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iriaop23 de Noviembre de 2014

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Desde tiempos inmemorables el matrimonio ha sido una de las costumbres que forman parte de la estructura social del ser humano ,sin importar la religión ,cultura o creencia; sin embargo aunque el acto en si , sigue siendo el mismo la finalidad de este ha ido evolucionando a la par que la sociedad hasta llegar a nuestros días ;en el que se cuestiona la eficacia del matrimonio y su durabilidad creándose varias interrogantes alrededor de éste .

En las primeras civilizaciones podemos observar el matrimonio como un acuerdo meramente mercantil entre dos ciudades o reinos para su beneficio, esto permaneció inalterable durante siglos; pero en la edad media empieza a surgir un nuevo cauce de pensamiento sobre el matrimonio por amor aunque simplemente es algo meramente idealizado ya que en esta época la expansión de los reinos por toda Europa crea nuevos acuerdos maritales para aumentar sus riquezas y mantener la paz entre los países ,a partir de las revoluciones industriales el concepto de amor se va adhiriendo paulatinamente al de matrimonio ,puesto que empieza a haber un cambio de pensamiento entre las sociedades pero no es hasta después de la segunda guerra mundial hasta que se hace visible la libre elección.

En esta nueva sociedad, la sociedad del cambio es donde encontramos fusionados matrimonio y amor hasta mediados de la década de 90 donde en los países desarrollados podemos encontrar que el divorcios deja de ser tabú y mal visto. A los S.XX y S.XXI se la han llamado la “era del divorcio exprés” ya que en términos de estadísticas uno de cada tres matrimonios termina en divorcio y entre las parejas de enamorados la durabilidad de una relación no supera los diez años.

Pero ¿Cuáles son las causas que provocan que cada día halla más y más divorcios?

¿Es otro cambio social más o la causa del divorcio es la degradación de la sociedad o el ser humano sociable por naturaleza se está volviendo antisocial?

Para determinarlo tenemos que adentrarnos en la entrañas de los cambios que ha sufrido la sociedad tanto en pensamiento como en sus convencionalismos sociales

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Las primeras civilizaciones y el matrimonio

La palabra matrimonio puede ser usada para denotar la acción, contrato, formalidad, o ceremonia en la que la unión conyugal es creada, o para la unión en sí, en su condición de permanente. Normalmente es definido como la unión legítima entre marido y mujer. "Legítimo" indica la sanción de una ley, ya sea natural, evangélica, o civil, mientras que la frase, "marido y mujer", implica los derechos mutuos en las relaciones sexuales, de la vida en común, y de una unión permanente. Las dos últimas características distinguen el matrimonio del concubinato y de la fornicación, respectivamente. La definición, sin embargo, es lo suficientemente amplia como para comprender la poligamia y la poliandria, cuando estas uniones son permitidas por el derecho civil; pues en tales relaciones hay tantos matrimonios como individuos del sexo numéricamente mayor.

El acto, formalidad, o ceremonia en la que la unión matrimonial se crea, ha diferido ampliamente en épocas diferentes y entre las diferentes civilizaciones. Uno de las primeras y más frecuente costumbre acerca del matrimonio era la captura de una mujer por parte de su futuro marido, normalmente de otra tribu a la que él pertenecía. En la mayoría de los pueblos primitivos este hecho parece haber sido considerado un medios para conseguir esposa, más que la formación propiamente de la unión matrimonial. Luego de la captura, empezaba la convivencia, y esta, estaba generalmente desprovista de cualquier tipo de formalidad. La captura de esposas continuó de manera simbólica en muchos lugares después de que esta cesara.

Todavía existe en algunos pueblos no civilizados, y en tiempos no tan lejanos se daba en algunos lugares de Europa Oriental. Después de que esta práctica se convirtiera en algo simulado, era frecuentemente considerado como la ceremonia en sí, o como un acompañamiento esencial del matrimonio.

La captura simbólica ha dado en gran parte pie a la costumbre de comprar esposas, la cual prevalece hasta hoy en día en muchos pueblos no civilizados.

Esta ha adquirido varias formas. A veces la persona que deseaba una esposa entregaba a cambio de ella a una parienta; a veces trabajaba durante un periodo de tiempo para el padre de su futura esposa, costumbre esta frecuente entre los antiguos hebreos; pero la más común era pagar por la novia una cantidad de dinero o con algún bien. Así como la captura, la compra se convirtió con el tiempo en un símbolo para significar la toma de una esposa y la formación de la unión matrimonial.

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Edad media

El amor, el matrimonio y la Iglesia

La Iglesia, durante la Edad Media, recogió la antorcha del Imperio Romano y siendo cristiana, judía o musulmana, aglutinó tierras y gentes, convirtiéndose en un pilar fundamental para cualquier estado y sociedad.

Así, los clérigos pasaron a ser los consejeros espirituales y morales, siendo los únicos capaces de marcar la diferencia entre el Bien y el Mal. Tal era el nivel de implicación, que consiguieron además de explicar fenómenos meteorológicos, procesos evolutivos y enfermedades y curas, acceder hasta los espacios privados, las relaciones familiares y de pareja así como a las prácticas sexuales entre ellos.

El principal objetivo por parte, sobre todo, de las altas esferas eclesiásticas, fue acabar con las tradiciones provenientes de los bárbaros quienes, entre otras prácticas, tenían como aceptado el concubinato, el adulterio- que en realidad no era como lo conocemos sino que al no tener instituido el matrimonio, podían unirse y separarse libremente- así como el incesto, donde los hombres se relacionaban con primas, hermanas o las hijas de éstas.

Por ello la respuesta de la Iglesia fue el asentar el matrimonio como institución que llevaría al buen orden social, alejando prácticas poco deseables.

En el matrimonio, cada uno de los cónyuges tenía una posición - la privada para las mujeres, la pública para los hombres- y funciones diferentes - los hombres eran los encargados de mantener a la familia, las mujeres de cuidar al esposo, los hijos y la casa- para asegurar la armonía y el buen desarrollo de la convivencia. Siendo el matrimonio unión entre hombre y mujer, las relaciones entre el mismo sexo, tradición proveniente del mundo clásico, también pasaron a ser una práctica prohibida. El matrimonio debía ser heterosexual- aunque no utilizasen esta misma palabra- y ningún otro. Todo el intrincado concluía con la amenaza de excomunión, una terrible pena en la Edad Media, y con el juicio divino que castigaría a los pecadores enviándoles directamente al Infierno.

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Para llevar a cabo tal misión, articularon una serie de principios que corroboraban las teorías divinas relacionadas con las relaciones de pareja y las prácticas sexuales, entre las que se incluía el pecado que suponían éstas fuera del matrimonio- lucharon sobre todo contra la infidelidad- o que la mujer no llegase doncella al matrimonio, organizando todo un culto entorno a la virginidad como virtud que cualquier mujer debía mantener.

Con el paso de los siglos, las exigencias a los varones se fueron relajando, cayendo sobre la mujer la responsabilidad de castidad, única forma de que un varón se asegurase sobre la paternidad de la criatura, de otra forma impensable en la época. Los mayores castigos y penitencias por adulterio impuestas a mujeres que a hombres, no vienen sino a corroborar los diferentes criterios entorno a la cuestión donde además, el marido se va convirtiendo, poco a poco, en el garante del cuerpo de su mujer, aumentando, si es posible, el control sobre la esposa.

Los tratados de la época también se hicieron eco de cómo debían ser las relaciones sexuales, las cuales se despojan de todo goce o disfrute y se resumen en el acto coital con finalidad reproductiva. No debían mantenerse relaciones si no se tenía tal objetivo.

Claro está, una cosa fue la teoría, otra la práctica. Las leyes -jurídicas o eclesiásticas- no siempre marcaban la vida diaria de los hombres y las mujeres quienes, lejos de las instituciones, debían vivir sus vidas como pudiesen. Además, las fuentes suelen centrarse en los nobles por lo que sabemos menos de otras clases sociales así como de las diferencias entre los matrimonios en el campo y la ciudad.

Sí sabemos que tanto unos como otros llevaron a cabo prácticas distintas, especialmente entre la nobleza - como ya dijimos los matrimonios sellan acuerdos y el amor poco tiene que ver- y los campesinos y artesanos. Lo mismo ocurre con la idealización no sólo de las relaciones sino también de los hombres y mujeres, especialmente de ésta que es representada más como objeto que como sujeto, respondiendo a ideas creadas en las mentes de unos pocos.

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El amor cortes y su influencia en la sociedad medieval

La literatura del amor cortés floreció durante el

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