Una Filosofia Para La Gestion De Personas
deptecnico10 de Mayo de 2014
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UNA FILOSOFÍA PARA LA GESTIÓN DE LAS PERSONAS.
I.- ANTEAYER
El día de mi cincuenta y seis cumpleaños fui citado al despacho más alto del edificio.
"¡Qué sorpresa! Me van a felicitar", pensé. Cuando subía en el ascensor, estaba dejando atrás casi cuarenta años de un trabajo poco emocionante.
Presto a recibir el consabido abrazo institucional, saludé a Puri, la eterna secretaria, y entré a través del arco ribeteado:
-¡Amigo Ramón! -exclamó el CD.
"¡Oh, Dios mío, ya no soy Huertas!"
Nos sentamos en el sofá y con un café fui nombrado Director de Recursos Humanos. También yo me había olvidado de que era mi cumpleaños.
Al sentirlo como una sentencia, pasaron por mi mente, a modo de confesión, mis años "al servicio" de la compañía. Calcador, ayudante de delineante, delineante, proyectista, jefe de Obras, jefe Técnico y director de Zona. Es decir, la trayectoria ideal para cumplir un retiro feliz en asuntos de personal.
Pedro Santaeugenia se jubilaba como máximo responsable de Recursos Humanos, después de haber cambiado sus tarjetas tres veces en los últimos cinco años. Su maquillaje se llamó Jefe Superior de Personal, Director de Relaciones Industriales y, desde hacía seis meses, Subdirector General de Recursos Humanos. No me asignaban el mismo rango, pero sí el área, por supuesto promocionable en breve tiempo.
Después de una semana, en la que floté entre las despedidas a Pedro y los reconocimientos en mi anterior destino, logré vislumbrar la pista de aterrizaje mientras reflexionaba sobre el rol de un Jefe de Personal. Naturalmente, Recursos Humanos no me sonaba como nombre, más bien lo entendía una característica sanguínea (Rh), por no decir sangrienta, sonido que hoy tampoco me parece buena música, aunque por otras razones.
Antes de leer varios libros sobre el tema, lo que me aportó algo de vocabulario y mucho de incertidumbre, me entretuve en analizar la labor de Pedro Santaeugenia en su cuarto de siglo como capo de Personal. Ostentaba la titulación en Derecho y el mérito de cero conflicto sindical, hombre recto y justo, austero, duro para sancionar, lento para gestionar y hábil para ahorrarle unos durillos a la empresa retrasando los ascensos y utilizando los impresos caducados como papel borrador.
La primera vez que oí la expresión "Recursos Humanos" estaba contenida en un halago. Un sindicalista joven, después de una fuerte negociación sobre turnos, en la comida de confraternización y en presencia de Santaeugenia, quien puso cara de circunstancia, me dijo:
-Ramón, eres el mejor líder de recursos humanos de esta santa casa.
Como no entendí bien lo de "líder" ni lo de "recursos humanos", pero su tono inducía un contenido de loa, le sonreí en clave de pardillo y cambié de conversación.
Más o menos, hacia mi cincuenta y siete cumpleaños, empecé a comprender.
Pasó la semana de adocenamiento y trasladé mis bártulos al despacho de la planta 4ª, donde relucía como nuevo el cartelito Director de Recursos Humanos. La primera reacción de Margarita, la secretaria, fue preguntarme qué encargaba a la cafetería para mi desayuno. Cuando le dije que ya venía desayunado de casa, frunció el ceño y se marchó refunfuñando. Su segunda acción fue rechazarme una entrevista con un sindicalista que "no tenía cargo". Decirle que antes de tomar esas decisiones sobre quién debía verme o no que me consultara supuso el mayor agravio secretarial que pude cometer. A los pocos días, me enteré de que en el edificio la llamaban "ínclita Directora Adjunta", abreviado como "la incli".
¡Qué mañana la primera! Tomé asiento, suspiré y me dediqué a explorar la mesa, muebles y papeles. Al cabo de unas horas, decidí llamar a los distintos jefes del equipo. Como conocía a dos de los tres, me sorprendió que los alegres saludos de antaño se convirtieran en tímidos balbuceos de sumisión. En fin, lo asumí con mi mejor sonrisa y durante más de tres meses me dediqué a ver cómo se organizaba la cosa en aquel departamento "sagrado".
Hubo una anécdota digna de aparecer en el libro Guiness. La primera vez que entré en la oficina de Personal me sentí revestido del capelo cardenalicio. Abrí la puerta y la primera cabeza que levantó la vista saltó hacia el techo y mandó a su cuerpo la orden de ponerse en pie y tensarse en posición de "firmes". Fue uno, otro, el de más allá... Salió el Jefe, me saludó diciendo "¿cómo no me has avisado que venías?", y con un gesto indicó que se sentaran. Alucinante.
Mi experiencia operativa no tenía nada que ver con ese servicio central. Los días pasaban con una rutina tediosa y mi labor podía centrarse simplemente en firmar, firmar y firmar.
Bien, bien, bien, tenía varios problemas a resolver. Pude dedicarme a sestear. No. Pude dedicarme a vivir del "peloteo" para alcanzar la categoría de Subdirector General. No. Pude dedicarme a disfrutar del poder. No. Tratar los recursos humanos no me entraba como la tarea de asignar números de matrícula, pagar la Seguridad Social, condescender con los Sindicatos y llenar los expedientes de sanciones, retrasos, ausencias, permisos y vacaciones.
Nuevamente, eché marcha atrás en mis recuerdos profesionales y me hice una lista de hechos y acciones en los que pudiera haberme visto en el papel de jefe de personal ante los distintos equipos que había tenido a mi cargo.
* Con 24 años, recién terminada la carrera, me nombraron Jefe de Obras y no tenía idea de qué hacer, así que me puse el "mono" y trabajé durante unos días con mis operarios. Conseguí que me vieran como un "jefe cojonudo".
* Durante una huelga, tuvimos una crisis de trabajo. La empresa estaba literalmente parada y los clientes calentaban el teléfono. Decidí llamar a los representantes del Centro de Trabajo para invitarles a comer. Cursé la invitación desplazándome a su oficina y vestido en ropa de sport. Accedieron y pude convencerlos de que nombraran unos servicios mínimos para garantizar las tareas urgentes.
* Mi mejor colaborador entró a mi despacho con cara de miedo. Quería contarme un grave error suyo que repercutía en algún millón de pérdida para la empresa. Evidentemente, quería que propusiera la menor sanción posible. Hablaba conteniendo las lágrimas. Le escuché sin interrumpirle y mi primera palabra fue: "Gracias". Continué sin pausa. "Gracias por ser tan sincero conmigo. Tráete todos los papeles y vamos a ver entre los dos cómo lo solucionamos para que no vuelva a ocurrir". Hoy esa persona es Director de Zona.
* Al Jefe Administrativo de la primera Zona donde comencé como Director, dejé de recibirlo durante una semana. Era un hombre pesadísimo, me ponía encima de la mesa todos sus problemas para que yo decidiera sobre ellos. Después de esa semana, lo llamé. Vino, como era de esperar, con todos sus problemas. Sólo le dije: "Sabes cómo resolverlos. Hazlo y el viernes me cuentas cómo lo has hecho". Y le invité a salir. Tuve suerte, resolvió y acertó. A partir de entonces, los viernes nos tomábamos un café hablando de tenis, su deporte.
Fueron más, seguro, y no sólo aciertos, sin duda, pero llegué a la conclusión de que con el personal había que sistematizar esas acciones para lograr que hicieran mejor su trabajo. Es decir, darle la vuelta a la premisa "vigílalos, son unos vagos y te la van a hacer" por la de "todo el mundo es bueno por naturaleza".
Empecé dando tumbos, una propuesta por aquí, un pequeño plan por allá, pero nada se movía, la imagen de Recursos Humanos no cambiaba y me invadía la insatisfacción. Así se cumplió un año del nombramiento.
Recibí una convocatoria a un rimbombante Congreso: "Las Personas, única garantía de futuro". Decidí asistir y bendita la hora. La primera mañana me aburrí como un lapicero en la mesa de un hacker. No entendí nada porque no se hablaba de nóminas, ni de sindicatos, ni de sanciones. Llegó la hora de la comida y fue el comienzo del principio. Me senté al lado de un colega joven que más parecía ponente que congresista. Abundó con palabras llanas en las teorías que nos habían contado. En las siguientes sesiones, el aburrimiento cambió por expectación, y en la clausura ni siquiera me quedé a tomar la copa de rigor, me volví al despacho, me enclaustré presto a descubrir las claves del futuro de las Personas en mi santa casa. Encontré significado a "líder" y entendí el porqué de "Recursos Humanos", rellené varios folios que acabaron llenando la papelera y a las dos de la madrugada culminé un plan de acción que iba a revolucionar la compañía.
II.-AYER
Han pasado siete años desde entonces y dentro de dos días me prejubilo. Paloma Ramírez, una joven muchacha me va a sustituir, psicóloga, master en muchas cosas, inglés nivel nativo... Le deseo suerte y, sobre todo, creo en su honestidad. Sé que va a continuar nuestro Plan Estratégico de Recursos Humanos y que será una líder consolidada. No sabe nada de nóminas ni de Seguridad Social y va a delegar el peso de la función negociadora con los sindicatos en la Dirección de Asesoría Jurídica, que para eso son abogados. Además, en su proyecto entra externalizar el cálculo y pago de sueldo, con el control en la Dirección Financiera. Es decir, si Pedro Santaeugenia saliera de su retiro en Cantabria, buscaría asilo en el Monasterio de San Millán de la Cogolla.
Hasta llegar aquí, de la mano de Paloma en las nuevas técnicas,
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