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La Pasión En "El Secreto De Su Ojos"


Enviado por   •  29 de Julio de 2013  •  2.794 Palabras (12 Páginas)  •  691 Visitas

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LA PASIÓN EN

“EL SECRETO DE SUS OJOS”

A continuación se hará mención a los diferentes conceptos que han tenido los intelectuales de diferentes tiempos de la PASIÓN para poder dar una explicación más formal a la premisa presentada en la película “El Secreto de su Ojos” en el que se presentan un cúmulo de situaciones que afectan las vidas de los personajes en torno a las diferentes pasiones de cada uno de ellos.

Todos y cada uno de los personajes de la película viven alguna pasión que es la que los guía a lo largo de sus vidas y que es la que los motiva para llevar a cabo ciertas acciones. Por ejemplo, el asesino siente pasión por Liliana. Una pasión o un amor que no es correspondido y su ira es la que lo lleva al asesinato violento en el satisface sus deseos por ella al violarla y su venganza al matarla.

El amor apasionado que siente el esposo de Liliana por ella es lo que lo mantiene vivo y esperanzado a encontrar a su asesino y, finalmente, su pasión por esa enorme sed de venganza y castigo es lo que lo mantiene vivo el resto de su vida.

Estos ejemplos de pasión son admiradas por Benjamín Espósito quien a su vez siente amor por Irene. Espósito se deja motivar por la pasión del esposo de Liliana, la pasión en los ojos del asesino y por sus propias pasiones. Su gran amigo es el que le abre los ojos y lo hace entender que todo lo que él siente, todo lo que mueve al mundo, son las pasiones. Es por este motivo que el asesino se descuidó y logró ser atrapado, por su pasión por el futbol!!!

En la película también se manejan diferentes amores: amor a la bebida, amor al poder y a la autoridad, amor a la mujer, amor al placer de sentir venganza… Verdadera devoción es la que presentan los personajes de esta película llena de PASIONES.

En un primer sentido, el del griego o el latín passio, la «pasión» puede entenderse como una afección, al modo de la categoría aristotélica del mismo nombre, contrapuesta a la categoría que Aristóteles denomina «acción». Se trataría, pues, de una situación en la que algo se ve afectado y modificado, de forma pasiva –diríamos– por una determinada acción. Eso es justamente lo que dice Descartes:

«considero que todo lo que se hace u ocurre de nuevo es llamado generalmente por los filósofos una pasión respecto al sujeto a quien le ocurre y una acción respecto a aquél que hace que ocurra. De modo que, aunque el agente y el paciente sean a menudo muy distintos, la acción y la pasión no dejan de ser siempre una misma cosa que tiene estos dos nombres, debido a los dos distintos sujetos a los que puede referirse» [Tratado de las pasiones del alma, Art. 1].

De este modo, cabría decir que una pasión es algo, sencillamente, que se padece; y en ese orden de cosas, tan pasión sería un dolor de muelas como un amor a lo Romeo y Julieta. Pero muy pronto el concepto comenzó a utilizarse para designar, precisamente, esos intensos estados afectivos que provocan una importante alteración del ánimo.

«Entiendo por pasiones –escribe Aristóteles–, apetencia, miedo, ira coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo, celos, compasión y, en general, todo lo que va acompañado de placer o dolor» [Ética a Nicómaco, II: 1105 b].

Alteración del ánimo, como señala el propio Aristóteles, del cuerpo:

«el alma –dice– no hace ni padece nada sin el cuerpo, por ejemplo, encolerizarse, envalentonarse, apetecer, sentir en general […] parece que las afecciones del alma se dan con el cuerpo: valor, dulzura, miedo, compasión, osadía, así como la alegría, el amor y el odio. El cuerpo, desde luego, resulta afectado conjuntamente en todos estos casos» [Sobre el alma, I: 403 a];

Según Espinosa encontramos una ajustada y estrecha correspondencia entre acción y pasión, las pasiones básicas son alegría, deseo y tristeza; el resto de pasiones y afectos surgen de la combinación de éstas.

Pero existen muchas otras clasificaciones. Así, Descartes, además de las tres apuntadas por Espinosa, considera fundamentales también la admiración, el amor y el odio. Por otro lado, Aristóteles distingue cuatro: dos referidas al bien: deseo y placer; y otras dos referidas a un mal: miedo y aflicción. Bien y mal futuros, en el caso del deseo y del miedo, y presentes en el del placer y la aflicción. Kant distingue dos géneros de pasiones: las pasiones ardientes, que nacen de la inclinación natural o innata (inclinación a la libertad e inclinación sexual), y pasiones frías, procedentes de la cultura y, por tanto, adquiridas (afán de honores, afán de dominación y afán de poseer). El resto de las pasiones concretas encajarían siempre en alguno de esos cinco grandes grupos. Y en la Escolástica, y concretamente Santo Tomás, se distinguirá entre pasiones irascibles (iracundas) y concupliscibles (buscan placer en lo material), siendo el objeto de la potencia concupiscible el bien y el mal sensible, en el sentido de lo deleitable y lo doloroso.

«Así, pues, es evidente que en el concupiscible hay tres combinaciones de pasiones; a saber: amor y odio, deseo y huida, gozo y tristeza. Igualmente hay tres en el irascible; a saber: esperanza y desesperación, temor y audacia, y la ira, a la que no se opone ninguna pasión. Hay, por tanto, once pasiones diferentes en especie: seis en el concupiscible y cinco en el irascible, bajo las cuales quedan incluidas todas las pasiones del alma.» [Suma Teológica, I-IIae (Prima Secundae), q. 23].

Hacia el siglo XVII y a lo largo del XVIII encontramos un nuevo concepto de pasión, tal como lo hallámos reflejado en los moralistas de la época. Las pasiones eran vistas como inclinaciones o tendencias dotadas de una gran intensidad, por las que el sujeto se ve dominado e incluso arrastrado, aun en contra de su voluntad. Esa inclinación (tal vez un afecto, una emoción, un deseo, un sentimiento incluso) controla y dirige la vida del individuo, convirtiéndose en el rasgo más destacado de su personalidad, toda la cual se encuentra al servicio de ella, pues el sujeto no vive, diríamos, más que para satisfacer la pasión que le domina, de tal manera que si la mera emoción no tiene otro horizonte que el momento presente (el momento, podríamos decir, en que se experimenta), la pasión, por el contrario, se halla siempre orientada hacia el futuro.

Es, sin duda, en este sentido de pasión, advirtiendo ese profundo dominio que sobre la personalidad de un individuo

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