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Lecciones Elementales De Política - Bidart Campos - Derecho Político - UMSA

guillogo12 de Febrero de 2012

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1.- La teoría del estado como disciplina científica.

A) Introducción: Al abordar la Teoría del Estado como disciplina científica, debemos comenzar por preguntarnos ¿Qué es Estado? ¿Qué es la Ciencia Política? ¿Cuál es su objeto? De la respuesta que demos a dichos interrogantes depende la perspectiva de abordaje que utilizaremos en esta materia.

Inicialmente, podemos entender a la Ciencia Política como aquella disciplina que, a través de una metodología propia, es-tudia el fenómeno del poder, en tanto y en cuanto éste se da relacionado con la conducción y orientación de la sociedad. Siem-pre existió la preocupación sistemática, aunque sin la rigurosidad metodológica apropiada, por el modo de organizar mejor y conducir la vida en sociedad de las personas.

Ya desde los griegos se produce un cúmulo de conocimientos y doctrinas sobre esa preocupación, que se van transmitien-do las generaciones. Para los griegos, la Política era el arte del gobierno y la legislación, y suponía un conocimiento enciclopé-dico de todas las ciencias.

En la Edad Media, el tema central del pensamiento político eran las relaciones entre el poder espiritual y el poder secular, entre el Pontificado y el Imperio. Los problemas que interesaban eran los relativos a la dependencia de los señores feudales respecto del Emperador y la capacidad del Papa para nombrar y deponer al Emperador.

En el Renacimiento, emergen los Estados nacionales como unidades políticas autónomas. Aparece pues, una Teoría Políti-ca secular, cuyo objeto de estudio es la fundamentación inmanente del Estado, la exposición de su naturaleza instrumental, de su carácter organizativo en el seno de la sociedad. El Estado se convierte en el foco de atención de la Ciencia Política.

En el siglo XIX (etapa liberal) se impone un enfoque racional normativo, que arranca de la Ilustración, con dos grandes bases: primero, la actividad política se identifica con la actividad humana; segundo, la creencia que desde la ley, fruto de la razón humana, se puede planificar la organización política. Esta concepción se desarrolla posteriormente en la Escuela de De-recho Público, que formula una teoría general del Estado, en la que el fenómeno del poder político se identifica complementa-riamente con el Estado.

Al final del siglo XIX, se impone una perspectiva empírica, se pasa de justificar la naturaleza del Estado, a considerar el proceso político dentro del Estado. Los estudios de la Teoría del Estado versaban entonces sobre las instituciones estatales.

En el siglo XX, emerge un nuevo paradigma científico en el mundo centroeuropeo (Einstein en la Física, Freud en el Psi-coanálisis, Wittgestein en la Filosofía analítica, etc.). El advenimiento de este nuevo paradigma afecta a las ciencias sociales, porque la sociedad ha sufrido profundas transformaciones. En los años ’20, surgen el fascismo y el estalinismo, la política económica keynesiana, y el reconocimiento de la existencia de sociedades distintas de las occidentales, donde el análisis del fenómeno del poder no se puede hacer a partir del concepto de Estado.

Se produce la revolución conductista, uno de cuyos máximos exponentes es Easton, quien plantea la necesidad de buscar un nuevo concepto para analizar las distintas formas de poder de esas sociedades: el “sistema político”. A partir de esta revolu-ción, el análisis político se refiere a las interacciones que se dan entre los actores del sistema político (individuos, grupos u organizaciones).

Tal análisis consiste básicamente en el estudio de su comportamiento. Se inicia en el contexto norteamericano, desde don-de se llega a Europa y se impone como nuevo paradigma. A pesar de este nuevo paradigma, la idea de Estado no desaparece, sigue pesando mucho en la cultura política europea, los actores de la política internacional siguen siendo concebidos como Estados.

En 1981, la ciencia norteamericana dedica un congreso al estudio del Estado como categoría analítica (a partir de este momento, se puede decir que el concepto recupera fuerzas). El estudio del Estado se hace ahora como Estado social o Estado de bienestar, con muchos campos de análisis: enfoques ideológicos, procesos de decisión, comportamiento de sus actores (des-de el ámbito institucional) y sus estrategias.

Cuando triunfa el nuevo paradigma conductista, el concepto de Estado se debilita, pero en la actualidad se produce una re-cuperación de este concepto, dentro de una teoría de alcance medio. Es una teoría globalizadora, que permite una visión del Estado desde múltiples persepectivas.

Pag 56 - La mundanidad del hombre: Mundanidad quiere decir que el hombre está en el mundo, situado en el mundo. El mundo es el sitio del hombre, pero “mundo” no tiene un sentido cósmico o físico, sino un sentido humano, es la circunstancia o situación que me circunda o me rodea, con todos los elementos que la componen y que están en torno de mí.

Mundo no es sólo el mundo natural, más o menos inmutable, sino fundamentalmente todas las cosas que hay en el mundo: otros hombres, ciudades, creencias, pretensiones, posibilidades, etc. Por ello, el mundo del siglo XV es diferente del mundo del siglo XX, y dentro del mismo siglo, el mundo cambia en periodos más breves.

El mundo en que se inserta el hombre es, para cada uno, “su” mundo; pareciera que todos los contemporáneos compartié-ramos el mismo mundo, si bien en sentido objetivo esto es verdad, en otro sentido no lo tiene, porque cada hombre se sitúa y vive en ese mundo a su modo, desde su perspectiva, y cuando cada hombre se muere, “su” mundo se acaba para él.

El hombre es mundano y está en el mundo, enclavado en el mundo del cual participa. La vida del hombre transcurre en el mundo, la mundanidad hace a la vida y a la esencia del hombre. En ese mundo, el hombre no está cerrado, sino abierto ¿abierto a qué? Abierto a la trascendencia, o sea, a lo otro que él, lo que está fuera de él, apuntando hacia fuera, a lo objetivo.

En tanto el idealismo había agotado la realidad del mundo en el yo, suponiendo que las cosas son ideas o proyecciones de la conciencia del hombre y del yo; la filosofía existencial moderna rescata la mundanidad del hombre y su apertura a la tras-cendencia. Esta apertura se da “ad nativitate”, o sea, originariamente, inicialmente con el ser mismo del hombre.

El hombre situado, ubicado y comprometido con el mundo, vive en una circunstancia; todo lo que encuentra fuera de sí es “su” circunstancia, lo que “lo circunda”. El hombre no tiene realidad y no vive más que en una circunstancia, la “suya”; en esa circunstancia, está abierto a las cosas. La mundanidad es constitutiva del hombre, porque el hombre no puede ser hombre si no está en una circunstancia mundana. El modo de estar el hombre en el mundo cambia y se altera cuando cambia y altera la cir-cunstancia, por eso, ese modo de estar es variable, es histórico.

Pag 58 - Sociabilidad y convivencia: El hombre es sociable, lo es por estar en el mundo, porque en el mundo y en su circunstancia el hombre se encuentra con cosas, y entre esas cosas, con otros hombres. Con las cosas co-existe, con los demás hombres con-vive; es una existencia recíproca.

Con los hombres tiene que tratar y contar de un modo muy diferente a como trata y cuenta con las cosas. Pues si bien cuento con las cosas y los hombres, los demás hombres también cuentan conmigo, es decir, no sólo existen para mí, sino que yo existo para ellos; es una situación que rebasa la mera coexistencia, es convivir, según Julián Marías.

Sentado que el hombre convive con los demás hombres, con su prójimo, afirmamos que la sociabilidad es un modo o una forma de ser mundano. No se da a posteriori de la mundanidad, sino junto con la mundanidad. Es una especificación de la mundanidad, y como tal una cualidad del hombre.

La sociabilidad también se da “ad nativitate”, en razón de la apertura originaria a lo otro que el hombre, a la trascendencia. En y con la sociabilidad, el hombre se abre o está abierto a los otros hombres, al prójimo. La sociabilidad no es algo exterior al hombre, algo que se le agrega o añade a su ser íntimo, la sociabilidad es intrínsecamente constitutiva del ser hombre.

La convivencia, que supone la sociabilidad como tendencia o predisposición naturales, es algo tan primario como el hom-bre. No hay otra forma de ser hombre más que ésta: en el mundo, conviviendo con los demás hombres, entre todas las cosas con las cuales el hombre coexiste.

Con esto no quiere decirse que la sociedad o la convivencia sean algo subjetivo o inmanente. Son una realidad exterior y objetiva, pero tan adentrada en la realidad exterior y objetiva, pero tan adentrada en la realidad del ser, tan proyectada desde él, que se vive en la vida. Se encuentra a la sociedad y a la convivencia en la vida, es algo que acontece o pasa al hombre en su vida.

Al sostener que el hombre es intrínsecamente sociable, comprendemos que no puede vivir de otra manera más que convi-viendo. No hay una soledad originaria a la que luego se le suma o agrega la compañía del prójimo, la convivencia, sino hay una sociabilidad innata, “ad nativitate”, como forma humana de mundanidad.

Pag 60 - La politicidad: Cuando arribamos a la sociedad, podemos preguntarnos si allí se detiene la dimensión del hombre, o si todavía falta algo. Sabemos que la convivencia humana, dentro de un marco territorial, con el fin general y máxi-mo de satisfacer todas las necesidades del grupo, requiere organizarse, exige una coordinación, un orden.

Es decir, que los hombres no pueden convivir si la convivencia no se organiza.

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