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Hábitos alimentarios de los inmigrantes coreanos en Argentina.


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  3.287 Palabras (14 Páginas)  •  138 Visitas

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Evolución de las prácticas alimentarias del inmigrante coreano en Argentina a partir de procesos anómicos inducidos por la diáspora

Asignatura: Escritura y Prácticas Discursivas Universitarias

Alumno: Angie Woo

Profesora: Mariana McLoughlin

Tutor: Manuel Libenson

Fecha de entrega: 10 de noviembre de 2015

Tabla de contenidos

1. Introducción                                                                                 3

2. Relación comida-identidad: hábitos alimentarios como factor de construcción

    de identidad del inmigrante                                                                 3

3. Trabajo de campo                                                                        5

  1. Materiales e ingredientes escasos y asimilación de las alternativas factibles        5
  2. Cultura individual o colectiva                                                                6
  3. La morfología de las comidas difiere para cada país                                        7

4. Conclusión                                                                                8

5. Bibliografía                                                                                10

6. Anexos                                                                                         11

  1. Introducción

A lo largo de la Historia, las personas han creado lazos de semejanza y pertenencia conformando naciones cuya definición dependía en gran medida en la diferenciación con respecto del “otro”. Durante las últimas décadas, la globalización ha estado vigente en el desarrollo de las sociedades generando cambios importantes a nivel cultural e identitario: se han creado vías que facilitan la introducción del otro en la conformación del yo, modificando así cuestiones sustanciales tales como la identidad y las prácticas que las reflejan. De este modo, se han creado culturas híbridas, producto de la combinación y mezcla de diferentes componentes nacionales.

En el presente trabajo se buscará realizar un estudio sobre cómo las fronteras identitarias se han ido modificando a partir de fenómenos diaspóricos y han mutado para conformar nuevos híbridos. Para ello, se observarán los hábitos alimentarios, que como se verá más adelante, tienen una estrecha relación con la identidad. Se estudiará el caso particular de los inmigrantes coreanos en Argentina (uno de los tantos reflejos de la diáspora) y cómo se han transformado sus usos alimentarios a partir de las prácticas anómicas relacionadas.

En este estudio, la anomia se entiende como una situación que está por fuera de las normas preestablecidas (Durkheim, 1992). Si bien Durkheim propuso este concepto para explicar el fenómeno de algo destructivo como el suicidio, en este trabajo se lo entenderá como un proceso constructivo con el cual las culturas salen de los patrones identitarios predeterminados y se combinan entre sí mediante la coexistencia fomentada por la globalización. Es decir, se considerará a la anomia como un componente fundamental para el desarrollo y creación de nuevas identidades (y por ende, como se demostrará más adelante, de hábitos alimentarios) a partir de la existencia de situaciones en las que la norma cultural del país de origen del inmigrante no puede aplicarse en el país de residencia.

La monografía constará de dos secciones. La primera, brindará con mayor detalle el marco teórico sobre la relación existente entre comida e identidad y cómo esta ha mutado a partir de fenómenos diaspóricos. En la segunda sección, se analizarán tres factores que condicionan las prácticas alimentarias del inmigrante coreano en Argentina. Para finalizar, concluiremos recapitulando los puntos centrales del análisis que argumentan la tesis.

  1. Relación comida-identidad: hábitos alimentarios como factor de construcción de identidad del inmigrante

Lo hábitos alimentarios, más allá de su carácter biológico, son construcciones sociales. Según Patricia Aguirre (Filchtentrei, 2006), esto se manifiesta desde los momentos más tempranos del individuo en el que “aprende a gustar” ya que la composición del líquido amniótico en el cual habita y, luego, el sabor de la leche materna cambian dependiendo de los alimentos consumidos por su madre. Asimismo, el individuo comienza a interiorizar los gustos de su familia y entorno social y aprende lo que es “natural” o “comestible”.

Siguiendo el mismo alineamiento, Ochoa (2009) sostiene que toda estructura de la alimentación denota factores sociales: los gustos afirman la identidad alimentaria crean un sentido de pertenencia propio de un territorio determinado. De esta forma, la categorización de los alimentos, los ritos en la mesa, los usos alimentarios, el orden, composición, hora y número de las comidas son característicos en cada sociedad. Asimismo, cada población tiene su forma particular de alimentarse, utilizando condimentos que le otorguen cierta especificidad, continuidad y estabilidad al sistema culinario (Rozin y Rozin, 1981)[1].

No obstante esta situación, el fenómeno de globalización que ha estado vigente en las últimas décadas ha modificado estos hábitos propios de las sociedades que solían estar arraigadas a un territorio. Con el avance de la tecnología, las mejoras en el transporte y la comunicación, las fronteras nacionales e identitarias se han permeabilizado favoreciendo el contacto y la hibridación cultural. Así, las costumbres que anteriormente eran practicadas por una determinada sociedad comenzaron a sufrir transformaciones. La globalización generó dos efectos simultáneos y opuestos (Díaz y Gómez, 2001)[2]: por un lado, indujo a una homogeneización (por ejemplo, el consumo de las hamburguesas McDonald’s o de Coca-Cola en todo el mundo) y, por otro lado, impulsó la diversificación facilitando el acceso a productos y alimentos propios de otras regiones y culturas.  Este último efecto se manifiesta ejemplarmente en los llamados procesos diaspóricos. La diáspora es definida por la RAE como la dispersión de grupos humanos que abandonan su lugar de origen. Bruneau (2004)[3] le atribuye las siguientes características centrales: la población se encuentra dispersa en distintos lugares, la elección del país de destino se hace en función de la presencia de otros inmigrantes previamente instalados, los migrantes se instalan en el país receptor sin realizar una asimilación previa y los grupos migrantes mantienen relaciones de intercambio entre ellos y con los que están instalados en otros países. Dada esta situación, la diáspora ha generado escenarios en los que conviven muchas comunidades étnicas en un mismo territorio, se combinan y producen nuevas identidades con sus hábitos alimentarios correspondientes. Estas transformaciones pueden ser caracterizadas como un proceso de anomia (Durkheim, 1992) en la medida en que las prácticas alimentarias tradicionales dejan de ajustarse estrictamente a una norma preestablecida en las costumbres tanto de los antepasados como del país receptor y se reconfiguran a partir del proceso de inmigración.

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