seno, en especial, en aquéllas que pertenecen a los sectores populares, que constituyen
la mayoría de la población.
Contrariamente a lo que comúnmente se discute en cuanto a la desintegración de la
familia contemporánea, en Venezuela la familia se proyecta como no fracturada y centrada alrededor de la madre (Hurtado, 1999). Este hecho es reportado en la literatura como
«matricentrismo», término que se refiere a la estructuración de una familia donde la madre
es la figura primordial que preside los procesos afectivos, al ejercer el rol del centro de las
relaciones del parentesco (Vethencourt, 1974); ella asume el cargo fundamental de socializar
a los niños y de identificarse fuertemente con los hijos, especialmente con las hijas La consolidación de la familia, así ésta signifique mujeres sin pareja estable y con
hijos, se produce, entre otras cosas, por las difíciles condiciones de vida que tiene que
enfrentar la mayor parte de nuestra población. Estas condiciones llevan a asumir como
estrategia de sobrevivencia la colaboración mutua, colaboración que no es tan intensa
entre los vecinos que no son miembros de la misma familia.
Un concepto que se aplica a este tipo de familia, es el de familia extensa modificada
definida como:
... una relación familiar que consiste en una serie de familias nucleares reunidas sobre
una base igualitaria para la ayuda mutua. Además, al reunirse, estas familias nucleares
no se vinculan por requerimientos de cercanía geográfica o semejanza ocupacional.
Difiere de la clásica en que no tiene un jefe autoritario, ni cercanía geográfica, ni
dependencia ocupacional; y de la familia nuclear se distingue porque entre los miembros
de la familia extensa modificada existe una ayuda mutua considerable y, en consecuencia,
la familia nuclear no se enfrenta al mundo como unidad aislada (Litwak,1968, en Hurtado,
1999:48).
Este tipo de familia, por lo tanto, sobrevive a la adversidad que significa la escasez y
las condiciones generales de marginalidad.
La pareja en la familia matricentrada venezolana se caracteriza por una relación en
donde existe la unión pero no el matrimonio, lo cual incluye, según Samuel Hurtado, la
ruptura fácil «porque no existe el compromiso del amor fiel, único y para siempre del
vínculo conyugal indisoluble» (Hurtado, 1999: 39). La pareja se analiza a partir del estudio
de la familia popular, y se la define como una circunstancia determinada por la utilidad
compartida en un tiempo: «ha de hablarse más de apareamiento que de pareja. Apareamiento
de cuerpos, de necesidades, de intereses, de complementariedades múltiples, que cuando se
han actualizado, pierden funcionalidad, cierran un ciclo, y dejan libres a los componentes
para iniciar otro» (Moreno, 1995:15).
En función de estas consideraciones, en el plano de la estructura familiar, en el sector
popular existe una fuerte presencia de hogares formados por la mujer abandonada/madre
sola y sus hijos. Se constata que el hombre existe como un errante perenne que mantiene
convivencia paralela y sucesiva con varias mujeres, conservando pareja estable sólo por períodos cortos. Así, en ausencia del padre y de la pareja, la madre se constituye en el
«centro de la familia» (Moreno, 1994).
Elementos semejantes relativos a la soledad y el abandono de la mujer en los sectores
populares fueron encontrados en un estudio realizado en Cali sobre subjetividades,
imaginarios y formas de representación del trabajo en mujeres jefes de hogar de sectores
populares (Gómez y González, 2002). La experiencia narrada por cinco mujeres permitió
conocer sus vivencias de soledad enfrentando problemas, superando situaciones, debido a
que la «insolidaridad» y el abandono son una constante en los momentos significativos de
sus vidas. Su vida es objeto de la «traición sistemática» a cargo de las personas más
inmediatas, incluyendo al compañero; cuando ocurre el abandono, asumen el sostenimiento
de la familia, esta es una razón que les da fuerza y las reafirma en su identidad como
mujeres.
Es importante detenerse en este punto, y analizar en qué medida el matrimonio,
como institución, es el que garantiza y obliga a las parejas a la unión indisoluble, y no una
condición inherente a la familia burguesa, heredera del pensamiento moderno (Cobo, 1995)
y cuya ideología domina todos los estratos sociales. Esta inquietud surge por los hallazgos
reportados en diferentes estudios (Abreu, 2003; Cáceres y otros, 2002) en donde se evidencia
que la fidelidad es concebida como un valor ideal que debe formar parte del compromiso
en la relación de pareja, casadas o no, aunque existe la conciencia de que esto no ocurre
en la práctica.
La infidelidad se vive de manera diferente en hombres y mujeres, siendo más tolerada
en ellos que en ellas. Los resultados del estudio realizado sobre la construcción de la
infidelidad en Perú (Cáceres y otros, 2002) indicaron que la mayoría de las mujeres
entrevistadas de todos los ámbitos –con y sin experiencia de infidelidad por parte de sus
parejas–, tenía la explicación arraigada de que el hombre es infiel por instinto, que la
infidelidad es parte constitutiva de su naturaleza y sólo necesita el elemento apropiado
que la estimule. En las mujeres de los sectores populares que participaron en dicho estudio,
se evidenció una autoculpabilización respecto de la infidelidad masculina, afirmando que períodos cortos. Así, en ausencia del padre y de la pareja, la madre se constituye en el
«centro de la familia» (Moreno, 1994).
Elementos semejantes relativos a la soledad y el abandono de la mujer en los sectores
populares fueron encontrados en un estudio realizado en Cali sobre subjetividades,
imaginarios y formas de representación del trabajo en mujeres jefes de hogar de sectores
populares (Gómez y González, 2002). La experiencia narrada por cinco mujeres permitió
conocer sus vivencias de soledad enfrentando problemas, superando situaciones, debido a
que la «insolidaridad» y el abandono son una constante en los momentos significativos de
sus vidas. Su vida es objeto de la «traición sistemática» a cargo de las personas más
inmediatas, incluyendo al compañero; cuando ocurre el abandono, asumen el sostenimiento
de la familia, esta es una razón que les da fuerza y las reafirma en su identidad como
mujeres.
Es importante detenerse en este punto, y analizar en qué medida el matrimonio,
como institución, es el que garantiza y obliga a las parejas a la unión indisoluble, y no una
condición inherente a la familia burguesa, heredera del pensamiento moderno (Cobo, 1995)
y cuya ideología domina todos los estratos sociales. Esta inquietud surge por los hallazgos
reportados en diferentes estudios (Abreu, 2003; Cáceres y otros, 2002) en donde se evidencia
que la fidelidad es concebida como un valor ideal que debe formar parte del compromiso
en la relación de pareja, casadas o no, aunque existe la conciencia de que esto no ocurre
en la práctica.
La infidelidad se vive de manera diferente en hombres y mujeres, siendo más tolerada
en ellos que en ellas. Los resultados del estudio realizado sobre la construcción de la
infidelidad en Perú (Cáceres y otros, 2002) indicaron que la mayoría de las mujeres
entrevistadas de todos los ámbitos –con y sin experiencia de infidelidad por parte de sus
parejas–, tenía la explicación arraigada de que el hombre es infiel por instinto, que la
infidelidad es parte constitutiva de su naturaleza y sólo necesita el elemento apropiado
que la estimule. En las mujeres de los sectores populares que participaron en dicho estudio,
se evidenció una autoculpabilización respecto de la infidelidad masculina, afirmando que la gran promotora de la infidelidad del hombre es la mujer.
La situación contraria, es decir la infidelidad de la mujer, en este estudio, fue
severamente condenada en el marco de una sociedad patriarcal con fuertes mecanismos
de control social, mientras que ellas por su parte toleran resignadas la infidelidad, pues
comparten la noción de que la mujer nació para sufrir. Esta actitud de aceptación resignada
de la infidelidad, según los autores, responde a factores socioeconómicos y culturales y se
debe, por una parte, a las condiciones en las cuales se constituyen las parejas y, por otra, a
las relaciones de dependencia económica, social y emocional. La familia ha sufrido cambios, especialmente con respecto a la figura masculina dentro
del hogar. Estos cambios se manifiestan según la declinación de las bases de sustentación
de un modelo patriarcal de familia que se caracteriza por la autoridad ejercida por el padre
sobre la esposa y los hijos. Tal declinación se asocia con los siguientes hechos: Incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo ... produciéndose una nueva
distribución del tiempo, poder y trabajo al interior de la familia.
Agotamiento del sistema de aportante único al hogar y cambio en la valoración de
nuevos aportantes económicos de éste (mujeres, jóvenes, niños) (Arraigada, 1992:76).
Citando a Rousseau dice Rosa Cobo que: «Importa, pues, no solamente que la mujer
sea fiel, sino que sea considerada como tal por su marido, por sus familiares, por todo el
mundo; importa que sea modesta, atenta, reservada, que lleve a los ojos de los demás,
como a su propia conciencia, el testimonio de su virtud» (Cobo, 1995:239).
Hay, entonces, un dictamen social que afecta a todos los niveles sociales, así los de
menos recursos económicos no sean beneficiarios de todo lo que la modernidad proporciona,
ya que se encuentran al margen de ella. Hay una ideología que impone el grupo dominante,
ideología difícil de cambiar por los escasos recursos educativos con los cuales cuenta este
grupo humano. Vemos de esta manera toda una simbología alrededor de la figura del
varón, jefe de familia, proveedor y protector, aun cuando en realidad no lo sea. Este hecho
dificulta la independencia afectiva por parte de la mujer, pues se valora la presencia de un
hombre en la casa como un respaldo y una garantía de respeto para la mujer y los hijos
frente al vecindario. Una mujer sola sería más vulnerable al abuso de los demás (Cáceres y
otros, 2002).
Entender la estructura y las relaciones dentro de la familia popular que aparecen
como contradictorias, según lo demuestran el caso del padre ausente con presencia (Moreno,
1994, 1995, 2002) o el valor dado a la figura masculina como proveedora sin serlo, requiere
indagar sobre el significado que le dan los miembros de la familia a su experiencia de vida
dentro de la dinámica de relación que sostienen. Es relevante para dar respuesta a estas
inquietudes tomar en cuenta las ideas de Jerome Bruner alrededor de la «construcción de
significados». A través de esta corriente centrada en la interpretación, se valora la existencia
de muchos mundos posibles cuyo origen se ubica en la creación de diversos significados y
realidades, así como en el acuerdo que permite la construcción de nuevos significados;
este acuerdo actúa, a la vez, como mecanismo regulatorio de las relaciones entre los
individuos. De tal forma que los actos de construcción y negociación permiten que el acceso
a la realidad múltiple sea el producto de la creación y no del descubrimiento del ser humano
heredero y recreador de la cultura (Bruner, 1998). En tanto actúa como representante y
reproductor de la cultura, «... el sujeto lleva en sí toda la realidad social vivida, en él está
en su concreción cada grupo social a que ha pertenecido y toda la cultura en la que ha
transcurrido su existencia. Conociendo al sujeto, se conoce el grupo y la cultura tal y como
se dan en concreto: de manera subjetiva, vivida» (Moreno, 1994: 31).
En la construcción de significados, los individuos emplean sistemas simbólicos
compartidos socialmente que se encuentran en el lenguaje y en la cultura; por esta razón
los seres humanos, como miembros partícipes de la cultura, hacemos posible que los
significados sean «públicos y compartidos». Esto es posible debido a que manejamos un
discurso, significados y formas de interpretación compartidas, a través de la interacción
que sostenemos y de la negociación que establecemos, en lo cotidiano, con nuestros
semejantes cercanos. De esta forma, nuestros actos y nuestras experiencias son públicas,
en el sentido de que resultan accesibles a la interpretación.
De acuerdo con estos planteamientos, acceder a la comprensión del hombre exige
entender que las experiencias y actos humanos son moldeados por los «estados intencionales» y que los determinantes de orden cultural son los encargados de moldear «la vida
y las mentes humanas». Es a través de la cultura que las acciones adquieren un significado; como consecuencia de su mediación ocurren las interacciones humanas y a partir de la
construcción compartida y el consenso resultante de la negociación se confiere sentido a
la realidad. Las interacciones humanas se dan tras asignar a las pautas propias cualidades
simbólicas de la cultura: «sus modalidades de lenguaje y discurso, las formas de explicación lógica y narrativa, y los patrones de vida comunitaria mutuamente interdependientes»
(Bruner, 1991:48).
Características del estudio
Para el estudio de los significados sobre la infidelidad que se construyen dentro de una
estructura social y familiar determinada se desarrolló una investigación cualitativa cuyo
objetivo es el estudio de la vida cotidiana desde el enfoque que dan los propios actores
(Marshall y Rossman, 1989; Strauss y Corbin, 2002). Se utilizó como estrategia el estudio
instrumental de casos (Stake, 1999), el cual permite abordar la diversidad y profundizar en
la comprensión de cada grupo. En la actividad de campo participaron un total de nueve
informantes: adultos y adolescentes miembros de una familia extensa modificada. Su
distribución fue la siguiente: 3 madres, 2 padres, 3 adolescentes hembras y 1 adolescente
varón.
La familia extensa modificada estudiada vive en un barrio popular de la ciudad de
Caracas en condiciones de pobreza extrema. Está conformada por tres familias nucleares
que habitan en casas vecinas del mismo sector y presentan estructuras y constitución
diferentes, como se indica a continuación:
Familia 1: tiene la estructura de pareja unida en concubinato con hijos. Desde hace
quince años mantienen vida juntos. El padre tiene 29 años y la madre 36; de la unión han
nacido tres hijos (12 años, 10 años y 8 años), en esta familia vive también un hijo de la
madre (15 años).
Las relaciones consanguíneas de esta familia con la familia 2 son las siguientes: el
padre de esta familia y la madre de la familia 2 son hermanos, por lo tanto, los hijos de
ambas familias son primos entre sí. Las relaciones consanguíneas de esta familia con la
familia 3 son las siguientes: la madre de esta familia y el padre de la familia 3 son hermanos,
por lo tanto, los hijos de ambas familias son primos entre sí.
Familia 2: presenta la estructura de madre sola con sus hijos. La madre de 35 años
tiene diez hijos (dos varones de 18 y 5 años respectivamente; ocho hembras con edades
comprendidas entre los 19 años y los 2 1/2 años).
Las relaciones consanguíneas de esta familia con la familia 3 son las siguientes: el
padre de la familia 3 es padre de los seis primeros hijos de esta familia, por lo tanto, los
hijos de la familia 3 son hermanos de los seis primeros hijos de la familia 2.
Familia 3: responde a la estructura de pareja unida en matrimonio con hijos, el
matrimonio se formalizó hace dieciocho años. La familia se encuentra constituida por el
padre (42 años), la madre (37 años) y tres hijos (una hembra de 16 años, dos varones de
15 años y 10 años respectivamente).
El gráfico que se presenta a continuación permite identificar a los informantes del
estudio, así como su pertenencia a los diferentes grupos familiares. Las iniciales utilizadas
para distinguir a cada informante acompañarán los testimonios posteriores.
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