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La Escuela De Hoy


Enviado por   •  13 de Enero de 2013  •  2.588 Palabras (11 Páginas)  •  523 Visitas

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Panorama De La Educación En México

en toda actividad humana, en todas las etapas de la vida, normalmente llega el momento necesario de la síntesis. Los docentes lo saben mejor que los demás; en su profesión, son indispensables los últimos toques, las síntesis regulares. Riman la progresión, recuerden lo esencial, permiten detectar a los rezagados y que todos se sitúen.

La síntesis es la cual los docentes conocen muy bien, ritman la progresión, recuerdan lo esencial, permiten detectar a los rezagados y que todos se sitúen.

Permite identificar y colmar las carencias, captar mejor el centro de gravedad nuestro propio pensamiento y verificar su coherencia. El ejercicio de la síntesis nos obliga, a la exposición sistemática, a la precisión y al rigor.

Aquí es el momento para prolongar verdaderamente el dialogo y disipar los malentendidos, de intentar poner de relieve afirmaciones dispersas, precisar “evidencias” que, por no haber sido lo suficientemente explicitadas, a veces se han olvidado.

A los docentes se les dificulta aprehender la profesión de manera global.

No perciben fácilmente lo que constituye la especificidad de la institución escolar y del “proyecto de enseñar” y tienen dificultades para situar las diferentes aportaciones de su formación.

No ven que todo está íntimamente relacionado; la cuestión de la disciplina y las sanciones está unida a la de los aprendizajes. Porque enseñar no es sólo poner en marcha un conjunto de competencias separadas las unas de las otras: escoger un ejercicio y hacer que reine el orden, explicar un texto y corregir las versiones del mismo. Hacer todo esto, claro, pero con “algo más”, “algo” que los alumnos reconocen, “algo” como una “fuerza” de la que emana el sentimiento de que el hombre o la mujer que enseñan están aquí en su lugar. Y ejercen una profesión que tiene sentido para ellos.

Se trata, de hecho, de un conjunto de documentos a la vez homogéneos y heterogéneos. Se trata también de un conjunto de documentos a la vez unificados y dispares. Se trata, finalmente de un conjunto de documentos hecho de continuidad y de rupturas.

En resumen se trata de un conjunto cerrado sobre sí mismo tal como impone el género del “tratado”, y un dispositivo completamente abierto a todos los usos y a todas las desviaciones posibles, como impone la propia naturaleza de la reflexión pedagógica.

Para muchos de nuestros ciudadanos un “servicio” es “aquel que presta servicios”. Es un organismo, un establecimiento, una empresa que “sirven” a unos usuarios y proporcionan prestaciones de las que se puede estar más o menos satisfecho.

Podemos luchar por un mejor reconocimiento social y un mejor salario para los docentes, en nombre de la dignidad de su función. Todo esto puede incluso tener éxito... sin que, en cambio, exista realmente “la Escuela”.

Se dirá entonces que la verdadera misión de la Escuela es fácil de definir: se trata de permitir a todos los niños que aprendan a leer, escribir y contar, de dotarse de los programas escolares necesarios para su desarrollo personal, su integración social y éxito profesional.

No es posible reducir la Escuela a un simple “servicio” por muy “público” que sea, destinado a distribuir, por muy equitativamente que sea, conocimientos. La Escuela no es –no puede ser- una máquina de enseñar y aprender.

Se basa en algo distinto a la simple eficacia de sus funciones sociales. Nos remite a valores o, mas exactamente, a principios.

La Escuela debe ser instituida. Claro está que tenemos el derecho –el deber incluso- de querer mejorar el funcionamiento del “servicio público de educación” en todos los campos. Debemos trabajar para que las condiciones de escolarización sean lo mas equitativas posible, que todos los niños puedan beneficiarse realmente de buenas escuelas y buenos docentes.

Para hacer progresar a la Escuela, hay que saber cómo hacer “Escuela”.

Queriendo decir que la Escuela no es solo un servicio, si no que también es una institución.

Se plantea la cuestión de quien define sus principios. Los “usuarios” pueden contribuir a mejorar la manera en que la Escuela proporciona sus servicios, los docentes pueden desear que se mejoren sus condiciones de trabajo… La “clase” no es ningún principio fundador de la Escuela.

Todas las grandes utopías que nos propone la literatura describen sociedades en las que la educación esta organizada a partir de principios indiscutibles: es preciso hacer que los niños se conviertan en aquello que el orden social imperante ha decidido para ellos.

Los principios fundadores de la escuela no responden a la elección de los ciudadanos, sino más bien a las condiciones a priori que hacen posible la democracia. Escoger la democracia no es permitirse el derecho a escoger cualquier escuela, es escoger la Escuela cuyos principios permitan precisamente el advenimiento y la renovación de la democracia.

“Educar y enseñar a los niños para que puedan tomar parte en la vida democrática”.

La prohibición del incesto representa una “Escuela abierta” en que las relaciones entre los seres no son fijas, en que las identificaciones inevitables con los modelos adultos pueden comprenderse y superarse, en que la autoridad nunca es un chantaje afectivo, en que los grupos pueden organizarse alrededor de tareas y objetivos comunes, con independencia de sus pertenencias comunitarias. La prohibición de la violencia representa una “Escuela de la prórroga” en la que se aprende a no precipitarse sobre el otro cuando no está de acuerdo con nosotros, a no intentar hacerle callar o suprimirle.

La prohibición de dañar representa la “Escuela del respeto”, respeto hacia seres y cosas.

“Escuela que se reúne” funda un colectivo en el seno del cual, las diferencias podrán expresarse sin, por ello, dinamitarlo. Una Escuela que haga del descubrimiento de los que reúne uno de sus principios fundadores, fundador incluso de la posibilidad de expresar, luego, serenamente, lo que diferencia y separa.

En el plano didáctico, la Escuela, en una democracia debe permitir a cada ciudadano comprender el mundo que le rodea y tomar parte de las discusiones que decidirán su futuro.

En una democracia, la Escuela debe ser una “Escuela que resiste” a todo el poder de las opiniones. Estabiliza precisamente “objetos de saber”, ya que sin saberes, no es posible la expresión; sin objetos de valor, no es posible el debate.

Los docentes saben bien que no porque

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