Las expectativas del docente

Las expectativas de un docente hacia los alumnos recae en la concepción que este tiene del alumno modelo. Cabe destacar que en las primeras semanas del curso escolar un docente puede establecer las expectativas de cada uno de sus alumnos en base a la interacción de tres pilares: clase social, grupo étnico, y comportamiento del alumno. De esta manera, las expectativas que un docente tendrá de un alumno de una etnia socialmente marginada o de una clase social inferior distaran de las de un alumno de clase alta y de la misma etnia, provocando que las expectativas del docente ante los dos alumnos sean muy dispares. Esta situación podemos encontrarla con cierta facilidad en nuestras aulas ya sea por alumnos que se incorporan a nuestro sistema educativo proveniente de otros países o bien por alumnos que aún siendo residentes pertenecen a otros grupos étnicos como la etnia gitana.

Esta disparidad de expectativas, recae de vital importancia si el docente actúa con el principio de Pygmalion con carácter negativo, a lo que los alumnos deberán adaptarse a lo que se espera de ellos, impidiendo desarrollar su propia identidad o bien recibir un trato discriminatorio por parte del docente. Se trata en este caso de profesores sobre reactivos o dicriminatorios.  Existen diferentes aspectos que se incluyen en este tipo de trato por parte del docente. Por una parte,  una distribución desigual del protagonismo de los alumnos en el aula. Es decir, el docente interactúa más con los alumnos a los que ha atribuido unas expectativas altas impidiendo a determinados alumnos ser corresponsables en su proceso de aprendizaje. Los estudios señalan en este sentido que existen diferencias significativas entre la atención que se le da al alumno, el tiempo de respuesta y el tipo de refuerzo que se le proporciona. Dicho en otros términos, el docente hará más participe del aprendizaje a los alumnos con buenas expectativas ofreciéndoles más oportunidades de aprendizaje, realizándoles más preguntas, comunicándose más con ellos,  dejándoles más tiempo de respuesta en el caso que no sepan contestar y dándoles mas estrategias metodológicas para construir el aprendizaje. Ejemplo de ello sería, ser más flexible en los aspectos evaluadores, ofrecerles refuerzo dentro/fuera del aula, etc.

 Otros aspectos a destacar recaen en que utilizan más críticas y menos elogios, mejor posición en el aula… Todos estos aspectos interfieren de manera directa en la motivación, autoestima y autoconcepto del alumno, piezas clave en el proceso de aprendizaje de los alumnos. De igual manera, este trato influirá en sus conductas con la escuela, el docente y su comportamiento en el aula provocando a la vez que las  expectativas del docente se consoliden y por lo tanto, provocando que sus acciones no hagan más que reforzarse.

Observamos de una manera clara como inciden las expectativas de los docentes sobre- reactivos o discriminatorios en el proceso de aprendizaje de los alumnos y por lo tanto en los logros de los estudiantes.

Sin embargo no todo el conjunto de docentes son de carácter discriminatorio.  Numerosos docentes tienden a tener expectativas más flexibles del alumnado. De esta manera el trato no resulta tan discriminatorio (mejor comunicación con los alumnos, no segregación dentro del aula, trato igualitario entre el alumnado…) Resulta evidente pensar que de esta manera se consigue mantener de alguna manera la motivación, autoestima y autoconcepto del alumnado, dado que no se siente diferente al resto del aula pero sin embargo,  no se aplica ninguna medida para compensar las dificultades que puedan tener. Dicho de otra manera, no se aplican estrategias que ayuden a los alumnos a tener logros en los aprendizajes ya que no se les dota de los recursos necesarios para ello.  Se trata en este caso de los docentes con un trato a la diversidad de carácter reactivo.

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