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Importancia del desarrollo de la inteligencia emocional en el intérprete para un mejor desempeño en sus labores


Enviado por   •  10 de Marzo de 2016  •  Trabajos  •  11.327 Palabras (46 Páginas)  •  180 Visitas

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Maestría en traducción e interpretación

Alumno: Alfredo Romo Gómez

Mtra. Verónica García Cuevas

Materia: Interpretación especializada en medicina e ingeniería

Proyecto final

Importancia del desarrollo de la inteligencia emocional en el intérprete para un mejor desempeño en sus labores

                                  03 de mayo de 2013

Importancia del desarrollo de la inteligencia emocional en el intérprete para un mejor desempeño en sus labores

Por Alfredo Romo Gómez

1. Introducción

1.1 Problema

La labor del intérprete está plagada de múltiples eventos que pueden afectarlo a nivel emocional, por consiguiente, si no se tiene un control del desarrollo de estos estados emocionales alterados, sus procesos cognitivos se verán afectados teniendo como resultado una interpretación de baja calidad. ¿Existen hoy en día herramientas que le permitan al intérprete encontrar el equilibrio adecuado entre los emocional y lo racional para así mejorar su desempeño en la realización de sus actividades?  

1.2 Objetivo

Entender el concepto de Inteligencia Emocional y explicar cómo se relaciona con la labor del intérprete, para que de esta manera, podamos desarrollar estrategias y técnicas que le ayuden a tener un mejor control de sus emociones que se reflejará en un desempeño más brillante a la hora de interpretar.

1.3 Justificación

Todos estamos familiarizados con el término cociente intelectual, o CI, pero hoy en día son pocos los intérpretes que comprenden a fondo lo que representa la Inteligencia Emocional, lo que ahora se denomina como “CE”. Los intérpretes conocen muy bien su campo de trabajo y las habilidades requeridas para llevar a cabo su labor. Sin embargo, cuando se trata de temas que implican a otras personas o grupos de personas en su labor y como pueden afectar su desempeño, se quedan cortos. Para tener éxito en su trabajo, las emociones y las destrezas sociales no parecen ser tan importantes como las habilidades interpretativas. Seguramente quieren mantener las emociones alejadas de su trabajo. Sin embargo, las investigaciones más recientes demuestran claramente que la carencia de destrezas emocionales y sociales son responsables de más fracasos profesionales que la falta de experiencia técnica, o incluso de inteligencia en general.

Curiosamente, en el pasado se ha investigado muy poco sobre la ciencia de las emociones. En la última década, se ha incrementado el número de publicaciones científicas que explican la neuropsicología y la bioquímica de las emociones y el papel que desempeñan en nuestra vida profesional y personal.

Por un momento pensemos en nuestras propias experiencias. ¿Hemos tenido alguna vez una reacción visceral ante una persona o una situación determinada? ¿Cómo afectó ese evento nuestro desempeño en la realización de nuestras actividades? La intención principal de este documento es concientizar al intérprete sobre sus propias emociones para darse cuenta como ellas pueden jugar un papel determinante en el éxito o fracaso de su labor.

2. Marco conceptual

EL CEREBRO EMOCIONAL

El cerebro humano está formado por varias zonas diferentes que evolucionaron en distintas épocas. Cuando en el cerebro de nuestros antepasados crecía una nueva zona, generalmente la naturaleza no desechaba las antiguas; en vez de ello, las retenía, formándose la sección más reciente encima de ellas.

Esas primitivas partes del cerebro humano siguen operando en concordancia con un estereotipado e instintivo conjunto de programas que proceden tanto de los mamíferos que habitaban en el suelo del bosque como, más atrás aún en el tiempo, de los toscos reptiles que dieron origen a los mamíferos.

La parte más primitiva de nuestro cerebro, el llamado 'cerebro reptil', se encarga de los instintos básicos de la supervivencia -el deseo sexual, la búsqueda de comida y las respuestas agresivas tipo 'pelea-o-huye'.

En los reptiles, las respuestas al objeto sexual, a la comida o al predador peligroso eran automáticas y programadas; la corteza cerebral, con sus circuitos para sopesar opciones y seleccionar una línea de acción, obviamente no existe en estos animales.

Sin embargo, muchos experimentos han demostrado que gran parte del comportamiento humano se origina en zonas profundamente enterradas del cerebro, las mismas que en un tiempo dirigieron los actos vitales de nuestros antepasados.

'Aun tenemos en nuestras cabezas estructuras cerebrales muy parecidas a las del caballo y el cocodrilo', dice el neurofisiólogo Paul MacLean, del Instituto Nacional de Salud Mental de los EE.UU.

Nuestro cerebro primitivo de reptil, que se remonta a más de doscientos millones de años de evolución, nos guste o no nos guste reconocerlo, aún dirige parte de nuestros mecanismos para cortejar, casarse, buscar hogar y seleccionar dirigentes. Es responsable de muchos de nuestros ritos y costumbres (y es mejor que no derramemos lágrimas de cocodrilo por esto).

EL SISTEMA LÍMBICO O CEREBRO EMOCIONAL

El sistema límbico, también llamado cerebro medio, es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral, y que comprende centros importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral (no debemos confundirlas con las de la garganta).

Estos centros ya funcionan en los mamíferos, siendo el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión.

En el ser humano, estos son los centros de la afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre experimenta penas, angustias y alegrías intensas

El papel de la amígdala como centro de procesamiento de las emociones es hoy incuestionable. Pacientes con la amígdala lesionada ya no son capaces de reconocer la expresión de un rostro o si una persona está contenta o triste. Los monos a las que fue extirpada la amígdala manifestaron un comportamiento social en extremo alterado: perdieron la sensibilidad para las complejas reglas de comportamiento social en su manada. El comportamiento maternal y las reacciones afectivas frente a los otros animales se vieron claramente perjudicadas.

Los investigadores J. F. Fulton y D. F. Jacobson, de la Universidad de Yale, aportaron además pruebas de que la capacidad de aprendizaje y la memoria requieren de una amígdala intacta: pusieron a unos chimpancés delante de dos cuencos de comida. En uno de ellos había un apetitoso bocado, el otro estaba vacío. Luego taparon los cuencos. Al cabo de unos segundos se permitió a los animales tomar uno de los recipientes cerrados. Los animales sanos tomaron sin dudarlo el cuenco que contenía el apetitoso bocado, mientras que los chimpancés con la amígdala lesionada eligieron al azar; el bocado apetitoso no había despertado en ellos ninguna excitación de la amígdala y por eso tampoco lo recordaban.

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