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Impacto De La Crisis Financiera En México

marifer198511 de Septiembre de 2012

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La crisis financiera acarreará serios daños en la economía mexicana, provocando probablemente un breve periodo de recesión, aunque bien es cierto que la economía mexicana exhibirá su resistencia y que las consecuencias no serán tan dramáticas como en otro países del mundo, argumenta la periodista Emmanuelle Steels en su análisis publicado por la Heinrich Böll Stiftung.

EL IMPACTO DE LA CRISIS EN MÉXICO

Grandes magnitudes y efectos en la economía real

Corren mediados de septiembre, el verano llega a su fin y un severo resfriado se abate sobre el mercado financiero de la primera potencia económica del mundo, provocando una hecatombe global. Entonces, pocos comentaristas mexicanos se resisten a citar el clásico refrán que alude a la dependencia económica del país con su vecino del Norte: “cuando Estados Unidos tiene un resfriado, a México le da una neumonía”. Se remacha hasta tal punto que el propio Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, se ve forzado a presentar su propia exégesis: “Para México, no pasará de ser un catarrito” explica el más alto responsable de la política económica. Mientras tanto, Estados Unidos, el principal socio comercial de México, entra en recesión. Sin embargo, el presidente Felipe Calderón insiste: “Nadie tendrá que apretarse el cinturón por la crisis”.

Pero las autoridades no podían mirar para otro lado mientras la crisis se infiltraba por la frontera. La Secretaría de Hacienda rebajó las previsiones de crecimiento para 2008 de 2,4 a 1,8 %. Durante el tercer trimestre del año, el PIB registró su crecimiento mas bajo desde 2005, con una alza de apenas 1,6 %.

A medida que la crisis iba arrasando en el mundo, los síntomas de la desaceleración económica empezaron a quedar en evidencia en México. A contracorriente respecto a las voces políticas que predicaban la tranquilidad, los malos datos arrojados por algunos indicadores económicos, como el aumento del desempleo, la contracción de la actividad industrial o la disminución de las remesas y de la inversión extranjera directa, sembraban la preocupación. Se empezó, entonces, a vislumbrar que México no iba a quedar inmune. Poco a poco se fueron sumando las voces de economistas de renombre, formando un coro de advertencias que converge con las previsiones de los organismos internacionales. El Premio Nobel de Economía Joseph Sitglitz pidió a los gobiernos de América Latina “no ser demasiado optimistas” puesto que, según él, la crisis les iba a afectar “enormemente”. En el caso de México, consideró que las consecuencias serían a más largo plazo debido a l “cercana relación comercial que tiene con Estados Unidos”. Por su parte, la OCDE pronosticó en su informe bianual OECD Economic Outlook, presentado en noviembre 2008, que México tendría en 2009 el crecimiento más bajo pronosticado hasta ahora, o sea 0,36 % - dato que corrobora el Banco de México, mientras el Ministerio de Hacienda se esfuerza en mantener su previsión de 1,5 % para ese año. Según el organismo internacional, la recuperación empezaría a manifestarse en el 2010, con un repunte de 1,8 %. Pero la OCDE considera que México será el país miembro más afectado por las pérdidas de empleo. El economista turco Nouriel Roubini, que está cosechando un inmenso prestigio internacional por ser el único en haber vaticinado la crisis con varios años de antelación, afirma que para una economía emergente, crecer menos que de costumbre equivale a una recesión “porque aumentaría la pobreza”. Sería el caso de México.

Durante el tercer trimestre, todas las fuentes de ingresos de divisas cayeron: las exportaciones, las remesas y el turismo. Y octubre concluyó con malas noticias: la moneda nacional se desplomó, se disparó la inflación, el crédito se desvaneció y se cerró un mes negro para la Bolsa Mexicana de Valores. Los efectos a medio plazo son incalculables. La recuperación, dicen, tardará dos años.

Antecedentes

La segunda semana de octubre, la devaluación repentina del peso, que perdió mas de 17 % de su valor en unos pocos días, trajo reminiscencias del denominado “efecto tequila” que se produjo en 1994, cuando lo moneda nacional se derrumbó. Se culpó de la caída estrepitosa del peso mexicano a las operaciones especulativas de un puñado de empresarios. El poder ejecutivo trató de parar la caída, sacando a subasta reservas en dólares. Entre el 8 y el 10 de octubre, se subastaron 8.900 millones de dólares, una décima parte de las reservas totales de divisas. Aún así, esas reservas se incrementaron de enero a diciembre del 2008 en 5.405 millones de dólares. Eso permite pensar, como afirman muchos expertos, que México está hoy mucho mejor preparado para hacer frente a una crisis.

En el 1994, a diferencia de lo que pasa ahora, la crisis fue el resultado directo de los errores del gobierno mexicano. A finales de aquel año, el déficit público alcanzaba el 7 % del PIB, las reservas de divisas se encontraban a un nivel extremadamente bajo, apenas 9.000 millones de dólares, y el sector bancario venía acumulando problemas de capitalización. En vez de realizar los ajustes necesarios para detener la caída en las reservas, la administración saliente del presidente Carlos Salinas encadenó diversas decisiones erróneas. Y su sucesor, Ernesto Zedillo, anunció precipitadamente planes de devaluación que ocasionaron la huida de las inversiones extranjeras del mercado y amplificaron la caída de la moneda. Millones de hogares se vieron afectados por esta crisis, al no poder pagar sus deudas por las exorbitantes tasas de interés.

México aprendió la lección y, en los años posteriores, se puso en marcha un amplio elenco de medidas fiscales y financieras, además de un férreo control del gasto público, para prevenir un nuevo cataclismo. Pero, mientras la crisis de 1994-95 afectó principalmente a la clase media, el desastre actual azotará a la sociedad en general, a los más pobres, a la clase trabajadora y a los empresarios.

Las entidades financieras: ¿blindadas?

En medio del descalabro bancario mundial, cuando decenas de entidades financieras se declaran en quiebra, llama la atención que ningún banco mexicano haya declarado problemas de solvencia hasta ahora. Después del rescate bancario del 1995, las entidades financieras fueron saneadas y se implementó un sistema de regulación más severo, que obligaba a los bancos, entre otras medidas, a dotarse de mayores reservas preventivas, a reflejar más transparencia y a evitar la toma excesiva de riesgos. A continuación, los bancos privados pasaron a ser controlados por instituciones extranjeras y, por lo tanto, lograron recomponer su capital. Además, se ejerció una mayor supervisión del sistema financiero por parte de las autoridades. Estos remedios han permitido evitar otras crisis bancarias. Hoy, cuando los especialistas y los gobernantes afirman que los fundamentos de la economía mexicana son sólidos, se refieren en gran medida a la solidez de las entidades financieras nacionales. Los principales bancos mexicanos, de capital extranjero, como BBVA, HSBC, Scotiabank y Santander, se han librado hasta ahora de la crisis. Y Banamex se ha salvado a pesar de los aprietos vividos en Estados Unidos por su dueño, Citigroup. Pero, al igual que en el resto del mundo, los bancos en México tienen que afrontar la difícil situación de liquidez del mercado y la escasez de crédito en el sistema financiero. Tendrán que resistir las embestidas, porque las peculiaridades estructurales del sistema bancario mexicano – capitales extranjeros que no cotizan en el mercado nacional de valores - dificultan un eventual plan de rescate por parte del Estado, tal como los que fueron aplicados en tantos otros países.

Turbulencias financieras: derrumbe del crédito y de los fondos de retiro

A partir de finales de septiembre, las espectaculares caídas en las bolsas internacionales arrastraron a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Octubre fue su mes negro, el peor desde 1987: el Índice de Precios y Cotizaciones (IPC), el principal marcador bursátil de la BMV, perdió 17,9 %. Al mismo tiempo, se redujo drásticamente el crédito. Según el Banco de México, el crédito al consumo registró una caída del 29 % a tasa anual. Además, los usuarios de tarjetas de crédito se han encontrado con la soga al cuello por las exorbitantes tasas de interés cobradas por los bancos. En noviembre, el costo promedio de comisiones e intereses de las tarjetas se elevó hasta un 70 % anual, lo que representa un aumento de 45 puntos en doce meses. Al final del año, cuando los gastos de los hogares se incrementan, la morosidad se extiende: el 50 % de los usuarios mexicanos de tarjetas de crédito o de algún otro tipo de financiamiento no consiguen liquidar sus deudas.

Por otro lado, no se puede dejar de mencionar las inmensas pérdidas registradas por los fondos privados de retiro de los trabajadores a causa de la depreciación de los activos en los que se invirtieron. De enero a octubre, desaparecieron 64 mil millones de pesos de los fondos de ahorro para el retiro, victimas de las turbulencias en los mercados financieros. La disminución del valor de estos fondos siembra la preocupación entre la generación que está a punto de jubilarse y, en las circunstancias actuales, se plantea renunciar a su retiro y seguir trabajando.

Devastación en la economía real : despidos a la vista

La solidez de los fundamentos de la economía mexicana, de la cual se vanaglorian las autoridades, no impedirá que la crisis tenga efectos muy nefastos en la vida de los trabajadores y de las familias, suponiendo para muchos una merma de sus ingresos, la perdida de sus empleos y la caída en la pobreza.

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