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Emilio De La Educación


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  2.384 Palabras (10 Páginas)  •  310 Visitas

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EMILIO O DE LA EDUCACIÓN

Juan Jacobo Rousseau.

Libro primero

“Todo sale perfecto de manos del autor de la Naturaleza; en las del hombre todo degenera”, “a las plantas las endereza el cultivo, y a los hombres la educación”. La educación en el efecto de la Naturaleza, de los hombres, o de las cosas. La educación, cierto, no es otra cosa que un hábito.

La Naturaleza ejercita sin cesar a los niños, endurece su temperamento con todo género de pruebas, y les enseña muy luego qué es pena y dolor. El niño grita así que nace, y su primera infancia se va toda en llantos. Para acallarle, unas veces le arrullan y le halagan; otras le imponen silencio con amenazas y golpes.

“Nacemos aptos para aprender, pero sin saber nada ni conocer nada”. La educación del hombre por eso empieza desde que nace; antes de hablar y antes de oír ya se instruye. Las primeras sensaciones de los niños son meramente pasivas, y sólo distinguen en ellas placer y dolor. En cuanto hábitos el único que se debe dejar que tome el niño, es el de no contraer ninguno; no llevarle más en un brazo que en otro; no acostumbrarle a presentar una mano más que otra, a servirse más de ella, a comer, dormir y hacer tal o tal cosa a la misma hora, a no poder estar solo de día ni de noche. Al principio de la vida, que son inactivas la imaginación y la memoria, sólo está atento el niño a lo que hace impresión en sus sentidos, quiere el niño tocarlo todo, manejarlo todo; no nos opongamos a esta inquietud, que a ella ha de deber el más indispensable aprendizaje. Todas nuestras lenguas son obra del arte, por espacio de mucho tiempo se ha indagado si había algún idioma natural y común de todos los hombres; sin duda que le hay, y es el que hablan los niños antes de que sepan hablar, otro aspecto que se nos menciona es que conviene acostumbrarle desde muy temprano a no mandar ni a los hombres, porque no es su amo, ni a las cosas, porque no le oyen. Por eso, cuando desea algo que ve y quieren dárselo, es mejor llevar al niño al objeto que traer el objeto al niño.

La razón no enseña por si solo a conocer lo bueno y lo malo, antes de la edad de la razón, hacemos bien y mal sin saber si lo que hacemos es bueno o malo.

A continuación se mencionan 4 máximas de Rousseau:

Primera máxima: Lejos de tener los niños fuerzas sobrantes, ni aun tienen las suficientes para todo lo que pide la Naturaleza; por tanto hay que dejarles el uso de todas cuantas les da, y de que no pueden abusar.

Segunda máxima. Es preciso ayudarlos, y suplir lo que les falta, ya sea inteligente, ya sea fuerza, en todo cuando fuere la necesidad física.}

Tercera máxima: En la ayuda que se les diere, es necesario ceñirse meramente a la utilidad real, sin ceder nada al antojo o deseo infundado porque los antojos no los atormentarán cuando no se le hayan dejado adquirir, atendido que no son naturales.

Cuarta máxima: Hay que estudiar con atención su lengua y signos pues como en esta edad no saben disimular, distinguiremos en sus deseos lo que se debe inmediatamente a la Naturaleza, y lo que procede de la opinión.

El espíritu de estas reglas es dejar a los niños más verdaderamente libertad y menos imperio, permitirles que hagan más por sí propios, y exijan menos de los demás.

Libro segundo

La humanidad tiene su lugar en el orden de las cosas, y el niño el suyo en el orden de la vida humana; es necesario considerar al hombre en el hombre y al niños en el niño, algo importante que nos menciona Rousseau es que el más grave mal de hacer hablar a los niños antes de tiempo, no es el que las primeras conversaciones que con ellos tengamos y las palabras primeras que digan no sean para ellos de significación alguna, sino que tengan otra distinta que para nosotros, sin que lo conozcamos, redúzcase cuando fuera posible el vocabulario del niño, que es gravísimo inconveniente que tenga más voces que ideas y sepa decir más cosas de las que puede pensar.

Una primera regla primitiva nos dice que la Naturaleza formó a los niños para que fuesen amados y socorridos, es por ello que Rousseau nos dice que la obra maestra de una buena educación es formar un hombre racional; y pretenden educar a un niño por la razón, eso es empezar por el fin, y querer que la obra sea el instrumento. La Naturaleza quiere que éstos, antes de ser hombres, sean niños, si queremos invertir este orden, produciremos frutos precoces que no tendrán madurez ni gusto, y que se pudrirán muy presto; tendremos doctores muchachos y viejos niños, es por ello que se nos menciona que debemos tratar a nuestro alumno conforme a su edad; ponedle desde luego en su lugar y retenedle en él de manera que no haga tentativas para salir de su puesto y no darle una lección verbal de ninguna especie, pues sólo la experiencia debe ser su maestra; ni le impongan ningún género de castigo, porque no sabe qué cosa sea cometer culpa; ni le hagáis nunca que pida perdón. Porque no puede ofenderos.

El intervalo más peligroso de la vida humana es desde el nacimiento hasta la edad de 12 años, que es cuando brotan los errores y los vicios, sin que haya todavía instrumento ninguno para destruirlos y cuando viene el instrumento son tan hondas la raíces, que no es ya tiempo de arrancarlas, así la educación primera deber ser negativa, consiste, no en enseñar la virtud ni la verdad, sino en preservar de vicios el corazón y de errores el ánimo. Respetad la infancia y no os deis prisa a juzgarla ni para bien ni para mal.

Tres especies de voz tiene el hombre, que son la voz hablada o articulada, la voz cantada o melodiosa y la voz patética o acentuada, que es el idioma de las pasiones y que anima el canto y la palabra. Y en cuanto al individuo cada edad y cada estado de la vida tiene su perfección idónea, su especie de madurez peculiar.

Introducción

Cuando una obra perdura más allá de una pocas décadas, necesariamente debe pensarse en que algún mérito debe tener. Pero cuando dura siglos, forzosamente debe pensarse en que además del mérito debe buscarse su genialidad.

Ese es el caso del Emilio su genialidad estriba en el descubrimiento de lo que podría ser tan obvio, como ahora nos parece a la sombra del tiempo, pero que en su época era totalmente ignorado; el que el niño piense y actúe como niño, de tal forma que una educación pensada en términos de adulto necesariamente le resulte impropia e inaplicable. Rousseau abrió un contexto o entorno operativos para la moderna pedagogía que antes resultaban insospechables.

Existió una división en

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