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Perdiendo Las Canicas O La Teoría Del Riesgo Dividido

MRPEPINO8 de Mayo de 2013

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Compromiso. ¿Compromiso? ¡Huy! Creo que el miedo al compromiso es la queja número uno de los solteros. Paradójicamente, estos solteros que se quejan de falta de compromiso en las relaciones saben perfectamente que el compromiso funciona y es necesario. Comprenden su importancia y se comprometen sin problemas en otras áreas de nuestra vida. Por ejemplo, hemos aprendido que si queremos conservar una beca tenemos que estudiar. El tema del estudio no nos parece aterrador, ni salimos corriendo cuando lo oímos. No pasa nada. Simplemente lo percibimos como el compromiso que se requiere (te pagamos las colegiaturas si te comprometes a mantener un promedio muy alto) para conseguir lo que queremos. ¡Qué sencillo! Nos es fácil comprender la importancia del compromiso en otras áreas de nuestra vida, pero cuando de relaciones se trata, y se entrometen los sentimientos, el miedo nos paraliza.

Clara salía con un cierto sujeto (a quien sus amigos apodaron con el nombre de un famoso terrorista, por la forma en que la trataba). Era una relación de estira y afloja, plagada de altibajos. Un día le juraba amor eterno y al día siguiente se esfumaba. Clara no lo entendía. Cuando a punto de volverse loca lo cuestionó al respecto, él le explicó la teoría del riesgo dividido. “Mira Clara, tienes que entender; me gustas muchísimo, en verdad. Más que ninguna otra mujer que conozco. Pero por lo mismo, me da mucho miedo que me dejes un buen día; por eso siempre he aplicado la teoría del riesgo dividido. Imagina que tienes una bolsa enorme de canicas y pierdes una que te gusta mucho. Es grave. Duele. Sí. Pero tampoco es el fin del mundo, porque tienes una bolsa llena de muchas otras canicas que te consuelan por la pérdida de tu maravillosa canica. Pero lo que tú quieres es que me arriesgue sólo a cuidar la canica maravillosa. No puedo. Me aterra perderla. Creo que es mejor salir con varias chavas, porque así, si una me deja, el dolor no es tan grave”.

A Clara la teoría del riesgo dividido le sonó absurda. “¿Lo puedes creer, Fernanda? Es como si te ofrecieran el empleo de tus sueños y decidieras no aceptar la oferta por miedo a que tal vez un día te pudiesen despedir de ese maravilloso trabajo”.

Como se imaginarán, la historia de Clara y el terrorista no tuvo final feliz. Una cosa es la teoría de dejar velitas prendidas cuando empiezas a conocer a alguien y otra, muy distinta, dejar esas velas prendidas permanentemente. No es justo para ninguno de los involucrados.

Clara decidió que solamente se podía vivir con dichosa teoría de las canicas si ambos pensaban igual, con lo cual sería un sano free. Pero en este caso no era lo que ella quería. Es imposible saber si eran el uno para el otro; lo que sí es claro es que sus miedos fueron mayores a las ganas de quedarse juntos y a apostarle a una relación conjunta.

El miedo al rechazo o a perder al ser amado es un común denominador para casi todos, pero no nos gusta aceptarlo. Tal vez hasta lo neguemos, pero en el fondo de nuestro corazón sabemos cuánto nos aterra pensar que un día el ser que amamos prefiera estar con otra persona.

A pesar de que nos gusta tener certezas y controlarlo todo, es casi imposible. Irónicamente, en esta vida, lo único cierto es la muerte. Podemos hasta cierto punto estar seguros de lo que sentimos por una persona, pero no podemos asegurar que ese sentimiento no va a modificarse. Las relaciones son dinámicas y van transformándose de acuerdo con lo que ambos aportan a la relación. Los sentimientos no son estáticos y las experiencias nos hacen cambiar y ver las cosas desde otro ángulo. Esto sucede en todo tipo de relaciones, no sólo en las románticas. Hermanos que no se podían ver ni en pintura resuelven sus diferencias y logran dejar atrás los rencores de pasado. O padres que se encontraban distanciados con sus hijos reestablecen la relación; amigos que no se han visto en años,

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