FORMACIÓN ÉTICA EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Francisco952016Reseña20 de Agosto de 2016
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Un paso más para una universidad de calidad: posibles soluciones para la falta de una formación ética en la educación superior
Algunas consideraciones para tomar en cuenta respecto a la falta de una formación ética en la educación superior.
Hermes Francisco Duran Prada
Estudiante Universidad Industrial de Santander
Licenciatura en Inglés
franciscoduran995@gmail.com
Resumen
En la actualidad, existiendo un mayor interés sobre la habilidad de enseñar ética y de continuar la educación moral de los jóvenes en el ámbito universitario, es preciso determinar ¿cuáles son los valores fundamentales y cuáles las condiciones pedagógicas de su enseñanza? En una sociedad democrática, abierta y pluralista, los individuos están sujetos a derechos y obligaciones causando así la pérdida de una parte muy importante que ha sido olvidada en las prácticas docentes como lo es la ética. A lo largo de este documento se plantearan diferentes alternativas de soluciones para este problema que afecta de cierta manera a la universidad y sus estudiantes.
Palabras claves: ética, educación, valores, enseñanza, ámbito universitario, universidad de calidad.
Abstract:
Nowadays, existing major consensus on the ability of teaching ethics and continuing the moral education of young people in the university ambiance, it is necessary to determine: what are the fundamental values and what are the pedagogic conditions of its education? In a democratic, open and pluralistic society, the individuals are subject to rights and obligations, causing this way the loss of a very important part that has been forgotten in the teaching practices, such as ethics. Along this document, different solution alternatives appear for this problem that somehow affects the university and their students.
Key words: ethics, education, values, teaching, university ambiance, Quality University.
Introducción
Marcadas por crisis económicas y escándalos de corrupción, la última década del siglo XX y la primera del XXI encendieron una alerta general sobre el sentido de la educación universitaria. La falta de una formación con bases éticas en la educación superior ha traído como consecuencias la mala imagen de un egresado o profesional de una carrera universitaria, desacuerdos entre estudiantes y docentes, problemas en el aula de clase ya sea por diferentes factores como lo son las orientaciones sexuales, la raza, el estrato social entre otras. Las universidades junto a su profesorado están abiertos a la innovación, al pensamiento crítico, al progreso y a la búsqueda de rigor y de verdad, pero a la vez son conservadoras, cuidan la tradición y no arriesgan en sus estilos de hacer y de ejercer la docencia. Desde el enfoque de aprendizaje ético que se presenta, la intencionalidad pedagógica y ética que se pretende incorporar a la formación universitaria no se agota en el ámbito de los medios y de los recursos de aprendizaje, ni en la identificación de los fines que se cree corresponder alcanzar a la universidad desde un punto de vista ético.
Se trata de establecer relaciones entre los fines y objetivos de aprendizaje éticos y los medios y recursos disponibles para su consecución, de forma que identifiquemos entre tales relaciones aquellas que, a modo de condiciones, son necesarias establecer en la construcción de la personalidad moral del sujeto, es decir: “La educación, en términos generales, atañe a la transmisión y aprendizaje de las técnicas culturales, de uso, producción y comportamiento, mediante las cuales los individuos viven en sociedad y son capaces de “dar razón” del otro y de sí mismos.”(Hernández, 2010). Si la tarea educativa y formativa consiste en crear condiciones para el logro de unos determinados aprendizajes, la tarea pedagógica y ética, también en el ámbito universitario, debe consistir en identificar y generar las condiciones que garanticen aprendizajes éticos, es decir, orientados a la optimización de la persona en su dimensión individual y como miembro de una comunidad educativa, para que sea capaz de alcanzar mayores niveles de felicidad, logros y equidad en su vida profesional, personal y ciudadana.
El objetivo es crear determinadas condiciones prácticas y experimentales entre las cuales se encuentra la enseñanza de un servicio social formativo y el cambio en la formación docente con un punto de vista ético. Se da por entendido que éstas practica sólo producirán los efectos deseables si se muestran a través de buenas prácticas, se debe atender a la práctica cotidiana, al clima de las instituciones y al pensamiento y mirada del profesorado en relación con la tarea que desarrolla y al modo como la ejerce para así lograr el total equilibrio de una sociedad educativa más culta, digna y tolerante. Este objetivo se puede lograr haciendo de la universidad un espacio de construcción de valores en el que los estudiantes que allí se formen puedan aprovechar al máximo los recursos que ésta ofrece. De este modo lograrán un avance en la construcción de matrices de valores singulares y personales, guiados por ideales de dignidad, libertad y justicia. Asimismo, contribuirán al logro de realidades sociales inclusivas y vidas personales dignas, construidas por experiencia propia, en situaciones de interacción social.
Desarrollo de la tesis
En la idea existente que se tiene respecto a la sociedad cultural, la universidad es un excelente espacio de aprendizaje, no sólo de carácter capacitado y cultural en su sentido más amplio, sino también de carácter humano, y por ende, ético y moral. Debido a esto, es un error desaprovechar esta función, ya que es un deber promover la potencia pedagógica de la universidad en relación con el aprendizaje y la formación relativa a las dimensiones éticas y morales de los estudiantes, como lo es de toda institución de educación superior con una voluntad de servicio público. El sentido y la misión pública de la universidad no están determinados por el carácter público o privado de su titulación. Más bien lo está en función de un conjunto de características que permiten concebirla -o no- como un espacio de aprendizaje ético que procura que sus titulados ejerzan las futuras profesiones con la voluntad de contribuir a la formación de una sociedad inclusiva, digna y democrática. Tal voluntad no está presente por igual en todas las universidades, pese a que en sus planes estratégicos así lo expresen. Como se observa, del dicho al hecho hay un trecho.
Las dimensiones de la función ética de la universidad que podemos identificar en la sociedad actual son tres: una es la formación deontológica que tiene que ver con el ejercicio de las diferentes profesiones; otra es la formación ciudadana y cívica de sus estudiantes, en la cual la ética es sobresaliente; y la tercera es la formación humana, personal y social que contribuya a la excelencia ética y moral de los futuros titulados como personas. En relación con estas tres dimensiones puede afirmarse que la primera está razonablemente aceptada como un signo o indicador de calidad; la segunda va siendo progresivamente aceptada como una necesidad y un reto en los que la universidad debe poner de su parte para que esta sea efectiva, y la tercera se considera -salvo en algunas universidades- propia de otros niveles del sistema educativo y difícil de ser integrada en la misión y función de las universidades debido a las indiferencias entre directivos y estudiantes, ya que uno de estos grupos tienden a tener cierta autoridad por encima del otro.
Las tres dimensiones mencionadas anteriormente son necesarias, aunque no suficientes, para poder entender lo que hoy debe ser una universidad de calidad. Obviamente, una universidad que sólo se ocupara de atender estas funciones no estaría ejerciendo la misión que la sociedad entiende que le corresponde. Los titulados deben acabar sus estudios conociendo las últimas técnicas y avances en su profesión, pero además de ser buenos profesionales, deben destacarse por su contribución a la formación de una sociedad más culta y digna. Por ello, la universidad que descuide o no preste la atención -sin duda laboriosa y delicada- a las tres funciones citadas no sería, a nuestro entender, una universidad de calidad. Tanto las universidades como su cuerpo de profesores, sus investigadores y los mismos universitarios pueden ejercer, formal o informalmente, mucha influencia.
En una sociedad de la información y la diversidad como muchas es difícil aceptar como una oferta formativa de calidad aquella que no presta atención a lo que pueda convertirla, además, en una sociedad del conocimiento y del aprendizaje continuo. Para tal logro deben tenerse en cuenta no sólo los contenidos que hagan de un titulado un buen profesional, sino también aquellos que lo conviertan en un buen ciudadano y una buena persona, ética y moralmente. La universidad debe tener presente que aparte de la misión laboral con la que muchos estudiantes son formados, la importancia de ser una persona tolerante y culta afecta positivamente muchos ámbitos a los que el estudiante se enfrenta al salir de la universidad con su respectivo título. Estos valores inculcados y adquiridos a partir de una práctica social dentro de la universidad podrían llegar a ser una ventaja para el estudiante que los practique, obviamente de manera responsable y autónoma, no debería de existir cierto de tipo de presión por hacer algo bueno o amable por la sociedad.
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