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Enviado por   •  3 de Diciembre de 2012  •  1.718 Palabras (7 Páginas)  •  400 Visitas

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En 1910 trasladose a Trujillo y se matriculó en el primer año de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de La Libertad, pero al cabo de unos meses se le agotaron sus ahorros y tuvo que volver a Santiago de Chuco, con ánimo de trabajar por un año más y tener los recursos necesarios para sostenerse. Ayudó a su padre, por entonces Gobernador, en la tramitación y confección de papeles y expedientes. Tomó entonces contacto directo con los trabajadores de las minas de Quiruvilca (cerca de Santiago), que más tarde se convertiría en el escenario de su novela El Tungsteno.

A fines de 1910 ya tenía puesta una meta más alta: seguir estudios de Medicina en Lima. En 1911 partió a la capital del Perú y obtuvo matrí¬cula en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la decana de América. Una vez más no pudo sostenerse por motivos económicos y al cabo de unos meses tuvo que abandonar las aulas universitarias, a cuya rutina de asistencia tampoco pudo acostumbrarse. Es posible que también se desilusionara de la medicina y decidiera tomar otro rumbo. Alentado por un contrato de trabajo, via-jó a Tarma y Acobamba (Junin, sierra central peruana), a unos 200 kilómetros de Lima, en calidad de precep¬tor privado de los hijos de Domingo Sotil, un rico hacendado de la zona. Labor terriblemente aburrida para su temperamento, pero en la que se mantuvo durante siete meses.

Al concluir aquel año de 1911, retornó a Trujillo, donde halló un modesto empleo como ayudante de cajero y “confeccionador de planillas de pago para la peonada” en la Hacienda “Roma” de Chicama, que era propiedad de don Víctor Larco Herrera (1912). Esta experiencia le sería valiosa saliendo de ella “marcado” al ser testigo de la bárbara explotación de los peones en los plantíos de caña de azúcar, que luego sería tema de inspiración y reflexión de muchos de sus escritos posteriores. Por entonces ya escribía poemas y relatos breves, que leía, en las horas de descanso, a su compañero de habitación en la hacienda.

En 1913 renunció a su empleo en la hacienda y retornó nuevamente a Trujillo. Ya decidido a sustituir las ciencias por las letras, reanudó sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de Trujillo (marzo de 1913). Allí conoció a Víctor Raúl Haya de la Torre, quien fue su compañero de aula y su temprano amigo. Al mismo tiempo pasó a ser preceptor en el Centro Escolar de Varones Nº 241 (1913-1914) y tras ser apartado de este cargo sin razón justificativa, asumió el cargo de profesor del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan (1915). Se recuerda que entre sus pequeños alumnos estuvo Ciro Alegría, quien llegaría a ser un gran novelista . Fue nombrado también bibliotecario de la “Sociedad de Preceptores” de Trujillo, y luego, secretario de la misma. En la biblioteca pudo saciar ampliamente su sed de lectura.

Optó grado de Bachiller en Letras (22 de setiembre de 1915) con una tesis sobre El Romanti¬cismo en la poesía castellana, que era, como su nombre lo dice, un discurso ensayístico sobre el romanticismo literario europeo, latinoamericano y peruano. Leer aquí la tesis:

El Romanti¬cismo en la poesía castellana

Ese mismo año de 1915 se matriculó en la Facultad de Derecho, aunque sin mayor entusiasmo. Nunca llegaría a doctorarse en ambas carreras: ni en Letras ni en Derecho, pese a que reiteradamente lo intentaría.

Cultivó la adhesión y el afecto del grupo literario “La bohemia de Trujillo”, antecedente del célebre Grupo Norte, grupo de gran importancia en la vida cultural del país, de la que también formaban parte Antenor Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Juan Espejo Asturrizaga, Macedonio de la Torre, Víctor Raúl Haya de la Torre, en pugna con el grupo de Víctor Alejandro Hernández; y en ese ambiente amplió su cultura y desarrolló su personalidad (hasta 1917).

Vallejo se dedicaba ya a componer ver¬sos, tarea que había empezado desde muy joven. Por un tiempo fue gran admirador del mexicano Manuel Acuña. Las reuniones nocturnas en casa de José Eulogio Garrido, las controver¬sias ideológicas dentro de la universidad, las lecturas de Darío, Herrera, Reissig, Maeterlinck, Whitman y Verlaine, fueron conformando su per¬sonalidad de poeta insurrecto e iconoclasta. ¡Años aquellos de fecundas inquietudes literarias!

Sus primeros poemas fueron publicados en periódicos y revistas locales como La Industria, La Reforma, Cultura Infantil, La Semana; uno de ellos, titulado “Aldeana”, fue publicado en Balnearios de Barranco de Lima y reproducido en El guante de Guayaquil y El liberal de Bogotá. Algunos de esos poemas serían después recogidos en Los heraldos negros, su primer poemario, en 1919. Sobre versiones antiguas de algunos de estos poemas publicados en la prensa trujillana y limeña, ver aquí:

César Vallejo: Nuevos textos

Pero como es natural, se ganó las críticas y envidias en una ciudad como Trujillo, donde -se decía sarcásticamente- todos presumían ser poetas. Su lenguaje poético solía ser rechazado por los críticos academicistas o conservadores. Tiempo después, Vallejo logró abatir a sus menguados infa¬madores ganándoles olímpicamente en un torneo literario convocado por la Municipalidad por el centenario de la proclamación de la independencia

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